En el reino de Altravia, Selene, una princesa atrapada entre el deber y su corazón, se ve obligada a buscar esposo para salvar su linaje. Sin embargo, lo que comienza como un juego de alianzas políticas se complica cuando se enamora de Ascensio, un joven cazador con un secreto oscuro e inconfesable: cada noche de luna llena, una maldición lo transforma en un hombre lobo.
Mientras Selene lucha por descubrir la verdad detrás de los rostros sonrientes de sus pretendientes, Ascensio se enfrenta a su propia naturaleza monstruosa, intentando proteger a la mujer que ama. Pero en las sombras del bosque, fuerzas más oscuras conspiran para desatar una tragedia que podría cambiarlo todo.
Un romance prohibido, intrigas cortesanas y un misterio sobrenatural se entrelazan en esta historia de amor, ambición y redención, donde la luna ilumina tanto los secretos como las verdades más ocultas.
¿Lograrán Selene y Ascensio superar las barreras que los separan, o sucumbirán al peso de sus destinos cruzados?
NovelToon tiene autorización de Sagigetzu para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Capitulo 24: Piezas
El Valle de los Gritos revelaba poco a poco su verdadera naturaleza. Sus ecos parecían alimentarse de las emociones de quienes osaban adentrarse en él, miedo, dolor, y sobre todo, el arrepentimiento. Ascensio y Mael, ahora forzados a coexistir en esta encrucijada, no tenían más opción que continuar avanzando, pero sus razones no podrían ser más distintas.
Mientras avanzaban por un sendero sinuoso, flanqueado por acantilados que parecían susurrar secretos oscuros, otros personajes comenzaron a surgir en esta historia. Eran figuras que habían sido arrastradas al Valle por razones propias, conectadas de formas inesperadas con el pasado de Ascensio y Mael.
Elira había pasado años persiguiendo una figura esquiva: la mujer que había destrozado su pueblo muchos años atrás, dejando tras de sí un legado de oscuridad. Armada con dagas encantadas y una determinación férrea, ella había seguido el rastro de Cintia hasta el Valle. Su mirada era implacable, pero bajo esa fachada había una herida profunda, una hermana perdida en aquel ataque inicial. A pesar de su fortaleza, el Valle comenzó a exponer sus inseguridades, mostrándole visiones de su hermana llamándola entre lágrimas.
Elira se topó con Ascensio y Mael en un claro donde la niebla formaba figuras que parecían devorar el aire. Inicialmente, pensó en enfrentarlos, pero la presencia de Ascensio llamó su atención.
—Ese rostro... —susurró, reconociéndolo de una visión en el pasado—. Tú eres parte de esto.
Ascensio, extenuado emocionalmente, no respondió. Fue Mael quien la enfrentó.
—Si buscas justicia o venganza, alinéate conmigo. Ese hombre es la raíz de todo mal.
Pero Elira no se dejó convencer.
—Ambos tienen sangre en las manos. Si realmente quiero respuestas, será yo quien las tome —replicó, manteniéndose distante.
Mientras la tensión crecía entre ellos, otras presencias comenzaron a surgir: un grupo de personas, perdidas durante años en el Valle, lideradas por un anciano llamado Ralios. Su piel estaba marcada con cicatrices negras, rastros de una corrupción que el Valle parecía imprimir en aquellos que permanecían demasiado tiempo. Ralios había sido un erudito, un guardián de las historias antiguas, y reconoció a Mael y Ascensio al instante.
—El hombre marcado por el odio y el portador de la llave —murmuró, señalándolos con dedos huesudos—. Las profecías hablaban de ustedes. Dos almas condenadas a decidir el destino de este mundo.
Mael frunció el ceño.
—No necesitamos un profeta. Necesitamos respuestas. ¿Cómo escapamos de este lugar?
Ralios rió, una risa seca que resonó como un lamento.
—¿Escapar? Nadie escapa del Valle. Solo aquellos que enfrentan sus verdades más oscuras sobreviven. Y aun así, a qué precio...
Las palabras de Ralios resonaron con fuerza en Ascensio, quien comenzó a tener visiones más intensas de Selene. No eran solo recuerdos, sino representaciones distorsionadas, como si el Valle intentara manipular su percepción. En una de ellas, vio a Selene abrazando a un niño pequeño, un niño con su rostro.
—¿Qué es esto? —susurró, sintiendo que su pecho se comprimía.
Ralios, al percibir su angustia, le susurró una advertencia.
—El Valle no solo refleja tu dolor, lo magnifica. Lo convierte en arma. No confíes en lo que ves.
Mael también empezó a experimentar algo similar. En un rincón de su mente, vislumbraba a Cintia no como la mujer corrupta en la que se había convertido, sino como la joven con la que había soñado una vida. Su risa, sus caricias, todo parecía tan real que por un momento bajó la guardia.
Pero justo cuando ambos hombres estaban al borde de perderse en sus visiones, Elira los interrumpió.
—¡No es real! —gritó, lanzando una daga que pasó rozando la cabeza de Mael, despertándolo de su trance—. El Valle quiere consumirlos. Si ceden, no habrá vuelta atrás.
Con los fantasmas de sus pasados persiguiéndolos y los susurros del Valle intensificándose, Ascensio, Mael, Elira, y los errantes de Ralios se vieron forzados a unirse. Elira marcó el próximo destino en el camino: una antigua fortaleza en el corazón del Valle donde, según las leyendas, yacían respuestas sobre cómo enfrentarse a Cintia.
Ralios, sin embargo, advirtió:
—No busquen victoria. En el Valle, cada respuesta tiene un costo.
Mientras avanzaban, el peso del pasado se hacía más evidente en todos ellos. El Valle no era solo un escenario, era un personaje en sí mismo, un reflejo de los pecados que cada uno arrastraba y el juicio que debían enfrentar.
Y aunque la tensión entre Ascensio y Mael seguía presente, el Valle se aseguraba de que la verdadera amenaza no fuera el uno contra el otro, sino el abismo que se formaba dentro de ellos mismos.