Trata de una chica universitaria que trabaja para solventar los gastos de su hogar, sus padres se enfermaron pero se enamora de un chico rico ¿Que pasará?
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Capitulo N°24
El ambiente en la empresa estaba cargado de una tensión peculiar.
Por un lado, Leonardo seguía con su extraño comportamiento, robándole besos a Evangelina en los momentos más inesperados. Por otro, Diego, el becario, parecía cada vez más cercano a ella, aunque Evangelina sabía que sus intenciones eran amistosas.
Pero lo que nadie esperaba era el caos que se desataría esa tarde.
Andrés salía de la sala de archivos, cargando un montón de documentos, cuando chocó de frente con alguien.
Los papeles volaron por los aires.
—¡Por todos los cielos! —exclamó Andrés, intentando recoger los documentos antes de que se esparcieran más.
—¡Cuidado! —una voz femenina respondió con sorpresa.
Al levantar la vista, se encontró con una joven de cabello largo y elegante presencia.
Marina Devereux.
—¡Lo siento mucho! —se apresuró a decir Andrés, pero al verla bien, se quedó sin palabras.
Marina era hermosa, con una mirada astuta y una expresión que denotaba seguridad.
—No pasa nada —dijo ella, sonriendo levemente mientras le ayudaba a recoger los papeles.
Andrés, aún en shock, sintió que su cerebro dejaba de funcionar por completo.
Él, que era bastante elocuente con la mayoría de las personas, no tenía idea de qué decirle.
Marina notó su expresión y arqueó una ceja.
—¿Me miras así porque tiré tus papeles, o es que te parezco atractiva?
Andrés casi se atraganta con su propia saliva.
—¡N-no! Digo, sí, digo… no sé qué responder a eso.
Marina se rió con diversión, disfrutando de ver cómo Andrés se ponía más nervioso por segundos.
—Eres divertido. ¿Cómo te llamas?
—Andrés.
—Encantada, Andrés. Yo soy Marina.
—Sí, lo sé…
Ella lo miró con curiosidad.
—¿Lo sabes?
Andrés se golpeó mentalmente la cabeza.
—Digo… Sí, porque… Eh…
Evangelina y Sebastián llegaron en ese preciso momento, viendo la escena desde el pasillo.
Sebastián soltó una carcajada.
—Vaya, Andrés, parece que mi hermana te puso nervioso.
—¡Cállate! —replicó Andrés, sintiendo que su dignidad se desmoronaba.
Evangelina miró a Marina con sorpresa.
—Marina, ¿qué haces aquí?
Marina sonrió de manera inocente.
—Vine a visitar a Leonardo… pero esto se puso interesante.
Andrés sintió que el suelo lo tragaba.
Mientras tanto, en la oficina del CEO, Leonardo estaba en problemas.
Una mujer de presencia imponente y mirada calculadora estaba sentada frente a él.
Julia Belmont.
Hija de una de las familias más influyentes del país. Acostumbrada a obtener lo que quería.
—Leonardo —dijo con una sonrisa que no llegaba a sus ojos—. Hace mucho que no hablamos.
Él se masajeó las sienas, sintiendo una jaqueca inminente.
—Julia, si viniste para discutir sobre ese tema otra vez…
—Oh, vamos. —Ella se inclinó un poco sobre el escritorio—. Ambos sabemos que un matrimonio entre nuestras familias sería lo mejor para todos.
Leonardo resopló con fastidio.
—Mis padres ya te dijeron que no van a forzarme a casarme con nadie.
Julia sonrió con prepotencia.
—Tus padres no lo harán, pero ¿qué hay de la presión social? La gente espera que dos personas como nosotros terminen juntas.
Leonardo frunció el ceño.
—No me interesa.
Julia cruzó las piernas y apoyó la barbilla en una mano.
—Interesante. Porque según escuché, hay una becaria con la que pasas demasiado tiempo.
Leonardo se tensó al instante.
Julia lo notó y sonrió con malicia.
—Parece que he tocado un punto sensible.
Él se levantó de su asiento, apoyando ambas manos en el escritorio.
—Si has venido a amenazarme con algo relacionado con Evangelina, no pierdas tu tiempo.
Julia soltó una risita burlona.
—No tengo que amenazar a nadie, Leo. Pero ya sabes cómo funcionan las cosas. Si las personas empiezan a notar tu cercanía con una becaria, ella será la que termine afectada.
Leonardo sintió que su sangre hirvió de ira.
Nadie iba a meterse con Evangelina.
Julia se levantó con elegancia y tomó su bolso.
—Piénsalo bien.
Con una última sonrisa, salió de la oficina como si no hubiera dicho nada importante.
Leonardo apretó los puños, sintiendo que su paciencia llegaba al límite.
Tenía que proteger a Evangelina.
Y lo haría a cualquier costo.