María Elena Collazo trata de hacer hasta lo imposible por libararse de las garras de su suegra y de su alcohólico esposo. ¿Hasta qué punto podrá soportar ese infierno? Esta historia es totalmente ficticia. Todos los personajes y vivencias fueron creados por la mente de su servidora. Cualquier semejanza con la vida real es mera coincidencia.
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Ojo de hormiga
Al día siguiente, Vicky ya había preparado el desayuno.
Al ver a Ardan y a Elena salir del cuarto, se asombró, ¿durmieron juntos?
Sí, perdóname, yo sé que es tu casa, pero...
No te fijes, esta es tu casa también y puedes hacer lo que quieras.
Gracias, no sé qué decirte.
Pues no me digas nada y vamos a desayunar.
De vez en cuando Ardan y Elena se miraban. En sus rostros se leía el amor que se tenían.
La empresa seguía su curso.
Elena trabajaba con ella en lo que se resolvía su problema.
Ardan buscó un buen abogado, quería que Elena recobrara su patrimonio.
Un día en que ambas mujeres estaban trabajando llegó una mujer preguntando por Elena.
Yo soy, ¿qué se te ofrece?
Buen día, soy Leticia, la esposa de Moisés de la Vega.
Hola, yo no sabía nada, él inventó una boda para despojarme de todo.
Lo sé, lo conozco como a la palma de mi mano. Solo quiero saber si tienes una pista de dónde puede estar.
La verdad, no, pero él se quería comprar una casa en Polanco. No sé si sirva de algo esa noticia.
Leticia chascó los dedos. ¡Eso es, Polanco!, alguna vez me dijo que ya tenía vista una casa justo ahí. No recuerdo bien la dirección.
Gracias, Elena, te aseguro que pagará por todo el daño que nos ha hecho, también Aranza pagará.
.
.
El abogado se movía rápido. Buenas tardes, tenemos una orden de cateo.
¿Qué es esto?, dijo el "dueño" de la empresa de arquitectura que antes era de Elena.
Al parecer, el contrato de compra de esta empresa no es legal. Debemos checar todo.
Está bien, pero le aseguro que todo es completamente legal.
Eso ya lo veremos. Por lo pronto, se cerrará hasta nuevo aviso. Se tendrá que pagar una multa, pero primero debemos catearla.
Adelante, dijo el compañero, el que nada debe, nada teme.
Los dos hombres se miraron uno al otro cuando la policía entró.
¿Quieren hacer el favor de esperar aquí en lo que los compañeros checan?
De acuerdo, dijeron ambos.
A los empleados los llevaron a otro salón.
Checaron hasta el último rincón.
Hasta que uno de ellos encontró algo.
Aquí, vengan...
¿Qué es eso?, preguntó uno.
Es un látigo, y tiene sangre.
Un oficial sacó una bolsa para pruebas y se la dio al otro para que lo echara ahí.
Debemos investigar a quién pertenece la sangre y ver las huellas.
Otro dijo:
Acá hay algo.
Era una pulsera de oro. ¿De quién será?, ¿desde cuándo estará aquí?
No sé, pero por la sucia que está debe de tener más o menos un mes y medio.
Después de una hora de cateo, los oficiales informaron que se cerrará la empresa hasta nuevo aviso.
Los dos hombres no tuvieron más remedio que acatar la orden.
¿Podrían decirnos quién les vendió esta empresa?, preguntó la policía, todavía no se iban.
Moisés de la Vega nos vendió la empresa. Según dijo que su esposa estaba de acuerdo y ya estaba firmado por ella.
Creo que hubo fraude. Así es que la empresa no se volverá a abrir hasta que no se aclare todo. Lo más conveniente es que liquide a sus trabajadores. Y más le vale que tenga un colchón por ahí porque tendrá que regresar todo el dinero que se generó a partir de que ustedes la compraron porque la empresa tiene dueño.
¿Y a nosotros quién nos va a dar el dinero que invertimos en esta empresa?
En cuanto demos con Moisés él se encargará de regresarles todo el dinero. Además, le decomisaremos todo lo que ha comprado con dinero ajeno.
Le juro, oficial, que nosotros actuamos de buena fe.
Eso lo veremos, por lo pronto la empresa está clausurada, ¿estamos?
De acuerdo.
Dos días después, llegaron a la comisaría los resultados del laboratorio.
Esto está más claro que el agua; aquí dice que las huellas que se encontraron en el látigo son de Moisés de la Vega y la sangre es de María Elena Collazo.
Ahora más que nunca debemos dar con Moisés.
Este mismo día se presentó Leticia a la comisaría.
Buenas tardes, le tengo nuevas pistas; según Elena, mi esposo tenía deseos de comprarse una casa en Polanco deberían de empezar por ahí.
Señora, ¿sabe que Polanco es muy grande?
Bueno, pues algo es algo ¿no?
Está bien, haremos lo posible por dar con ese hombre.
Manténgame informada, por favor.
Desde luego que sí.
Y así se inició una búsqueda incansable de Moisés la Vega. La colonia Polanco se vio invadida de policías rompiendo la tranquilidad habitual.
Los que habitaban ahí veían con curiosidad, estas escenas eran poco comunes.
Aranza vio a la policía y le pidió a su hijo que no saliera para nada.
No vayas a salir, yo hablaré con ellos, digo, si es que vienen aquí.
Los policías iban de casa en casa.
Nadie los había visto.
Una mujer mayor habló.
Hace poco llegó una pareja, parece que son madre e hijo, pero no sé si sean los que busca.
¿Cuál es la casa?
Es la 350, dijo la mujer.
Rápido, vayan ahí.
Pero Aranza fue más rápida, y cuando los policías tocaron, Aranza y Moisés ya se habían salido por la puerta de atrás.
Rodeen la casa.
Cuando fueron a la puerta trasera la encontraron abierta.
Se han escapado, ¿serán los que buscamos?
Puede ser, ¡rápido, peinen la zona!
Inmediatamente, inició la búsqueda incesante.
Media hora después, no habían logrado dar con ellos.
Una llamada los distrajo.
El oficial que fungía como jefe les dijo:
Han encontrado anomalías en el contrato de compra de la empresa de arquitectura. Todo fue un fraude de ese tal Moisés. Es una verdadera fichita.
¿En qué momento cambió si era uno de los más importantes empresarios?
No lo sé, pero sin importar su condición social igual irá a parar a la cárcel. El que comete un delito tiene que pagar, sin excepción. Bueno, sigamos buscando.
Al seguir las huellas encontraron un trozo de la blusa que llevaba Aranza, claro que ellos no lo sabían.
¿De quién será esto?, dijo uno de los policías.
No lo sé, tal vez sea de un vestido o blusa.
La búsqueda fue infructuosa. Aranza y Moisés se habían hecho ojo de hormiga.
