Una famosa Agente de las fuerzas especiales reencarna en un mundo lleno de magia, incertidumbre y tal vez un poco de romance... ¿Podrá adaptarse a su nuevo mundo? o ¿su nuevo mundo se adaptará a ella?...
NovelToon tiene autorización de the legend of the moon para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Capítulo 24
Capítulo 24
El carruaje nos llevó de vuelta al Ducado, y aunque la ciudad seguía siendo un despliegue de vida y colores, había algo que me pesaba un poco más que de costumbre. Había pasado tanto tiempo en mi habitación, perdida en pensamientos y obligaciones que no me llenaban, que ahora, al regresar, me sentía un poco como una extraña. Pero no podía quedarme encerrada otra vez. Necesitaba moverme, hacer algo.
—Diana, me estoy aburrida en esa habitación —dije mientras bajábamos del carruaje.
—¿Le gustaría ir a su estudio, señora? —preguntó Diana, como si lo hubiera preparado todo para mí.
—No, no, nada de estudios ni papeles hoy. ¡Quiero comida! ¡Voy a la cocina! —
Diana me miró un poco sorprendida. Al principio, lo había estado evitando, pero entendía que ya no podía seguir aislándome. Si me quedaba en mi habitación todo el tiempo, mis esfuerzos por cambiar la percepción de los empleados no iban a llevarme a ningún lado. Y tenía que parecer que me siento cómoda viviendo allí…
Así que decidí que era hora de hacer una entrada triunfal nuevamente, en la cocina, aunque me temía que las doncellas estuvieran tan tensas como un tambor.
Cuando llegamos, las cocineras se miraron unas a otras, y las criadas se quedaron quietas, como si alguien hubiera apretado un botón de pánico. Pero no me iba a rendir tan fácilmente, como la anterior vez.
—¡Hola, chicas! —saludé con entusiasmo, haciendo que Diana se disculpara por mi brusquedad. ¡Dios! Cuánto me costaba ser formal—. Estaba pensando en cenar aquí hoy. Estuve en mi habitación tantos días y ya me cansé de tanto silencio. —
Las doncellas intercambiaron miradas rápidas, pero pronto una de ellas, una mujer de cabello oscuro y recogido, se acercó con una sonrisa tímida.
—Bienvenida, Duquesa. ¿Le gustaría cenar con nosotras? —
—¡Por supuesto! No me molesta comer aquí. Además, ¿quién podría resistirse a los olores deliciosos que salen de esa cocina? —respondí, mirando las ollas que burbujeaban y el horno que sacaba humito como si fuera una carta de presentación.
Se veía que estaban nerviosas, pero pronto otra doncella, una de rostro delicado y ojos muy expresivos, se acercó y dijo
—La verdad es que... después del incidente, hemos... hemos tenido un poco más de respeto por usted, Duquesa. No lo decimos a malas, solo que no sabíamos qué esperar. —
Yo la miré, sorprendida, pero no iba a dejar que la tensión se apoderara de la conversación.
—¿El incidente? —pregunté, frunciendo el ceño, aunque por dentro sabía que probablemente se referían a la vez que casi muero envenenada.
La doncella de ojos grandes asintió.
—Sí... el incidente... cuando usted fue envenenada... luego comenzó a llevarse mejor con el Duque. Nadie sabía muy bien cómo actuar, y... bueno, hubo algunos comentarios.—
Suspiré. Esto se ponía interesante.
—Ah, ya veo. No sé por qué se preocuparon tanto. ¡Soy como cualquier otra persona! Y si hay algo que me gusta más que la buena comida, es poder compartirla con personas interesantes como ustedes. —Me acomodé en una de las sillas, mientras me servían una copa de vino y ponían frente a mí un trozo de pan con queso—. A mí también me gusta ver el lado humano de las personas, no solo las reglas y los protocolos. —
Poco a poco, las doncellas se relajaron, y no pasó mucho tiempo hasta que me estaban contando un montón de cosas sobre su trabajo, las tareas diarias y, de paso, las malas experiencias que tuvieron con algunas de las otras mujeres de la nobleza. ¿Por qué era tan común que las mujeres se sintieran tan celosas entre sí? Bueno, sea como sea, esta vez yo era diferente. No me interesaban esas cosas.
Cenamos juntas, y cuando ya estábamos en la parte final de la comida, una de las cocineras, una mujer robusta y de risa fácil, se acercó y me miró de manera extraña.
—¿Es una molestia para usted comer con nosotras, Duquesa? —preguntó con una curiosidad sincera, mientras servía un poco de pastel.
Me reí, dándole una respuesta honesta.
—La verdad es que me aburro mucho en mi habitación. Esta es la mejor compañía que he tenido en días, además de Diana. Y además, si me mantengo ocupada en algo agradable, tal vez logre encontrar qué hacer con este lugar. —
Las mujeres intercambiaron miradas, y entendí que, de alguna manera, ya me aceptaban un poco más. No había habido más preguntas incómodas, solo risas y charlas sobre lo que cada una había cocinado esa noche.
Al final, cuando ya todo estaba recogido y me preparaba para irme, me dirigí a Diana y le pedí que me acompañara a mi habitación. Tenía la mente llena de pensamientos, pero estaba satisfecha. El día no había sido tan malo, después de todo.
Al día siguiente, me desperté temprano. Decidí que iba a hacer algo con este cuerpo que, sinceramente, me resultaba un poco... frágil. Quería continuar con las clases de arquería, pero después de lanzar unas pocas flechas, mis brazos ya se sentían como gelatina. No podía seguir así, no podía ser tan débil. Así que me puse un vestido nuevo, de esos que compré el día anterior en esa tienda que tanto me había gustado, y me dirigí al campo de entrenamiento.
El vestido era mucho más cómodo de lo que esperaba. Era sencillo, ligero y no me limitaba tanto como los anteriores, pero seguía siendo un vestido. Y, sinceramente, mis movimientos no eran los mismos.
Justo cuando estaba a punto de darme por vencida con un par de flechas, escuché algo. Miré hacia la puerta y vi al dueño de la tienda de ropa. ¡Qué sorpresa! Estaba allí, con su maletero y su centímetro colgado al cuello, preparado para tomar mis medidas.
—¡Oh! ¿Ya llegaste? —Exclamé, dirigiéndome hacia él con una sonrisa—. Pasa, pasa. Siéntate, vamos a tomar algo mientras espero a que mis criadas lleguen. —
El hombre que acababa de entrar tenía una actitud algo tímida, pero al mismo tiempo una cierta pasión por lo que hacía que me resultó encantadora.
—Mi nombre es Lucian, Duquesa —dijo con una ligera reverencia, todavía algo nervioso.
—Ah, claro, Lucian. El diseñador que va a hacer maravillas conmigo —respondí, guiñándole un ojo mientras tomaba asiento. No podía evitar que me sorprendiera que me hubiera seguido hasta aquí tan rápido—. Pasa, siéntate. Te he preparado un té, y las criadas llegarán pronto para que puedas tomar mis medidas. No me atrevería a dejarte trabajar sin ellas. Sabes, cosas de protocolo. Es una regla un tanto tonta. —
Lucian asintió, aún con una expresión de nerviosismo, pero me sonrió, como si se sintiera algo más cómodo. Yo me relajé, disfrutando de la charla ligera mientras esperábamos que las criadas llegaran.
—Diana me comentó anoche que tu negocio no fue tan bien recibido por otras boutiques. ¿Es cierto? —le pregunté mientras lo observaba con curiosidad.
Lucian soltó un suspiro.
—Sí, es cierto. Las demás mujeres del gremio no me ven con buenos ojos. En especial las que tienen los negocios más establecidos. Pero la calidad de los diseños que hago... eso es lo único que me motiva a seguir adelante. —
Le sonreí, comprendiendo su frustración.
—No te preocupes, Lucas. Tienes un gran talento. Sé que tu trabajo tiene mucho potencial, y espero que puedas demostrarlo. Hoy te voy a poner a prueba, ¡así que hazlo bien! —