Cuando el demonio egocéntrico Dashiell termina atrapado en el mundo humano, conoce a Brooke, una estudiante de arte que oculta sus propios secretos. Transformado en un husky que ella rescata, se convertirá en su inesperado protector. Pero, con Noche Buena acercándose y donde la luna se convertirá en carmesí, Dashiell deberá decidir si volver a su mundo o quedarse junto a la humana que ha empezado a significarlo todo.
NovelToon tiene autorización de Mya Lee para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
SECRETOS EN LA OSCURIDAD (parte 1)
Lynne, liderando su pequeño grupo de demonios llegaron a la cueva que yo había señalado, porque obviamente sin mis claras indicaciones jamás habrían ido tan lejos. Este lugar tenía su importancia, claro, y para los mortales y demonios corrientes probablemente sería un misterio fascinante. Pero para mí, no era más que una simple pieza en un tablero mucho más grande. No era la cueva lo que importaba, sino el cetro y mi desaparición. Aunque, por supuesto, ninguno de esos tontos lo entendía aún.
—Divídanse y revisen cada rincón de la cueva. —ordenó, Lynne con tono firme—. Busquen cualquier rastro del cetro, cualquier pista que podamos usar. No quiero que dejen ni un solo espacio sin inspeccionar.
Claro, sus subordinados no cuestionaron nada; lo último que querían era enfrentarse a su temperamento. De inmediato comenzaron a moverse como bichos desorganizados, cada uno revisando paredes, suelos y hasta grietas, como si esperaran encontrar un pergamino luminoso con la leyenda: “Aquí está el cetro". Qué adorables…
Lynne, mientras tanto, permanecía en el centro del lugar, con los brazos cruzados, observando con esa mirada calculadora que parecía decir: Todo esto está bajo control porque yo estoy aquí. Claro, si tan solo supiera lo lejos que estaba de la verdad. Lo único que controlaba era un grupo de demonios que apenas sabían cómo organizarse. Pero bueno, supongo que había cierto mérito en mantenerlos obedientes.
En un momento, uno de los demonios, el típico tipo grandote que seguramente confiaba más en sus músculos que en su cerebro, intentó mover una roca gigante que bloqueaba un pasaje lateral. Por supuesto, no logró nada excepto sudar y resoplar como una bestia cansada. Lynne lo observó por unos segundos antes de suspirar y hacerle una señal a otro para que lo ayudara.
A medida que avanzaban en su búsqueda inútil, era evidente que Lynne estaba empezando a impacientarse. Su postura se tensó, y su expresión, aunque neutral para los demás, era clara para alguien como yo: estaba frustrada. Tal vez porque el cetro no aparecería tan fácilmente, ni tampoco ningún rastro del cómo caí en el mundo humano.
Justo cuando pensaban que su búsqueda en esa caverna no podría ser más irrelevante, un portal apareció, iluminando el lugar con un resplandor inquietante. Las paredes de roca reflejaron destellos ámbar, y el aire se llenó de un zumbido vibrante.
Lynne, como siempre, trató de mantener el control.
—¡Preparen las armas! ¡Mantengan la formación! —gritó, como si su voz pudiera templar los nervios de los demás. Y ahí estaban todos, alineados como soldados de juguete, listos para enfrentarse... bueno, lo que fuera que emergiera de ahí.
Y entonces apareció él:
El Maestro de los Demonios Reliquistas.
Un hombre anciano, pero que emanaba un aura de poder tan aplastante que incluso el más valiente de los guerreros se sentiría como un insecto bajo su mirada. Su cabello largo y blanquecino parecía brillar con luz propia, cayendo como una cascada de nieve pura, mientras sus ojos de tono ámbar ardían como brasas en una hoguera eterna. Su presencia por sí sola hizo que todo aquel despliegue de armas y valentía pareciera aún más inútil.
En cuanto lo vieron, todos los demonios, incluyendo a Lynne, dejaron caer sus espadas, arcos y se inclinaron profundamente. Este demonio, no era cualquiera; era nuestro Maestro. Una figura legendaria, con miles de años de experiencia, conocimiento y poder acumulados. Cada movimiento suyo, cada respiración, parecía cargar siglos de historias.
Lynne, por supuesto, estaba en un estado de absoluto caos interno. Por fuera, mantuvo la compostura, inclinándose con la gracia que se esperaba de alguien en su posición. Pero por dentro, ah, qué desastre. Su mente corría a mil por hora.
«¿Por qué está aquí? ¿Lo sabe? ¿Sabe dónde está Dashiell? ¿Qué le voy a decir? ¡Mierda, esto no puede estar pasando!».
El Maestro Serhan, impasible, barrió el lugar con su mirada ardiente antes de detenerse en Lynne.
—Levántate —dijo, su voz resonando con la fuerza de un trueno distante y la calma de un río profundo.
Ella tragó saliva y se puso de pie con esfuerzo, sintiendo cómo el peso de sus propias dudas la aplastaba. Antes de que pudiera siquiera procesar el momento, el Maestro habló de nuevo:
—¿Dónde está Dashiell?
Ahí estaba, la pregunta que ella temía. Sabía que no había forma de mentirle, ni siquiera de evadirlo. El Maestro podía ver a través de las mentiras como si fueran humo. Lynne titubeó, sus labios temblando mientras trataba de encontrar las palabras correctas. Finalmente, se rindió a la inevitable verdad.
—Maestro... —comenzó, con un hilo de voz— Dashiell... él... está… en el mundo humano.
El silencio que siguió fue aplastante. Podrías haber oído caer una hoja verde en ese momento. Los demás demonios, aún inclinados, contenían el aliento. Lynne sintió que el peso de la mirada del Maestro se intensificaba, como si estuviera perforando directamente su alma.
—¿En el mundo humano? —repitió el Maestro, cada palabra cargada de una gravedad que hacía temblar el aire.
Lynne asintió débilmente, incapaz de sostenerle la mirada.
Mientras tanto, yo estaba feliz disfrutando tranquilamente una de las tantas novelas que Brooke me dejaba ver y era el último capítulo. Admito que, aunque al principio me parecían absurdas, con el tiempo empezaron a atraparme. Había algo adictivo en esas historias humanas; simples, sí, pero con giros que, aunque predecibles, lograban mantenerme entretenido. Entre eso, verla moldear arcilla con dedicación, o cómo se dejaba llevar bailando con esa música que tanto reproducía, mi estancia aquí no era tan terrible como podía haber temido al principio.
Todo iba perfectamente hasta que Brooke, que estaba hablando por su celular en la otra esquina de la habitación, de pronto cerró la laptop sin previo aviso. Me quedé en silencio mirándola, confundido, porque claramente yo estaba en medio de algo importante… para mí, al menos.
—¡Sky! —me llamó con ese nombre al que aún no terminaba de acostumbrarme, pero al menos ya no me molestaba como antes. Su rostro estaba iluminado, con los ojos llenos de emoción y un toque de nerviosismo—. ¡El doctor dijo que puedo visitar a mi mamá! ¡Y tú puedes venir conmigo!
La manera en que lo dijo me desconcertó por completo. Era imposible ignorar la energía que irradiaba en ese momento. Me quedé en silencio, procesando lo que acababa de escuchar. Que su madre estuviera en el hospital era algo que pesaba constantemente sobre ella, y el hecho de que por fin pudiera visitarla conmigo era claramente importante. Más aún, que insistiera en que yo la acompañara... bueno, no era algo que esperaba, pero tampoco iba a rechazarlo.
Al final, simplemente asentí o eso intenté, dentro del papel de este simpático husky y me quedé observándola mientras se movía rápidamente sacando su ropa abrigadora para cambiarse y buscando también la mía. No sé exactamente qué estaba por venir, pero estaba claro que no podía decepcionarla.