El Viaje

Gael comienza a percibir que se estaba apegando rápida e inexplicablemente a Cristina. No era una sensación de que se estuviera enamorando ahora, sino como si fuera un sentimiento que ya estaba allí. Cristina tenía la misma sensación que él. Tomado por un fuerte impulso, Gael camina hasta la puerta del cuarto de Cristina y se queda allí parado, armándose de valor para llamar y hablar con ella...

De alguna manera, Cristina, dentro de la habitación, parecía percibir, sentir que Gael estaba allí, al otro lado de la puerta...

— ¡Dios! ¡Gael está al otro lado de la puerta! ¿Pero por qué? ¿Qué está pasando? ¿Será que... Esto que estamos sintiendo... es... el inicio de un sentimiento, uno por el otro? Él y yo... Nosotros...

Cristina camina hasta la puerta, en un impulso, y se queda a un paso de abrirla. Ambos parecían sentir que el otro estaba allí, al otro lado de la puerta, corazones acelerados, sentimientos a flor de piel, de forma inesperada...

— ¿Qué estoy haciendo? Helena, no puedo traicionar tu recuerdo de esta forma, no voy a hacerlo, ¡sería como aprovecharme de la situación de esta joven por algo que ni siquiera sé cómo explicar! — Piensa Gael, que se retira y se dirige a su cuarto.

Cristina oye los pasos de Gael alejándose y se recuesta en la puerta, confusa...

— Al fin y al cabo... ¿Qué nos está pasando? ¿Qué es esto? ¿Me estoy enamorando de Gael? ¿Por qué siento esta necesidad de estar cerca de él, de unirme a él? ¿Qué significa esto? — Dice Cristina.

Gael, después de tomar una ducha, se acuesta en su cama y mira la foto de Helena en el portarretratos junto a la cama...

— ¿Qué me está pasando? Al fin y al cabo, después de todo lo que pasamos juntos, pensé que nunca más me interesaría por una mujer, te amé tanto... Lo sabes... Yo no traje a Cristina aquí con ninguna mala intención... Solo quería ayudarla... — Dice Gael.

Él entonces se acuesta en la cama, apaga la luz y rápidamente se duerme. Lo mismo sucede con Cristina...

En ese momento, el espíritu de Helena surge en el cuarto de Gael y se acerca a su cama. Ella toma su mano y parece tirar de él, pero no es su cuerpo el que se levanta de la cama, sino su espíritu...

Gael mira asustado a su alrededor, sin entender absolutamente nada. Ve su cuerpo acostado en la cama, solo había una especie de hilos de luz que lo conectaban a su cuerpo. Estaba confuso, su lucidez le impedía creer que aquello era solo un sueño, pues no lo era, todo era real, más que eso, parecía sentir, oír, y ver con mayor claridad... Hasta que...

— ¡Gael, mi querido esposo! Después de dos años, ¡finalmente estamos frente a frente... el uno del otro! — Dice Helena.

Ver la figura de su esposa, en un vestido blanco, tan puro como la nieve... Su mirada demostraba una serenidad única, su expresión facial mostraba paz, mucha paz... Gael no consigue contener la emoción... algo típico de quien se encuentra con un espíritu superior...

— ¡Helena! ¡Amor mío, entonces todo era verdad! ¡Otávio... Otávio tenía razón! ¡La muerte no es el fin! ¡Sigues viva! ¡Hay vida después de la muerte! — Dice él impresionado.

— Gael, mi querido Gael, a pesar de toda tu incredulidad, después de mi partida, me alegra, me alegra tanto que seas capaz de darte cuenta de esto, de admitirlo... Debo decir que Helena, tu esposa, mi vida como Helena, fue de una enorme satisfacción para mí, tener a mi lado a un compañero que estuvo a mi lado hasta el final, que me apoyó, que compartió sueños conmigo, que fue amigo, que fue comprensivo, que en medio de tantos sufrimientos, tantas veces secó mis lágrimas... Gael, el sufrimiento que pasé con la enfermedad fue el escalón que me faltaba para alcanzar un nuevo nivel de comprensión, de sentir... Estoy aquí para decirte... Mi querido... ¡Que sigas adelante con tu vida! Hay tantas cosas que tienes que hacer, tanto que construir... — Dice Helena.

— ¿Pero cómo? ¿Cómo voy a ser feliz sin ti? ¡Dime! — Dice Gael.

— Tú lo sabes, Gael, tu corazón lo sabe muy bien... ¡No la encontraste por casualidad! Nada en la vida sucede solo por casualidad, todo está planeado y arquitectado antes de vestir la vestidura carnal, desde las pruebas que pasaremos hasta los momentos felices... Gael, escúchame... Tú y Cristina estaban destinados a encontrarse ahora, mi trabajo es alertarte, hacerte entender esto. Todo lo que sientes por ella, Cristina también lo siente por ti. Lo que hubo entre tú y yo fue amor, fue una hermosa historia de amor, pero que tuvo un final, no porque la muerte nos separara, ¡sino porque una fuerza mayor así lo determinó! Yo misma en el pasado, en vidas pasadas, ya los separé tantas veces... ¡Hoy me siento agradecida por estar libre de ese egoísmo! Gael, sé feliz con Cristina, es una buena joven, alguien que perdió todo y a todos en esta vida, ¡solo te tiene a ti! ¡Ella te necesita! Juntos, ustedes dos tienen una hermosa misión. Lo digo con el corazón ligero... Si sientes culpa por quererla, debes saber que tienes que liberarte de ese sentimiento... ¡Lo digo porque te amo! No el amor de una mujer por su marido, sino el amor de una hermana por su hermano, un amor fraterno... Quien ama, desea que el otro sea feliz, que sonría, que irradie luz, amor... Te deseo toda la felicidad de este mundo, que nada ni nadie los estorbe... — Dice Helena.

Gael siente una paz inmensa y profunda en su corazón, como nunca había sentido antes...

Helena se acerca a él y lo abraza...

Gael no podía hablar, solo lloraba sintiendo una emoción que mezclaba nostalgia y alegría, sentía su corazón liberado... Helena lo acogía con aquel abrazo, no como el de una mujer que abrazaba a su marido, sino con una fraternidad, con un sentimiento diferente, tal como una hermana, o incluso una madre acogía a un hijo... Gael se siente en paz... De alguna forma, entendía lo que estaba sucediendo...

— Entonces es eso... Helena, muchas gracias por todo...

— Mi querido, la agradecida soy yo. Solo te pido que seas muy feliz, que la ames y que siempre estés dispuesto a hacer el bien a todos cuantos sea posible... — Dice ella, apartándose y besando su frente...

Enseguida, toma su mano, y ¿quién estaba al lado de ellos? Cristina, que también en viaje astral, presenciaba toda la conversación entre ellos...

Helena toma la mano de Cristina y la de Gael, uniéndolas a las dos...

— ¿Cristina? — Dice Gael sorprendido.

— Ustedes dos siempre se están encontrando en diversas vidas, y varias veces son separados... Esta vez, es hora de unirse... ¿Entiendes, verdad, Cristina? ¿Verdad, Gael? Una hermosa misión les espera... Gael, yo siempre estaré contigo en pensamiento, ¡estaré más cerca de ustedes de lo que imaginan! Solo ámenla y cuídense... — Dice Helena, alejándose.

Ella desaparece... Gael y Cristina se quedan de la mano, mirándose el uno al otro... Cuando el sol nace, una fuerza parecía tirar de ellos de nuevo hacia el cuerpo físico... Gael despierta recordando exactamente todo lo que había sucedido, al igual que Cristina...

— ¡Esto no fue un sueño! ¡Todo esto fue real! — Dice Gael en su cuarto.

— ¿Entonces Gael y yo... estamos destinados el uno al otro? — Dice Cristina con los ojos llenos de lágrimas...

Ambos no sabían qué hacer; existía la duda de si el otro recordaría lo que había sucedido... Y cómo se mirar