Bajo El Rostro De La Violencia~

Ares era el hijo del director del hospital donde Eiran trabajaba actualmente. Ambos habían sido compañeros en la universidad, y fue Ares quien recomendó ese hospital a Eiran. Sin embargo, Eiran logró entrar por sus propios méritos tras superar un riguroso proceso de selección, ya que era uno de los mejores hospitales de España.

—Escuché que ahora eres el médico personal de la familia Ruiz —comentó Ares mientras ambos caminaban hacia la cafetería.

—Sí, así es —respondió Eiran con naturalidad.

—Ten cuidado. No son una familia común. Especialmente él… Damon ya tiene fama de ser brutal —advirtió Ares, bajando la voz como si temiera que alguien más lo escuchara.

Eiran lo miró con serenidad, mostrando esa confianza que siempre lo caracterizaba. Como omega Puro y Dominante, estaba acostumbrado a las miradas escépticas y a las advertencias sobre su posición ante los alfas.

—Puedo manejarlo. No es tan brutal como dicen —respondió con calma.

—¿Fue mi padre quien te obligó a aceptar? Si no te sientes cómodo, puedo hablar con él para que te saque de esa posición —ofreció Ares, genuinamente preocupado.

—Gracias, pero no es necesario, Ares. Esto no es un problema para mí. Por cierto, ¿qué hay de ti? ¿Solo estás de paso por aquí? —preguntó Eiran, desviando el tema.

—Estoy planeando mudarme aquí. Quiero estar cerca de ti y… bueno, ser parte de este hospital también es un gran paso para mí —respondió Ares con una sonrisa.

—Eso suena genial. Estoy seguro de que todos apreciarán tener a un doctor tan increíble como tú aquí —comentó Eiran con una leve sonrisa.

—Oh, Eiran, ¿aún tengo una oportunidad contigo? Aunque sea un pequeño porcentaje —bromeó Ares, mirándolo con picardía.

Eiran soltó una risa ligera antes de responder con firmeza: —Cero por ciento.

—Vaya, eso dolió. Me has roto el corazón —dijo Ares, llevando una mano dramáticamente al pecho.

Eiran rió suavemente, pero luego miró su reloj. Ya era tarde, y sabía que Damon podría molestarse si se demoraba más.

—Tengo que irme, Ares. Él me está esperando —dijo mientras se levantaba.

—¿Ese hombre? —preguntó Ares con un dejo de interés.

—Se llama Damon, Ares. Usa su nombre, por favor —respondió Eiran antes de darse la vuelta.

—Oye, mañana habrá una cena con algunos profesores y doctores importantes. ¿Te gustaría acompañarme? Podría ser interesante para ti —ofreció Ares.

—No puedo prometer nada, pero te avisaré si puedo asistir —respondió Eiran antes de despedirse.

Mientras se dirigía al área de estacionamiento, Eiran revisó la hora dándose cuenta de que era muy tarde y esperaba que Damon no estuviera molesto por su retraso. Horas antes le había enviado un mensaje rápido a Damon para informarle que pasaría primero por su apartamento antes de regresar a la mansión. Sin embargo, Damon no respondió.

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Tiempo después....

Cerca de la hora de la cena, Eiran aún no había regresado a la mansión, y eso comenzaba a irritar a Damon, por lo que no había tomado el medicamento que Eiran le dejó. Su paciencia era limitada, y su enfado se intensificó cuando uno de sus hombres le envió una foto de Eiran en la cafetería del hospital, acompañado de un hombre.

La furia de Damon era palpable. A pesar de la herida en su abdomen, se levantó, tomó una chaqueta y salió del cuarto. Contra las recomendaciones médicas, condujo hasta un club nocturno, donde pidió una bebida. Sus amigos intentaron disuadirlo, pero nadie se atrevía a discutir con Damon cuando estaba de ese humor.

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Eiran, por su parte, fue notificado por Aron de que Damon estaba en el club. Preocupado, decidió ir a buscarlo antes de que las cosas se salieran de control.

Al entrar al lugar, localizó a Damon al instante. Estaba sentado en un sofá con una bebida en la mano, su expresión fría y distante intimidaba a cualquiera que se le acercara. Sin dudarlo, Eiran se acercó y le quitó el vaso que sostenía.

Damon levantó la mirada, encontrándose con los ojos grises de Eiran.

—¿Todavía recuerdas que existo? Pensé que ya me habías olvidado. ¿Es porque temes que te despida si no cumples con tu deber de cuidarme? —espetó Damon con sarcasmo.

Eiran mantuvo la compostura, aunque podía sentir el calor de las feromonas de Damon emanando con intensidad. Era un reto mantenerse inmune, pero no estaba dispuesto a ceder.

—Lo siento, llegué tarde. Vámonos a casa —respondió con calma, dejando entrever un toque de autoridad en su voz.

Damon soltó una risa seca. —No. Vete tú solo.

Eiran le agarró la muñeca con firmeza, intentando convencerlo. Damon, con un movimiento rápido, lo jaló hacia él, haciéndolo caer sobre su regazo. El contacto inesperado hizo que ambos se quedaran en silencio. Sus rostros quedaron muy cerca, lo suficiente para sentir sus respiraciones mezclarse.

—¿Lo siento, eso es todo? —murmuró Damon, sus ojos oscuros clavándose en los de Eiran.

—Lo siento por llegar tarde, ¿de acuerdo? —repitió Eiran, su voz ahora más suave, pero cargada de sinceridad.

Las palabras de Eiran lograron calmar parte de la furia de Damon. Aunque su cercanía hacía que la tensión entre ambos se intensificara, Eiran se esforzó por mantener sus emociones bajo control, decidido a no permitir que Damon tomara el control de la situación.

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