A los dieciocho años, me vi obligada a casarme con Aureliano Estrada, un hombre poderoso, atractivo e inteligente, pero también un despota que se había encaprichado conmigo. Lo odiaba profundamente, ya que su ambición me había obligado a renunciar al amor de mi vida, Marcos Villasmil, el chico más guapo y dulce que jamás había conocido. Nuestro amor era real y puro, pero mis padres no lo aceptaban; al menos eso me hacían creer. Cada día en la vida con Aureliano se sentía como una prisión dorada. Aunque tenía todo lo que muchos desearían: una mansión, fiestas lujosas y la admiración de la sociedad, mi corazón seguía anhelando la libertad que había perdido junto a Marcos. La sombra de su recuerdo me seguía, recordándome lo que realmente importaba: el amor verdadero y la felicidad genuina. Mientras navegaba por esta nueva vida impuesta, comenzaba a cuestionar mis decisiones y a buscar maneras de recuperar el control sobre mi destino. Sabía que no podía seguir viviendo así, atrapada entre las expectativas de mis padres y el dominio de Aureliano
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Capítulo X Un viaje inesperado
Punto de vista de Aureliano
Ver caminar a Veronica por el pasillo del altar me lleno de un sentimiento extraño, ella era como una princesa de cuentos de hadas, cada detalle de su atuendo estaba confeccionado pensando en su belleza, pero la realidad me golpeó cuando vi la tristeza reflejada en su rostro. Sabía que estaba obligada a casarse conmigo. Soy una bestia por haberla tratado como la trate la noche anterior. Yo sabía que ella no me quería y aún así insistí en este matrimonio y aunque quisiera deshacer todo, ya era imposible. Había algo que no me dejaba darle su libertad.
Cuando llego a mi lado no pude evitar decirle lo hermosa que se veía; sin embargo, ella no reaccionó de la manera que esperaba y me salió con algunas verdadera. Debido a mi carácter explosivo no pude controlar mi lengua y le dije cosas que realmente no sentía.
Después de la ceremonia fuimos al auto y de caminó hasta el salón de fiesta ella me dijo varias cosas que me dejaron pensando. Ella amaba a otro hombre y solo se casó conmigo por la presión familiar. Sus palabras me dolieron, no entendía que me estaba pasando con esa niña, nunca antes me había sentido tan atraído por una mujer así como ella me atraía.
Después de su confesión no tuve palabras para contestarle; así que me limite a ver por la ventana del auto. Al llegar al salón la hunde a bajar del auto, su vestido era demasiado para su pequeño cuerpo así que perdió el equilibrio y estuvo a punto de caer. Mi agilidad fue mayor y pude sostenerla entre mis brazos antes de que tocara el suelo. Sus hermosos ojos azules se encontraron con los míos y un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. Algo se había despertado en mi, algo me atraía a esta niña que ahora era mi esposa.
“Ten cuidado. No quiero pasar la noche de bodas en el hospital”, solo quise hacerle una broma; sin embargo, la mención de la noche de bodas la hizo poner nerviosas.
No era mi intención que se pusiera así, pero ya no había vuelta de pagina, entramos al salón y uno de los camareros nos llevó hasta la mesa que estaba decorada solo para los dos. Como un caballero la ayude a sentarse, debía estar cansada por llevar ese enorme vestido.
“Si quieres poder ir a ponerte algo más cómodo”, le sugerí con preocupación.
“No es necesario. Gracias”, ella estaba distante y no la culpaba en este momento hasta yo mismo me odiaba.
“Voy a realizar una llamada, si necesitas algo me avisas”, Veronica me miro extrañada, era como si no confiara en mi.
Fui a realizar la llamada, era muy importante, ya que había cambiado de planes y quería llevar a Veronica de luna de miel. Al principio pensé no hacerlo, pero ya ella ha pasado por mucho y quiero que tenga un instante de tranquilidad. Debo resarcir de alguna manera lo que le hice.
Iba de regreso hasta nuestra mesa y vi que ella estaba hablando con su padre, en su mirada había desesperación, algo no estaba bien. Así que me apresuré para llegar a ellos. “¿Todo bien?”, pregunte viendo a Veronica.
“Todo está bien, solo quise venir a saludar a mi hija y a desearle mucha felicidad en su nueva vida”, no creí una sola palabra de lo que mi suegro estaba diciendo, la rigidez en el cuerpo de Veronica y su mirada evasiva me hizo entender que algo le estaba pasando.
Marcos se levantó y luego de despedirse se alejó de nuestra mesa. Por mi parte me senté al lado de Veronica, quien no se veía bien. “¿Pasó algo?”, le pregunte con preocupación.
“Estoy bien, solo un poco cansada”, respondió con la voz apagada.
“Si lo deseas nos podemos ir. Te confieso que no me gusta ver tanta gente junta”, ella me miro sorprendida.
“Pero fuiste tú quien decidió una ceremonia y recepción así”, respondió mirándome incrédula.
“Fue una estupidez y me disculpo por eso en realidad me hubiera gustado algo más tranquilo”, dije con sinceridad.
Note como la expresión de Veronica se fue relajando, me sentí más tranquilo al ver que ya no estaba tan tensa. Nos quedamos por una hora más, pero el cansancio en ella era muy notorio, le pedí que nos fuéramos del salón, a lo que ella aceptó. Me tenía confundido el hecho de que ella no se negara a salir del salón.
La tome de la mano y después de despedirnos de nuestras familias y amigos salimos rumbo al aeropuerto.
“¿A donde vamos?”, pregunto al ver que salíamos de la ciudad.
“Vamos a la pista de avión privada de la familia Estrada”, respondí sin darle importancia a las palabras.
“¿Saldremos de viaje?”, pregunto confundida.
“Si, tengo algo de trabajo en otra ciudad. Solo serán unos días”, dije despreoc. En realidad quería darle una sorpresa y no se sintiera presionada.
“Necesito cambiar mi ropa”, comentó mirando por la ventana.
“En el avión lo puedes hacer, ya está todo listo para nuestra llegada”, ella no dijo nada más. Suspiro profundo y se quedó mirando por la ventana del auto. Minutos después llegamos al aeropuerto, le pedí a una de mis asistentes que buscaran algo cómodo para mi esposa, nos tocaba esperar un rato, ya que habíamos llegado muy temprano y el vuelo todavía tardaría media hora para salir.
Mientras que esperábamos Veronica fue a cambiarse de ropa, yo me quite la chaqueta y la corbata, me sentía atrapado en esa ropa. Me senté en la sala de espera y cerré los ojos, tenía que buscar la manera de ganarme la confianza de Veronica, ella no se veía bien y eso me tenía preocupado.
Unos minutos más tarde sentí que alguien se sentó a mi lado. Abrí los ojos y noté que Valeria había vuelto. Se veía hermosa en ese conjunto que mi asistente le había escogido.
“¿Estas más cómoda”, pregunte para sacarle conversación.
“Si, gracias. Sentía que me estaba asfixiado en ese vestido”, contesto viéndose más tranquila.
Al poco tiempo nos llamaron para abordar el avión, la lleve de la mano hasta la zona de abordaje y sin más subimos. Por instantes podía ver que Veronica se perdía en sus pensamientos. Tenía tantas ganas de saber que pasaba por su cabeza.