Mario Martínez, un estudiante de secundaria, fan de la historia de la antigua Roma, que adquiere la habilidad de invocar legionarios romanos cuando reencarna en otro mundo.
Ahora como Marius Martinus, junto con su emperatriz yandere convocada, junto con sus legiones, conquistará este mundo de fantasía.
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Capítulo 24 - Refugiados
El ejército romano logró defender la capital élfica a tiempo y, a su vez, también repelió al ejército imperial en varios otros lugares.
Una vez finalizada la guerra, el procesamiento de la posguerra quedó en manos del ejército élfico.
El ejército romano aniquiló a los soldados restantes del ejército imperial dispersos por todo el territorio élfico. Pero había un problema importante que impedía que el ejército romano siguiera avanzando.
El problema radicaba en lidiar con la táctica de tierra quemada que realizaba el ejército imperial a medida que se retiraba de territorio élfico. Quemaban todo, campos de cultivo, ganado, incluso quemaban aldeas y masacraban a los habitantes que no se podían llevar como esclavos de las aldeas esparcidas por todo el Reino Élfico.
A medida que el ejército romano siguió avanzando y recuperando regiones de las fuerzas imperiales, más aldeas quemadas con pilas de cadáveres de elfos se encontraban cada vez.
* * *
-Entonces, ¿porqué estás aquí, Clancia?
Dentro de la lectica en camino a la capital élfica, Mario le preguntó a Clancia, quien estaba sentada frente a Mario.
-Eso es porque es mi deber estar contigo.
La reina Adoncia había sugerido que ella sería su protegida, por lo que Clancia se le dio el papel de observadora. Pero ella no ocultó su hostilidad mientras miraba penetrantemente, llena de desconfianza hacia Mario.
-Aunque se parece a Adoncia, en verdad no le molesta en mostrar el escote, y peor con esos enormes pechos. Necesito apartar la mirada... esto envenenaría los ojos de cualquier hombre.
Mario solo pudo encogerse de hombros mientras intentaba apartar la mirada de la voluptuosa figura de Clancia. Sus pechos se balanceaban peligrosamente bajo su túnica ajustada, cuya tela era muy fina. Mientras tenía problemas para saber hacia donde mirar, la lectica continuó su camino hacia la capital del Reino Élfico.
Después de unos minutos, Mario llegó a la capital. Salieron de una de las calles laterales y entraron en la calle principal, desde donde se bajaron de la lectica para explorar la ciudad.
-Esto es realmente sabroso. ¿Quieres comer un poco, Clancia?
El olor de la comida preparada en un puesto de comida callejera cercano. Después de probar la carne, le ofreció a Clancia.
-¡No, estoy bien!
-¿Estás segura?
-Ugh... solo un poco...
-Aquí.
Como hija de la Reina y miembro de la clase noble, no hay muchas ocasiones en las que Clancia pudiera experimentar la ciudad de esta manera. Después de ver a Mario disfrutar de la carne que compró, comenzó a desearla. Después de un largo silencio, y tentada por el delicioso olor, aceptó una porción de Mario. Mirándola fijamente durante un largo rato antes de llevársela a la boca.
-¡Delicioso!
-Eso estuvo realmente bueno.
Mario se ríe después de ver a Clancia hacer una expresión de alegría. Poco después, Clancia se da la vuelta y su rostro se pone rojo brillante. Mario solo pudo devolverle la sonrisa irónica al ver a Clancia tímida.
-¡Suéltame!
A cierta distancia, Mario miró en dirección a la voz que acababa de escuchar. Y en unos instantes, naturalmente, se reunió una multitud de personas.
Mientras Mario se acercaba a la multitud con curiosidad, un adulto sostenía los brazos de una niña que se resistía.
Cuando Mario le preguntó a uno de los pretorianos que estaba pasando, le explicaron que los comerciantes pillaban a los niños de los barrios bajos robando comida de los puestos que había a lo largo de la calle.
-¿No hay suficiente comida para todos? He oído que están distribuyendo raciones a los refugiados.
Después de escuchar tal historia, Mario expresó sus dudas, Conilde intentó responder sus preguntas, pero no pudo decirlo correctamente.
-Aunque mi madre se encargó de la distribución de alimentos para los refugiados durante un tiempo, la cantidad de desplazados aumentó demasiado, hasta el punto en que no había suficiente para todos... El ejército tiene prioridad en lo que respecta al suministro de alimentos.
-¿En serio?
Luego Mario se acerco a uno de sus pretorianos, y tras darle algunas órdenes, el pretoriano se fue a toda prisa hacia el castrum.
Mientras Mario hablaba de esa manera, la multitud se dispersó de manera relajada. Y la niña en cuestión era la única persona que quedaba. Entonces, antes de que alguien se diera cuenta, Mario ya se había dirigido hacia la niña elfa solitaria.
-¿Hmm? ¡Emperador! ¡No, espere...!
-Hey, ¿tienes hambre?
-No te me acerques, no necesito tu ayuda tonto humano.
-¡¿Qué?! Hasta los elfos pobres son arrogantes.
-Vine a ayudar, ¿Podrías decirme que está pasando?
-¡No estaba robando nada!
-Ah, ya veo.
Mario le entrega unos denarios de plata.
-¿Está bien esto?
Cuando la niña vio los denarios de Mario, su expresión se iluminó.
-Con este dinero puedes comprar la comida que quieras. Pero si quieres más, tendrás que hacer algunas peticiones.
-¡¿Qué?!
Cuando dijo "peticiones", la niña miró a Mario con una mezcla de hostilidad y ansiedad. Pero, como estaba segura de que si tendría otra oportunidad, no quería perder esta oportunidad afortunada de conseguir más comida.
-No te preocupes, solo tengo tres peticiones. En primer lugar, me llamó Marius. En segundo lugar, dime tu nombre y, en tercer lugar, cuéntame tu historia.
-¿En serio?
Al principio, la niña elfa pensó que tendría que vender su cuerpo, pero después de escuchar las peticiones de Mario, mostró una expresión de sorpresa y de alivio, con los ojos muy abiertos y parpadeando con incredulidad.
* * *
-Eh... tengo una hermana pequeña que todavía es muy pequeña y mi madre está postrada en cama debido a una enfermedad. A menos que pueda conseguirles algo de comer, no podremos sobrevivir.
-Mmm...
Sentada en un banco de la plaza principal, Gelvina, la niña elfa, respondió con sinceridad a todas las preguntas de Mario, al responder todas sus preguntas, pudo comprar suficiente comida que sus manos pueden cargar.
Después de escuchar todo lo que quería oír de Gelvina, Mario se sumió en sus pensamientos. Luego uno de los pretorianos le informó de un asunto y Mario asintió.
-Hey, ¿puedo irme a casa? Quiero darle esta comida a mi madre y hermana.
-¿Hmm? Si, esta bien. Ya has cumplido con todas mis peticiones y he escuchado lo que quería. Oh, ¿te acompaño a casa? Es bastante peligroso atravesar los barrios bajos llevando toda esa comida.
-Hmm. Está bien.
Gelvina solo pudo acceder a la oferta de Mario.
-Bueno, vámonos.
-Es por aquí.
Mario no cree que la seguridad de los barrios bajos sea segura para Gelvina y decidió acompañarla a su casa, y mientras Gelvina iba de viaje, Mario caminó rápidamente sin quedarse atrás. Al principio, los pretorianos se opusieron a la idea de que Mario pasara por los barrios bajos, pero después de imponerles que son más que suficientes, los pretorianos obedecieron.
-¿Qué es eso?
-¿Por qué demonios...? ¡¿Qué es todo esto?!
Gelvina finalmente llegó a los barrios bajos donde estaba su casa, pero no después de tomar un desvío con Mario, tanto Gelvina como Clancia se quedaron en estado de shock, con la boca abierta ante la vista que tenía ante sus ojos.
-Ah, sí. Son legionarios de mi ejército.
-¡Ya sé quienes son! Estoy preguntando por qué están distribuyendo comida aquí.
Clancia estalló en furia por la respuesta simple de Mario.
Gelvina y Clancia observaron como los legionarios repartían pan entre los refugiados.
-Gracias por hacer esto por nosotros. Yo... eso... es generoso... pagar... puedo... pagarte... creo...
Al principio, el tono de Clancia estaba lleno de vigor y autoridad y se volvió más humilde. Era como una rosa que comenzó a marchitarse debido a su entorno.
-Jaja, no te preocupes. No hace falta pagar, es solo caridad.
-Hey...
-¿Mmm?
Mario le sonríe a la fulminante Clancia, antes de notar un tirón en su toga. Cuando Mario miró para ver quién lo estaba tirando, Gelvina lo miró ansiosamente.
-Todas estas personas, ¿tú las trajiste?
-Si, claro que sí.
-Em, Marius, ¿quién eres?
Gelvina miró a Mario en una mezcla de sospecha e interés.
-Soy el emperador de Roma.
-¡¿Qué... eh... eh... eehh?!
Gelvina alzó la voz en un estado de shock y miró fijamente a Mario por su respuesta.
* * *
Tras conocer la verdadera identidad de Mario, Gelvina se volvió tranquila y mansa, como un gato cuyo dueño no se encontraba a la vista. Llevó a la tímida Gelvina a casa sana y salva. Cuando Mario se despidió de Gelvina, una multitud de refugiados expresó su agradecimiento a los legionarios, después de que les proporcionaran comida. A su regreso al castrum, muchos refugiados desearon volver con ellos.
Al salir de la capital élfica y dirigirse de nuevo al Castrum, Clancia reflexionaba en el interior de la lectica. Corrigió su postura después de un largo rato y de repente se volvió hacia Mario con expresión seria.
-... um... es... hay una cosa que quiero saber.
-¿Sí?
-¿Porque hiciste que tus soldados repartieran comida? Ayudar a los refugiados no te beneficiará.
-Bueno, si lo miras desde una perspectiva de un negocio. Entonces ciertamente es una pérdida.
Mario responde riendo.
-Entonces, ¿por qué?
Clancia estaba confundida por la respuesta de Mario.
-Bueno, no soy santo ni nada, también tengo algunos planes egoístas. Pero si vez a alguien en problemas, ¿no querrás ayudar?
-Además, así será más fácil la anexión del Reino Élfico en el futuro.
La respuesta que Clancia esperaba escuchar era diferente a lo que salió de la boca de Mario.
-¿Esa es la razón?
-¿Por qué no lo sería?
Mario respondió con cara sería. Después de despedirse de Mario, Clancia expresó sus pensamientos.
-Eres muy dulce o más bien amable, de hecho... pero...
Las palabras de Clancia se perdieron en el aire y su voz se volvió suave, para que nadie más pudiera escuchar el resto de sus palabras.
por lo menos dos diarios 😃😃😃😃😃😃/Pray//Pray//Pray//Pray//Pray//Pray//Pray//Pray/