Tres reinos fueron la creación perfecta para mantener el equilibrio entre el bien y el mal.
Cielo, Tierra e Infierno vivieron en una armonía unánime durante millones de años resguardando la paz.
Pero una muerte inocente, fue suficiente para desatar el verdadero caos que amenazara por completo el equilibrio y, la existencia de todos los seres en el planeta.
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Nuevo comienzo, ah por su Alteza
—Yáng Měi, ve más despacio, ¿qué demonios quieres hacer y por qué estamos aquí otra vez? — Dije con irritación mientras trataba de alcanzar el paso ligero de Yáng Měi. Me había sacado de mi palacio demasiado temprano y me había arrastrado a esta maldita ciudad, como siempre, sin decir ni una palabra hasta que llegamos aquí. —Yáng Měi, si no hablas, me iré.
Detuve mis pasos en seco cuando me di cuenta de que ella también se había detenido y miraba fijamente el cartel sobre su cabeza, justo frente a los imponentes pilares que marcaban la entrada al Palacio Bēi guān, el hogar del Huáng dà dì Liú Huó de Dì Yù bān. La miré con duda antes de colocarme a su lado; ella seguía mirando fijamente el majestuoso palacio a lo lejos. Silbé, tratando de calmar mis propios nervios y los suyos, y le dediqué una pequeña sonrisa nerviosa. —Es enorme, ¿verdad? —
Ella me miró dubitativa y asintió torpemente. —Todavía tengo miedo de entrar. Tal vez llegue hasta las puertas y luego me arrepienta, pero es un paso más, ¿no? — Su voz temblorosa y su risa nerviosa revelaban su inseguridad, y su mirada llena de preocupación me contagiaba. Negué con la cabeza y suspiré pesadamente, tratando de mostrar la calma que en ese momento ella no podía tener. —No te presiones. El tiempo decidirá el rumbo de los acontecimientos, y tiempo es algo que tenemos de sobra —.
Me encaminé lentamente hacia el gran palacio, tratando de tomar la iniciativa para calmarla. Yang Měi me miró por un momento más antes de avanzar y retomar el paso, sus manos temblaban ligeramente y sus pasos se volvieron más pausados a medida que nos acercábamos al imponente palacio. Pero a pesar del miedo y la batalla en su mente, reunía valor. —Es por su Alteza —.
Escuché susurrar y apretar sus puños. Reí ante su acto y la seguí, silbando tranquilamente. En teoría, debería estar preocupado en este momento, estábamos a solo unos pasos de llegar al imponente palacio y enfrentarnos a quien, teóricamente, era nuestro enemigo, pero algo dentro de mí me decía que esto era lo correcto. Era casi nostálgico pedir su presencia, aunque recordar el pasado siempre sería nostálgico y amargo. —Ya estamos aquí, no hay vuelta atrás, ¿verdad? —.
Palmeé el hombro de Yáng Měi y asentí en respuesta. —Todo estará bien, pero si llega a atacarnos, ten por seguro que te lo lanzaré y saldré corriendo —.
Yáng Měi abrió los ojos y bufó con arrogancia, pero pude notar cómo sus hombros se relajaban y me devolvía la mirada con una leve sonrisa.
El resto del trayecto al palacio Bēi guān fue sorprendentemente tranquilo, aunque estábamos conscientes del control de Liú Huó en sus tierras, nunca antes nos habíamos aventurado tan adentro de Dì Yù. Desde el momento en que atravesamos los imponentes pilares, el silencio y la calma durante el camino resultaban perturbadores.
Nos llevó el tiempo que tarda en quemarse un incienso llegar a las puertas del palacio, y para nuestra sorpresa, la única guardia que custodiaba aquel lugar imponente eran dos simples demonios de sombra. Miré a Yáng Měi y ella encogió los hombros, igualmente confundida. Me acerqué con cautela al guardia que no apartaba la mirada de las grandes puertas, aunque era muy probable que estuviera consciente de nuestra presencia. Me detuve frente a él e hice una reverencia como señal de respeto antes de mostrarle mi jade de identidad.
"Dioses y demonios viven en una tregua desde hace setecientos años, pero ello no significa que estemos necesariamente en paz y armonía", comencé a explicar. —Todos en el plano celestial saben que Liú Huó tiene el control de esta tregua, y nadie se atreve a ofenderlo. Vengo a solicitar la presencia de Bì xià Liú. Tenemos noticias importantes que comunicarle desde el plano celestial.
El ser frente a mí me escudriñó de pies a cabeza antes de volver su mirada impasible hacia adelante. Después de unos segundos, me miró nuevamente y dijo con indiferencia: —Vamos, sal de aquí. No molestes. ¿Acaso crees que cualquiera puede solicitar la presencia de Bì xià? Es mejor que te largues antes de que vengan por ti. Los dioses no son bienvenidos en las tierras del gran Huáng Dà Dì de Dì Yù Bān.
Me irrité al escuchar sus palabras, pero en el fondo sabía que era muy probable que no quisiera ver nuestra presencia, considerando la tolerancia que ya nos había mostrado al permitirnos llegar hasta allí. Aun así, quise refutar aquellas palabras, pero antes de que pudiera decir algo, una sombra atravesó la puerta sin abrirla. Los seres que custodiaban el lugar simplemente se apartaron y quedaron en absoluto silencio. En un solo movimiento, se volvieron hacia el hombre que acababa de aparecer y realizaron una marcada reverencia.
El hombre ante ellos era joven, elegante e imponente. Su cabello era tan negro como la noche y sus ojos blancos reflejaban la melancolía como la luna misma. Suspiró negando con la cabeza cuando sus ojos se posaron en nosotros, luego movió la cabeza y los seres se retiraron en completo silencio. —Están aquí. Bì xià los ha estado esperando, por favor, síganme—, dijo con una voz suave.
Esas fueron las únicas palabras frías e insignificantes que salieron de su boca antes de darnos la espalda y comenzar a caminar hacia el interior de las puertas que, en ese momento, noté que se habían abierto.
Sentí cómo cada hebra de cabello en mi cuerpo se erizaba, apreté fuertemente los puños y no supe en qué momento reuní el valor necesario para detener los pasos de aquel hombre. Agarré con fuerza la manga de sus túnicas y lo jaleé, obligándolo a girar y enfrentarme. —¿Es todo lo que dirás? ¿Después de tantos años? ¿Ni siquiera estás sorprendido de verme aquí?—, le pregunté con angustia.
El hombre frente a mí suspiró pesadamente y negó con suavidad. —Ahora no, solo camina. Bì xià espera —respondió con voz serena.
Mi corazón se detuvo y sentí las cálidas manos de Yáng Měi en mi espalda. La miré con tristeza y ella negó suavemente, sin entender. Después de tantos años, finalmente nos reuníamos fuera de las grandes guerras, pero parecíamos más extraños que nunca. No estaba acostumbrado a su indiferencia. A pesar de los años, no podía acostumbrarme a esa frialdad, especialmente después de la calidez que mantenían los recuerdos de nuestra infancia. "¿Realmente las cosas han cambiado tanto?", pensé mientras apretaba fuertemente las manos y seguía en silencio sus pasos. Los pasillos del lugar eran oscuros pero elegantes, impregnados del aroma del loto y decorados con pequeñas luces flotantes que convertían el lugar en una obra de arte. Me esforcé por apreciar el recorrido y alejar la pesadez de mi pecho. A pesar de la tristeza que me invadía, no pude evitar perderme en la belleza del entorno. —Es realmente hermoso—, comentó Yáng Měi. Asentí con una sonrisa. —Lo es, y estoy tan sorprendido como tú. No es... como lo esperaba—, respondí.
El hombre de negro que nos acompañaba bufó suavemente y con su voz calmada, dijo: —¿Qué es lo que realmente esperaban? ¿Fuego, lodo, una caverna llena de cráneos? —. Su tono era neutral y serio, pero no mostraba mala intención. Aunque no era mucho, sentí cierta paz y una sonrisa se dibujó en mi rostro ante la melodía de su voz. —Bueno, considerando que es el palacio Bēi guān, sí, eso es precisamente lo que me imaginaba. Incluso esperaba ver un perro de dos cabezas al lado de su trono. ¿Por favor, dime que hay uno? —, bromeé.
Los pasos del hombre se detuvieron y volvió la mirada hacia mí. Pude notar cómo sus labios se curvaban levemente, apenas perceptible pero hermosa sonrisa. Fueron solo dos segundos, luego apartó la mirada hacia el suelo y continuó caminando, susurrando suavemente: —Siempre has tenido tanta imaginación.
La suave sonrisa que iluminó su rostro llenó mi corazón de una calidez inexplicable. Sin embargo, en un instante, todo cambió. Carraspeó su garganta y su mirada se oscureció nuevamente. Puso las manos detrás de su espalda y continuó caminando, soltando un leve susurro. —Lo siento, sigamos adelante, luego tendrán tiempo de recorrer el palacio—.
Aunque solo pasaron unos segundos, fue suficiente para darme cuenta de que mi hermano, a quien tanto había extrañado, todavía estaba aquí, naciendo una nueva esperanza en mí.
Quizás mi estado de ánimo se hizo evidente, porque Yáng Měi se aferró a mi brazo y sonrió tontamente mientras me miraba. —Estoy segura de que tendrán mucho tiempo para arreglar las cosas, SǒngSǒng—.
Susurró suavemente mientras sacaba un abanico de su manga y lo colocaba frente a sus labios sonrientes. Sabía que se estaba burlando, pero también sabía que me estaba consolando, así que no pude evitar sonreír con optimismo. —Mm, eso espero—.
Sin darme cuenta, nos encontrábamos frente a unas enormes puertas que parecían estar hechas del jade más fino. Lí YànYàn sacó un pequeño pétalo de cristal rojo de sus túnicas y lo encajó en la hendidura de la puerta, en perfecta armonía con aquella pequeña obra de arte. Las puertas se abrieron lentamente, revelando una oscuridad innata. Él me miró y me dedicó una pequeña sonrisa antes de hablar. —Es solo un pequeño sistema de seguridad, no tengan miedo. Vamos, no se queden atrás o se perderán, y es imposible salir del palacio sin las llaves—.
Extendió su mano y entregó una cinta a Yáng Měi y a mí. Nos guió lentamente hacia el interior del palacio mientras lo seguimos con paso firme, tomando conciencia de lo que estábamos a punto de hacer. Estábamos tan distraídos que todo el nerviosismo y la paranoia habían desaparecido por un momento, pero al estar aquí, a solo unos pasos, el miedo regresó abruptamente, especialmente al darnos cuenta de que él sabía de nuestra presencia. No sabía si eso era realmente algo bueno, pero todas las dudas se dispersaron cuando entramos por completo al palacio Bēi guān y lo vimos frente a nosotros, sentado en un imponente trono de huesos negros, luchando desesperadamente para quitarse de encima a otro hombre.
—¡Vamos! ¡Dame un abrazo, HuóHuó!—
Un hombre alto con elegantes ropas y cabello rojo vibrante estaba encima de Liú Huó, tratando de abrazarlo, mientras él solo intentaba deshacerse de él de una forma demasiado cómica para ser el temido Huáng Dà Dì del que todos hablan. Carraspeó su garganta y dijo: —Bì xià—...
Tanto Liú Huó como el misterioso hombre giraron hacia la suave voz que solicitaba su atención. Liú Huó pateó al hombre como si estuviera ardiendo y luego acomodó su ropa toscamente mientras se frotaba la sien. —Siento la desagradable escena que acaban de presenciar —dijo, lanzando una mirada asesina al hombre a su lado. Este lo miró y colocó el abanico sobre su boca, fingiendo ofensa en su rostro. —¿Qué tiene de malo intentar abrazar a mi pequeño hermano? Demostrar afecto es importante en una familia —declaró.
El hombre de cabello vibrante hizo una mueca de tristeza falsa y se acercó a nosotros, deteniéndose frente a mí y mirándome de pies a cabeza. —Qué interesante. La familia está unida otra vez, ¿no estás feliz, Xiǎo Yàn? —me dijo.
Lo miré con recelo, y Li YànYàn puso una expresión difícil de descifrar, pero no dijo nada. —Vamos, Chǒu Tài, déjalos en paz. No vinieron aquí para tu entretenimiento —intervino.
Chǒu Tài inclinó la cabeza y sonrió de reojo a Liú Huó. Luego se rió y volvió su mirada hacia Yang Měi, le dedicó una sonrisa y se dio la vuelta. Le susurró algo al oído a Liú Huó y se despidió de una manera excesivamente animada e infantil, desapareciendo lentamente entre las sombras. —Me disculpo nuevamente —dijo.
Liú Huó se levantó lentamente y nos miró seriamente. A pesar de que su mirada era helada, no transmitía ningún sentimiento de hostilidad o peligro hacia nosotros. —Acompáñenme. Hablaremos en un lugar menos formal. Supongo que no están aquí por asuntos del plano celestial, ¿verdad? —comentó.
Sentí cómo mi cuerpo se relajaba al ver su mirada, y lo seguimos en silencio. YànYàn avanzó con delicadeza y realizó la misma acción de la entrada: el pétalo en la puerta y luego una habitación iluminada en exceso. El lugar emanaba una tranquilidad que contrastaba con las bulliciosas calles de la imponente ciudad. YànYàn nos hizo una señal para que nos sentáramos, y no pudimos evitar preguntar a Liú Huó: —¿Nos estabas esperando? —
Él se sentó en el primer asiento de la gran mesa y nos indicó que hiciéramos lo mismo. Apoyó su cabeza entre sus manos. —Desde hace muchos años. No hay nada que suceda en Dì Yù que pueda escapar de mis ojos. Estas son mis tierras —afirmó con los ojos cerrados en un gesto nostálgico, mostrando una gran tristeza en su rostro. Luego nos miró—. Pueden estar tranquilos. Jamás dañaría a los amigos de su Alteza, menos a aquellos a quienes considero sus propios hermanos.
Miré sorprendido, pero nada en sus ojos mostraba falsedad y mucho menos maldad. Él simplemente estaba lleno de una enorme y desconsolada tristeza; había tanto dolor que sus ojos no podían ocultarlo. —Nosotros... Sabemos que no tenemos derecho ante Su Alteza, decir que somos inocentes al pecar de ignorantes no es justificación suficiente. Pero, solo por esta vez, Bì xià Liú, déjanos ver a Su Alteza—...
Yáng Měi apretó fuertemente sus manos y mordió su labio para evitar llorar, mientras dirigía su mirada ferviente a Liú Huó. Él simplemente negó. —Yo fui el más grande pecador. No podría prohibirles la entrada; él me odiaría aún más si se enterase de ello. Jamás prohibí su entrada a Dì Yù porque sabía que vendrían a verlo—.
«Esto es lo menos que puedo hacer por Su Alteza».
Dedicó una mirada consoladora a Yáng Měi. —Lo único que me importa saber es si están dispuestos a seguir sirviendo fielmente a Su Alteza, incluso en contra de los cielos—
Sabíamos que preguntaría por eso y lo miramos con determinación. Pero antes de que pudiéramos decir algo, Yang Měi arremetió apresuradamente. —¡Jamás! Jamas dejamos de ser los súbditos de Su Alteza Xuě Tiān, y jamás cambiaremos nuestra lealtad—.
La mirada de Liú Huó se ensombreció lentamente y la miró con altivez. —Los años y el poder dan frutos, dama Yang. Y con el tiempo he aprendido a no confiar ni siquiera en mi propia sombra. Así que discúlpeme por no darle mucho peso a sus palabras—.
La mirada de Yáng Měi se llenó de pánico, pero rápidamente volvió a la normalidad y le dedicó una mirada completamente seria. —No estoy jugando, ni pretendo ser impetuosa con mis palabras. Soy una diosa, no una niña. Jamás cambiaré mi lealtad hacia Su Alteza—.
Yáng Měi enderezó su espalda y habló sin apartar la mirada de los ojos de Liú Huó. —Tal vez y muy seguramente, mi dolor ante la pérdida de Su Alteza no fue tan grande como el suyo, pero el hecho de que su partida haya desgarrado mi corazón no cambiará por más que pase el tiempo. El príncipe Xuě fue más que un gobernante para mí; es mi mejor amigo y mi hermano de toda la vida, y eso incluye después de su muerte—.
Él asintió y la miró apoyando la barbilla entre sus manos. Una leve sonrisa se mostró en su rostro antes de hablar. —No pondré eso en duda ni por un momento, y aunque mis palabras sean frías, debe entender que no correré ningún riesgo más, dama Yáng—.
La mirada de Yáng Měi volvió a la normalidad, asintió levemente y me dedicó una mirada. —Bì xià Liú, por favor, nuestra intención es cooperar y ayudarle a traer de vuelta a su Alteza. Realmente deseamos enmendar la ignorancia con la cual hemos vivido durante tantos años. Su Alteza es realmente importante para nosotros y si tienes la forma de traerlo de regreso, no dudes en contar con nosotros. Estamos dispuestos a renunciar a los cielos y servir en su nombre—.
Liú Huó alzó excesivamente una ceja y sonrió con altivez. —Un noble dios, ¿dejará los cielos para convertirse en un humilde servidor? Vaya, eso es algo que no se ve todos los días—
Lo miré con la mayor seriedad y continué, —Daría mi vida por el príncipe heredero. Ser su sirviente no es nada en comparación con lo que estoy dispuesto a hacer—.
La mirada de Liú Huó se ensombreció, —Entonces, no dejes de ser un dios—.
Lo miré dubitativo y molesto, pero antes de que pudiera hablar, él se adelantó, —No dejes de ser un dios y utiliza tu posición para permitirme entrar en los cielos. Si realmente están dispuestos a todo por su Alteza, entonces deben ayudarme a destruir a su Yù Huáng Dà Dì—.
Lo miré con duda, pero asentí cuando Yáng Měi tomó mi mano y me dio su aprobación. —Lo haremos, te ayudaremos a vengar a su Alteza real. Haremos cualquier cosa por él—.
Una risa socarrona resonó desde la oscuridad y el hombre con cabello vibrante salió apoyándose en el respaldo de Liú Huó. —Bien, entonces, ¿cuándo nos vamos?—
Los miré dubitativo y él sonrió. —Para mantener vivo a su Alteza hasta el día que despierte, tenemos que darle almas cada cierto tiempo. Los reyes pagan su cuota entregándome la vida de las más grandes escorias mortales, a cambio de mantener fuera a los demonios de Hēiyù. Esas almas están condenadas a entrar a Hēiyù, así que simplemente reclamo lo que es de mi propiedad y, al mismo tiempo, me aseguro de mantener un equilibrio entre ambos planos—.
Yáng Měi miró horrorizada y golpeó la mesa con sus manos. —¿Cómo te atreves? Le das almas contaminadas a su alteza. ¿Qué clase de ser despreciable eres?—
El hombre a su lado rió estruendosamente, —Xiǎo Huó, creo que esta dama terminará matándote si no te expresas mejor—.
En un abrir y cerrar de ojos, aquel hombre de cabellos rojizos se encontraba al lado de Yang Měi, sentado en la mesa, mirándola con una cara difícil de descifrar. —Gūniang, usted es una diosa. Debería saber que un extractor de almas no solo sirve para guardarlas, sino también para purificarlas. Si mal no recuerdo, los extractores de almas son creados en los templos taoístas por los monjes para purificar las almas de los demonios—, dijo con una sonrisa el Hombre, sacando un abanico de su manga y abriéndolo para llevarlo a sus labios mientras reía suavemente. —No ponga esa cara, tiene un rostro demasiado hermoso como para arruinarlo con esos gestos—, añadió.
Yang Měi se ruborizó violentamente y se sentó, escondiendo su rostro detrás de mí. —Lo siento, me precipité... lo siento—, murmuró avergonzada.
Liú Huó negó ante la escena, como si fuera lo más natural del mundo que alguien lo tratara con tal arrogancia, y nos miró sin rastro de enojo. —Deberían prepararse para partir. Si han tomado la decisión de dar la espalda a los cielos, no tardarán en saberlo. Pero antes de ello, tenemos que encontrar la matriz que pueda soportar la energía resentida del ejército de Dì Yù Bān. Será un largo viaje—, advirtió.
Miré a Yang Měi con determinación y le asentimos en señal de confirmación. Ella me miró con esperanza y dijo suavemente: —¿Nos permitirás ver a su Alteza? Solo una vez antes de marchar, no pido más—.
Él la miró y asintió reacio ante el tema. Sus ojos reflejaban un cambio abismal cuando se mencionaba estar ante su Alteza Xuě. El dolor en los ojos de aquel hombre era casi palpable, angustiando el alma incluso del ser más frívolo que existiera en la faz de esta tierra. Quedaba completamente claro el sentimiento que abordaba el corazón del temible Bì xià Liú Huó.