Diana Johnson, una mujer exitosa pero marcada por la traición, muere a los 36 años tras ser envenenada lentamente por su esposo, Rogelio Smith, un hombre frío y calculador que solo la utilizó para traer de vuelta a su verdadero amor, Maribel Miller. Sin embargo, el destino le da una segunda oportunidad: reencarna en el cuerpo de Mara Brown, una joven de 20 años sin hogar, desamparada pero con una belleza natural escondida tras la suciedad y la miseria. Con todos los recuerdos, habilidades y contactos de su vida pasada, Diana (ahora Mara) planea retomar lo que le arrebataron y vengarse de quienes la traicionaron.
Pero en su camino de venganza, conoce a Andrés García, un seductor mujeriego que parece tener más capas de las que muestra. ¿Será Mara capaz de abrir su corazón al amor otra vez, o la herida de su traición pasada será demasiado profunda?
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El Juego Continúa
El viaje de regreso al país fue una perfecta puesta en escena para Mara. Aprovechó cada momento para endulzar a Rogelio, mostrando una faceta más cariñosa y afectuosa que lo tenía completamente hechizado. Durante el vuelo, fingió timidez al tomar su mano y dejó que pequeñas sonrisas tímidas adornaran su rostro mientras él no dejaba de mirarla.
—Mara, no sabes cuánto significas para mí confesó Rogelio mientras sostenía su mano con firmeza.
Ella, calculadora y fría por dentro, respondió con una sonrisa dulce.
—Usted también es importante para mí, señor Rogelio murmuró, manteniendo el tono de voz suave e inocente.
Rogelio, completamente atrapado en la trampa que Mara le había tendido, estaba perdido en sus pensamientos. Su orgullo por haber sido "el primer hombre" en la vida de Mara lo llenaba de una satisfacción que no podía ocultar.
Cuando llegaron al aeropuerto, Rogelio insistió en llevarla a su casa. Aunque Mara intentó resistirse sutilmente para no parecer demasiado interesada, aceptó al final. Durante el trayecto, continuó alimentando las ilusiones de Rogelio con su encantadora actuación.
Al llegar a la puerta de su casa, Mara tomó su bolso y se despidió con un beso en la mejilla que dejó a Rogelio con una sonrisa de oreja a oreja. Cuando él se marchó, ella suspiró aliviada. Sin embargo, su tranquilidad duró poco. Al girar hacia la entrada de su hogar, se encontró con Andrés, quien la esperaba con los brazos cruzados y una expresión seria.
—¿Quién era ese hombre con el que estabas en el restaurante del hotel? preguntó Andrés, sin rodeos.
Mara lo miró con incredulidad, sorprendida por su tono y actitud.
—¿Qué haces aquí? respondió con frialdad, ignorando su pregunta. ¿Me estábas siguiendo?¿Que hacias en España?
Andrés se acercó un paso, mirándola fijamente.
—No te estoy siguiendo, Mara. Estaba supervisando una sucursal de mi empresa en España, y fue una coincidencia verte en ese hotel. Pero eso no cambia el hecho de que quiero respuestas.
Mara se cruzó de brazos, visiblemente molesta.
—No tengo por qué darte explicaciones, Andrés. Tú y yo no somos nada.
Andrés apretó la mandíbula, sus ojos oscureciéndose por el enojo.
—¿Nada? repitió, con un tono que mezclaba dolor y frustración. Después de lo que pasó entre nosotros, ¿de verdad crees que somos "nada"?
Mara respiró hondo, tratando de mantener la compostura. No podía permitir que Andrés descubriera más de lo necesario, pero su presencia y la intensidad de su mirada la desestabilizaban.
—Lo que pasó fue un error, Andrés. No debería haber ocurrido.
—¿Un error? Andrés soltó una amarga carcajada, pasando una mano por su cabello—. Puede que lo fuera para ti, pero no lo fue para mí.
Mara sintió un nudo en el estómago, pero se obligó a mantenerse firme.
—No tengo tiempo para esto. Te sugiero que te concentres en tu trabajo y dejes de meterte en mi vida.
Andrés dio un paso más hacia ella, acortando la distancia.
—No voy a dejar de preocuparme por ti, Mara. Algo en todo esto no me cuadra, y voy a descubrirlo.
Antes de que ella pudiera responder, Andrés se dio la vuelta y se alejó, dejándola con una mezcla de enojo y confusión.
Mara entró a su casa, cerrando la puerta con fuerza detrás de ella. Su corazón latía con fuerza, pero no por Andrés, sino por la presión de mantener las apariencias y su plan intacto.
—Maldita sea, Andrés… murmuró para sí misma, sintiendo que su control sobre la situación se tambaleaba ligeramente.
Aunque sabía que Andrés no tenia nada, su insistencia y cercanía comenzaban a ser un problema. No podía permitir que él arruinara todo lo que había planeado con tanto cuidado.
Sin embargo, mientras se sentaba en el sofá, su mente regresó a las palabras de Andrés y al momento que compartieron en el hotel. Por más que intentara enterrarlo en su mente, algo dentro de ella parecía haber cambiado.
Pero no podía permitirse distracciones. Su objetivo era claro, y nada ni nadie la detendría.
"Rogelio ya está bajo mi control", pensó, cerrando los ojos por un momento. "Andrés no será un problema… siempre puedo encontrar la manera de neutralizarlo si se interpone".
Con esa idea en mente, se levantó y se preparó para la siguiente jugada en su elaborado plan. Porque en el mundo de Mara, todo era un juego… y ella siempre tenía la última palabra.