La Venganza De La Emperatriz

Gracias a ese chisme, es que nadie se atreve a burlarse de ella, y ella es en cambio, es quien tiene planes de burlarse de quienes en otra línea de tiempo, le hicieron daño a la verdadera Samanta.

Para vengarse aún más, Samanta con ayuda de su fiel amiga Yanet, ha preparado una fiesta de té, en dónde planea humillar a las concubinas.

La fiesta de té sería en el jardín imperial.

Para hacer el asunto más divertido, ella en persona mando a invitar a las damas más influyentes del imperio, y también a las madres de las concubinas, para que de esa manera, todas ellas sufran la humillación en compañía de sus mamás.

La dueña de la tienda fue invitada, ya que ella ayudaría con la propagación del chisme.

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Cuando fue el día de la fiesta, desde temprano nuestra joven emperatriz dió orden a Yanet de iniciar con los preparativos, y ella supervisando todo, realizó un buen trabajo.

Las damas bien vestidas, cuando fue la hora de la fiesta comenzaron a llegar, y estaban muy al pendiente de todo a su alrededor.

La cuatros concubina llegaron con sus vestidos y joyas ostentosas y cada una se sentó donde mejor les convenían que era al lado de su mamis.

La única madre que faltaba era la de la dos hermanas, y eso era porque estaba demasiado lejos.

Cuando todas estuvieran ahí, llegó Samanta con un espetacular vestido, su fiel amiga la seguía de cerca. Por qué a esta, no le gusta el chisme, pero la entretiene.

Todas incluyendo las concubinas, quienes estaban de mal humor por los recientes acontecimientos, hicieron una reverencia.

Samanta al ver eso, dice

—Gracias a todas por venir a esta tarde de té, espero estar a la expectativas de cada una— dice ella con una sonrisa y las doncellas pasan y le entregan regalos a cada quien.

Cada uno de los regalos eran productos naturales, seleccionados por Samanta, claro que ella para hacer eso, había investigado a las damas, con ayuda de su doncella, amiga y compinche.

Cada una de las allí presentes abrió su regalo, y quedaron maravilladas porque lo que se le entregó era de su agrado.

Las concubinas estaban también asombradas, pero fingieron que no lo estaban, ya que si hacen eso, le dan méritos a Samanta y ellas no quieren eso.

Tras lograr su objetivo, Samanta dió orden a cada una de tomar sus asientos, y ordenó a las doncellas comenzar a servir todo.

Las doncellas pasan y hacen lo que se le pide, y fue así como la fiesta de té dió inicio y todo estaba agradable, hasta que una de las madres de las concubinas decide atacar, lanzando su veneno sobre Samanta.

Esa es la madre de la primera concubina Ana, quien lleva por nombre Nadia, y se cree la gran cosa, solo porque su hija es la mujer favorita del emperador.

—Emperatriz, tengo entendido que usted y su hermana fueron dejadas el día de su boda, debe de ser algo lamentable no poder consumar el matrimonio— dice ella fingiendo tristeza y Samanta solo sonríe, ya que aquella mujer acaba de meter a su hija en la boca del lobo.

Con una sonrisa radiante, Samanta decide contraatacar.

—Debido a la condición del emperador, eso no será posible, es una pena que aun no existan hijos, aunque con el tiempo que el lleva casado con sus concubinas, ya tendrían que haber niños por dónde quiera, y aún no se ve ninguno— dice Samanta con tristeza, y las damas allí comienzan a murmurar.

Las tres concubinas principales, estaban pálidas, ya que nunca imaginaron que aquella mujer diga aquello tan abiertamente, la primera concubina salió a defensa de todas.

Pero lo que hizo fue echarle más tierra al asunto.

—Al menos hemos compartido cama con el emperador, y nunca nos ha rechazado — dice ella enojada y todas las concubinas se ríen con burla

—¿De que ha servido estar en la cama del emperador, sí ni siquiera un heredero tiene? La familia imperial solo tiene al emperador como hijo, y me temo que la situación será difícil en un futuro. Si el emperador lleva meses durmiendo con usted, eso de nada ha servido— expresa Samanta con burla y todas las damas le dan la razón.

"Yo la primera noche quedé embarazada de mi esposo" expresa una de las damas.

"Yo también" dice otra.

"Yo tuve mi primer embarazo luego de tener un mes de casada con mi esposo, y las concubinas llevan más de un año con el palacio, algo aquí no está bien, de seguro ellas también tienen problemas de fertilidad, además, una de ellas no tiene esperanzas" dice la esposa de un duque y todas dejan escapar un jadeo de sorpresa.

—Que horror, que se supone que pase ahora, el emperador no puede engendrar un heredero y la esperanza del imperio está en juego— llora Samanta y las damas le dan palabras de consuelo.

"No es su culpa casarse con un hombre así" expresa la mujer del duque.

Todas le dan la razón, y las concubinas estaban molestas al igual que sus madres.

Selma no decía nada, ya que ella estaba en peor estado de todas allí.

A ella la primera noche de matrimonio la dejaron botada, y nunca más le han hecho caso.