**La vida perfecta no existe, y menos cuando la creamos basándonos en otras personas. Soy Elena Hernández, una mujer común que se enamoró del hombre perfecto. Juntos soñabamos con salir adelante y poder emprender nuestro propio negocio. Pero, para que esto pudiera ocurrir, uno de los dos debía sacrificar sus sueños. ¿Y adivinen quién se sacrificó?**
**Vivía en una burbuja que pronto me reventaría en la cara, haciéndome caer en el más profundo abismo. ¿Seré capaz de salir adelante? ¿Podré alcanzar mis propias metas? Acompáñame en este nuevo inicio y descubramos juntos de qué estoy hecha.**
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Capítulo XVIII Coqueteo
Punto de vista de Ágata
Ver a mi hijo aparecer con esa mujer me lleno de ira, pensé que él se aburriría de ella en un par de días, pero si la trajo a una reunión familiar eso quería decir que las cosas iban enserió con ella, ya que él nunca le presentaría a su abuela una mujer con la que solo quisiera pasar el rato. Intente dejarla en mal, pero la abuela la defendió, nunca vi ese comportamiento en la abuela antes, ni siquiera con Amanda quien era la prometida desde hace muchos años de Leonardo.
Guarde silencio, pues les tenía una sorpresa preparada, así que me quede esperando a que Amanda hiciera su aparición y confiar en que ella podría hacer de que mi hijo entrara en razón.
Todos estaban disfrutando del desayuno, cuando Amanda hizo su aparición, mire a la puerta con una sonrisa al ver lo hermosa que se había puesto para este día. "Querida, es un gusto verte", dije caminando hasta ella.
"Gracias suegra, tu siempre tan linda conmigo", voltee a ver la expresión de mi suegra y en especial la de Elena, pero me lleve la sorpresa de mi vida, pues ni ella ni Leonardo se inmutaron ante la presencia de Amanda.
"Ven querida comparte con nosotros el desayuno", dije tratando de llamar la atención de mi hijo.
"No te preocupes, solo quise venir a saludar. No quiero incomodar con mi presencia", Amanda se estaba portando como toda una dama, algo que no podía decir de Elena.
No podía dejar que Amanda se fuera, eso arruinaría mis planes así que tomé cartas sobre el asunto. "Eres mi invitada, así que nadie se opondrá a tu presencia, ven siéntate aquí al lado de Leonardo".
Mi hijo inmediatamente me miró con frialdad, al parecer intuyo cuál era mi intención, pero lo ignoré señalando a Amanda el lugar donde ella se iba a sentar.
"Siempre he creído que es de mala educación llegar a un lugar sin ser invitada", comentó Miranda viéndome con desaprobación.
Si mi suegra pensaba que me quedaría callada estaba muy equivocada. "Lo mismo digo", dije mirando a Elena quien fijo sus ojos en lo míos mostrando una sonrisa desafiante.
"Si lo dice por mí, déjeme decirle que soy la madre de su nieto y a mí me invito su hijo". Nunca imaginé que la estúpida esa se atreviera a enfrentarme, resultó ser más atrevida de lo que pensaba.
Amanda bajo la cabeza como ocultando su molestia, pero se recompuso rápidamente y mostró su faceta más lastimera. "Siento si estoy causando algún problema, pienso que lo mejor es retiarme". dijo levantándose dispuesta a retirarse.
"Ya estás aquí, disfruta del desayuno con tranquilidad". Comento mi esposo mientras me lanzaba una mirada de desaprobación.
Amanda se sentó nuevamente, sus ojos brillaban con una mezcla de desafío y coquetería mientras se acomodaba a un lado de Leonardo. La tensión en la mesa se podía cortar con un cuchillo; Elena, aunque mantenía su compostura, podía sentir cómo su corazón latía más rápido.
"Leonardo, ¿te gustaría probar este plato? Es una receta especial traída especialmente de Rusia", dijo Amanda, inclinándose ligeramente hacia él, dejando que su perfume envolviera el aire. Su tono era suave, casi seductor, y eso hizo que Elena se sintiera aún más incómoda.
"Eh... lo siento no me gusta la comida Rusa", respondió Leonardo, visiblemente sorprendido por la repentina atención. Su mirada buscó la de Elena, pero ella mantenía el rostro erguido, tratando de no dejar que la incomodidad la venciera.
"Es tan lindo ver cómo te esfuerzas para mantener a la familia unida", continuó Amanda con una sonrisa que parecía diseñada para derretir corazones. "Siempre he admirado eso de ti".
"Gracias", murmuró Leonardo, sintiendo el peso de las miradas de Elena y Ágata sobre él. La tensión crecía a medida que Amanda seguía lanzando insinuaciones sutiles.
Elena decidió que era momento de actuar. "Amanda, es genial que quieras compartir tus opiniones con nosotros, pero creo que todos estamos disfrutando de una reunión familiar y por lo que me ha comentado Leonardo esta familia es muy unida". Su voz era firme, aunque imagino que en su interior luchaba con la inseguridad.
"Claro, pero siempre hay que elogiar el esfuerzo de los demás", replicó Amanda sin perder la sonrisa. "¿No es cierto, Leonardo? A veces es bueno hablar bien de las personas".
Leonardo tragó saliva, sintiéndose atrapado entre dos mujeres fuertes. Él quería evitar el conflicto, pero las palabras de Amanda lo hacían sentir incómodo. "Eh... sí, supongo".
La abuela observaba todo con atención; sus ojos reflejaban una mezcla de sorpresa y preocupación. Mientras tanto, Ágata se frotaba las manos bajo la mesa, ansiosa por ver cómo se desarrollaba el drama.
Elena no iba a dejarse intimidar. "Lo importante es lo que hemos construido juntos, ¿verdad Leonardo? No hay necesidad de buscar algo fuera cuando ya tenemos lo mejor aquí". Sus palabras eran un escudo para proteger su relación.
"Por supuesto", respondió él rápidamente, buscando reafirmar su compromiso con Elena. Pero Amanda no estaba dispuesta a rendirse tan fácilmente.
"Bueno, a veces los mejores momentos vienen de lo inesperado", dijo Amanda con una sonrisa juguetona mientras se inclinaba más cerca de Leonardo. La atmósfera se sentía cada vez más pesada; todos podían notar la incomodidad palpable en el aire.
La mirada desafiante de Elena hacia Amanda decía más que mil palabras; estaba lista para defender su relación y no permitir que nadie interfiriera en lo que había construido con Leonardo. Era su momento de brillar y demostrar que no iba a dejarse pisotear por nadie.
La tensión seguía aumentando mientras compartían silencios incómodos y miradas furtivas; cada uno luchando por mantener su lugar en esta complicada red familiar donde el amor y los celos parecían estar en constante batalla.
Tenía que romper la incómoda atmósfera y hacer que Elena quedara como la ignorante que era, así que le saque conversación y así demostrar que no era digna de nuestra familia.
"Entonces Elenita, dinos a que te dedicas", mire fijamente a la mujer al lado de mi hijo.
"En este momento estoy desempleada, así que me dedico a...".
No deje que la vividora terminara de hablar cuando la interrumpí. "Claro que vas a trabajar si mi hijo te mantiene", dije soltando mi risa sarcástica.
"Se equivoca señora, no necesito que nadie me mantenga algo que no puedo decir de otras personas", la muy descarada se estaba atreviéndo a desafiarme. Este desayuno no estaba saliendo como lo planee, pero no me daría por vencida, no dejaría que mi hijo arruinara su vida casándose con una arribista como la tal Elena.