En un mundo donde las diferencias culturales pueden ser un obstáculo, dos personas se encuentran Pero su amor está condenado desde el principio. ¿Podrán superar los desafíos y encontrar un futuro juntos?
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Capitulo 24 Un Dolor Infinito
Los días pasaron en un abrir y cerrar de ojos. Mi rutina en el hospital estaba llena de responsabilidades, pero también de momentos únicos junto a mis pacientes. Esa mañana, mientras desayunaba con Amina en la cafetería, una de las enfermeras se acercó apresurada.
—Helena, Tarek solo pregunta por ti
—¿Tarek? —pregunté alarmada.
— iré de inmediato.
La enfermera dijo—Si estás desayunando, puedo mandar a alguien más.
Negué con firmeza. —No. Desayunaré después.
Dejé mi bandeja intacta y me dirigí a la habitación de Tarek. Al entrar, lo vi acostado en la cama, con su carita pálida pero iluminada al verme.
—Buenos días, mi niño precioso. ¿Cómo te sientes? —pregunté con una sonrisa, acercándome a su cama.
Tarek levantó la mirada hacia mí, con una expresión serena. —Quería verte a ti y a mi papá Noah.
Me senté a su lado y tomé su mano. —No te preocupes, Noah pronto llegará.
Sus ojos se llenaron de un brillo especial mientras señalaba los regalos —El oso que me regalaste y el carro que me dio mi papá Noah... no me gusta que estén lejos de mí. Quiero que siempre estén en mi cama. Me dan fuerza para enfrentar mi enfermedad.
Me sentí conmovida. —También estamos Noah y yo. Nunca te dejaremos solo, Tarek.
Él asintió, pero sus palabras siguientes me helaron el corazón. —Mi papá Noah solo me tiene a mí. No quiero que él quede solo.
Lo miré fijamente, tratando de entender el peso de sus palabras. —¿Por qué dices eso? Noah no está solo, está junto a ti.
Tarek me miró con ojos llenos de miedo. —Si me pasa algo, tengo miedo de que mi papá quede solo ahora que me adoptó.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo. Me incliné hacia él, acariciando su cabello.
—No digas eso, Tarek. Tú y Noah estarán juntos.
Él sostuvo mi mano con fuerza, suplicante. —No lo dejes solo, por favor.
Antes de que pudiera responder, la puerta se abrió y Noah entró.
—Hola, hijo. ¿Cómo amaneces, campeón?
—dijo, acercándose con una sonrisa radiante.
Tarek se iluminó al verlo. —¡Feliz de verte, papá!
La tarde transcurrió entre risas y momentos llenos de ternura. Tarek le pidió a Noah que le cantara como solía hacerlo. Noah fue por su guitarra y le dedicó una canción mientras Tarek lo miraba
—Además de cantante, eres un excelente doctor. Me asombras tanto —le dije, sin poder ocultar mi admiración.
Noah sonrió. —Me alegra que te guste mi voz.
Las horas pasaron lentamente mientras Tarek y Noah compartían sueños y promesas. Noah le aseguró que cuando se recuperara, lo llevaría a vivir con él, que tendría una habitación enorme y llena de juguetes, y jugarían fútbol juntos.
—Nunca olvides que te quiero, papá. Siempre serás mi papá —dijo Tarek, abrazándolo con fuerza.
Más tarde, Noah apareció con una sorpresa.
—Les traje algo a ti y a mi campeón
—¿Qué es? —pregunté, intrigada.
—frutas.
No pude evitar reírme. —¿Frutas? Pensé que sería algo más emocionante.
Él se encogió de hombros. —Los necesito fuertes a los dos. A ti, para que me ayudes con Tarek, y a Tarek, para que pronto pueda salir del hospital.
—Eres un buen hombre, Noah —murmuré, conmovida.
Noah me miró intensamente por un momento y, sin previo aviso, me robó un beso en los labios. Me quedé congelada, con los ojos abiertos, mientras él salía corriendo, dejando mi corazón latiendo aceleradamente.
Pensé El Emir pero está vez no me sentí culpable, pues Emir y yo no teníamos una relación
Esa noche, después de despedirme de Tarek y asegurarme de que estaba cómodo con su oso y su carro, regresé a mi apartamento. Pero a las tres de la madrugada, mi teléfono vibró con varios mensajes de Noah.
"Helena, Tarek empeoró. Estado toda la noche aquí, no he podido salir del hospital."
Mi corazón se acelero. Intenté llamarlo, pero no respondió. La ansiedad me consumía, así que pedí un taxi y me dirigí al hospital.
Cuando llegué, corrí hacia la habitación de Tarek. Allí estaba Noah, con los ojos enrojecidos.
—Empeoró, Helena —dijo con la voz quebrada.
—Pero... durante el día lo vi bien. ¿Qué sucedió? —pregunté, sintiendo un nudo en la garganta.
Nos dirigimos juntos a la sala de ecografías, donde Noah me explicó sobre la fibrosis quística y las complicaciones que estaban surgiendo Sus palabras eran técnicas, pero el dolor en su voz era inconfundible.
Pasaron días de lucha constante. Noah y yo hacíamos todo lo posible por mantener a Tarek estable. Sus síntomas eran devastadores, pero nunca perdió su sonrisa, esa sonrisa que parecía iluminar incluso los días más oscuros.
Una tarde, mientras me tomaba un momento para beber agua, las alarmas sonaron. Mi corazón dio un vuelco cuando vi que provenían de la habitación de Tarek. Corrí por el pasillo junto a otra enfermera, pero cuando llegamos, la escena me destrozó.
Noah estaba haciendo todo lo posible por salvarlo.
—Lucha, campeón. Recuerda que debemos salir de aquí juntos —le decía con desesperación.
Tarek, con las pocas fuerzas que le quedaban, susurró: —Siempre serás mi papá.
Y luego, todo se detuvo.
—Doctor, ya no podemos hacer nada. Tarek se ha ido —dijo la enfermera,
Noah abrazó el cuerpo de Tarek y lloró desgarradoramente. Yo sentí que mi alma se rompía en mil pedazos.
Salí de la habitación tambaleándome, buscando fuerzas para llamar a la abuela de Tarek. Pero cuando me comunique y le di la triste noticia, sus gritos de dolor al otro lado del teléfono resonaron como cuchillos en mi corazón.
En ese momento, mi celular vibró con un mensaje de Emir.
"Estoy afuera del hospital. Te estoy esperando para almorzar."
Salí, tambaleándome, y lo vi desde lejos. Pero cuando intenté caminar hacia él, mis piernas no pudieron más y me desplomé en el suelo. Emir corrió hacia mí.
—¿Qué pasa, mi amor? ¿Qué sucedió? —preguntó, alarmado.
Intenté hablar, pero las palabras no salían.
—Debo volver adentro. Noah me necesita
—logré decir finalmente, mientras Emir me miraba confundido.
—¿Quién es Noah? ¿Qué está pasando?
Sin responder, me levanté y corrí de vuelta al hospital, dejando a Emir lleno de preguntas.
—Helena, espera —escuché la voz de Emir detrás de mí, pero no me detuve
Al entrar a la habitación de Tarek, la escena me golpeó como un puñetazo en el estómago. Noah estaba inclinado sobre el cuerpo de Tarek, abrazándolo como si pudiera protegerlo de la realidad que acababa de arrebatarle a su hijo.
Emir Intento Entrar detrás de mí, pero una mano lo detuvo. Giré la cabeza y vi a Emir, quien había seguido mis pasos hasta aquí.
—caballero, no puede entrar —dijo la enfermera.
—¿Qué sucede? ¿Quién es Noah? —preguntó Emir, con el rostro tenso.
Fue Amina quien se acercó a él, colocando una mano sobre su brazo. —Es el hijo adoptivo de Noah, uno de los pacientes más queridos en este hospital. Tarek acaba de... fallecer.
Emir abrió los ojos, procesando la información. Su mirada buscó la mía a través de la puerta entreabierta. Pero yo ya no estaba atenta a lo que ocurría fuera de la habitación.
En todos mis años de estudios, nadie me preparó para este momento. La teoría, las prácticas los libros, las largas noches en vela no bastaron para manejar lo que sentía en ese instante. No solo había perdido a Tarek; sentía que también había perdido a Noah. En esta habitación no solo estaba presente la muerte de un niño; también estaba la de un padre que gritaba de dolor y la de una enfermera —de mí misma —me sentía completamente impotente.
—¡No se acerquen! —rugió Noah cuando dos médicos intentaron entrar para ayudarlo. Su voz estaba llena de una furia que solo escondía un dolor indescriptible.
—¡Déjenme con mi hijo!
Mis manos temblaban. Quería hacer algo, decir algo, pero mis piernas estaban clavadas al suelo. No podía apartar la vista de la forma en que Noah abrazaba el cuerpo de Tarek.
—Hijo mío... mi campeón... ¡Despierta! ¡Por favor, despierta! —gritaba Noah, con la voz quebrada.
Cada palabra era como un puñal en mi pecho. Era uno de los dolores más grandes que había experimentado en toda mi carrera. No era solo el fin de una vida; era el fin de un vínculo que había dado esperanza a ambos.
Me acerqué lentamente. —Noah...
—¡No te acerques, Helena! —gritó, con lágrimas desbordándose de sus ojos. —¡No puedo dejarlo ir todavía!
Me arrodillé a su lado, —Noah, él te amaba. Sabía que eras el mejor padre que podría tener.
Noah me miró con los ojos llenos de lágrimas y desesperación. —¿Cómo voy a seguir sin él?
No tuve respuesta. Solo pude colocar mi mano sobre su hombro, dejando que él descargara su dolor
Finalmente, Noah Permitió que los médicos entraran, pero nunca soltó la mano de Tarek. Cuando levantaron el pequeño cuerpo de la cama, Noah cayó de rodillas, murmurando
—Perdóname, hijo. No pude salvarte.
Salí de la habitación con los ojos llenos de lágrimas y el corazón destrozado. Mis piernas apenas me sostenían, pero Emir estaba ahí, esperándome en el pasillo.
Cuando me vio, no dijo nada. Simplemente abrió los brazos y me abrazó con fuerza.
—Helena —ve con Noah. Él te necesita más que nadie ahora.
Me separé un poco de él y vi la preocupación en sus ojos. —¿Y tú?
—Estaré aquí —No te preocupes por mí, Ve.
Asentí, limpiándome las lágrimas mientras me alejaba. Miré hacia atrás una vez más antes de entrar nuevamente a la habitación. Emir se quedó en el pasillo, con el rostro lleno de inquietud, observándome. Solo pensé en ese momento Que no sería fácil todo lo que seguiría.