Existen muchas probabilidades que la muerte de cada uno de nosotros dé lugar a problemas de orden legal. El fallecimiento de una persona puede implicar el pago de una doble indemnización con cargo a una póliza de seguro. Esta misma póliza puede contener una cláusula en la que se señale que la compañía no pagará un solo centavo si el beneficiario se suicida dentro de los dos años siguientes a la fecha de entrada en vigor del documento.
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La señora Anónima.
Durante unos segundos reinó ahí un silencio absoluto. Luego, espontánea, sonó una nueva salva de aplausos. Los comensales se pusieron otra vez de pie.
Martínez sonrió, inclinando la cabeza en una ligera reverencia. A continuación, se apartó de la mesa.
¡Un momento, un momento!, rogó el maestro de ceremonias de la reunión. Señor Martínez, queremos darle las gracias, queremos redactar una comunicación...
No tienen por qué dármelas, replicó Martínez. Agradezcan el donativo a la señora Anónima. Y si ustedes desean redactar una comunicación que ella pueda leer en la prensa estoy seguro de que le proporcionarán una gran satisfacción. Ahora bien, quizás se da ya por suficientemente compensada con la ocasión que le han deparado de participar modestamente en sus actividades.
Sucede ahora, señores, que mi cliente y yo tenemos que hablar de cuestiones muy importantes, relativas a sus donaciones a otras entidades filantrópicas. Por tal motivo, he de retirarme ya, pues lo más probable es que me esté aguardando.
Martínez hizo otra reverencia y levantó un brazo, en un ademán de saludo que abarcaba a todos los presentes. Seguidamente, abandonó la estancia en medio de otra atronadora ovación.
El abogado vaciló un momento a la entrar de nuevo en el vestíbulo del hotel. Por el rabillo del ojo vio un hombre que acababa de abandonar como él la salita en que se celebraba el banquete. Martínez consultó su reloj, como si se hallara pendiente de una hora previamente fijada.
Se acercó al servicio de recepción.
Yesenia Dávila se encuentra en su habitación, ¿quiere usted hacerme el favor de telefonearle diciéndole que Cleofas Martínez va para arriba?
El recepcionista buscó el nombre en su libreta y encontró el número de su habitación.
El empleado del hotel alcanzó el teléfono.
Martínez subió en el ascensor, deslizóse por el corredor hacia la habitación de Kendra Rodríguez, llamó suavemente la puerta y le abrieron la misma inmediatamente.
Voy a proceder con toda rapidez, dijo Martínez. No disponemos de tiempo para realizar ensayos. Usted, señora Rodríguez, va a hacer entrevistada por un periodista. Tiene que mostrarse muy enojada por el hecho de que hayan dado con usted. Tendrá que dejarme ser la voz cantante, procure seguirme, sencillamente.
Es usted una mujer muy rica, de Los Ángeles. Se interesa mucho por la promoción de la amistad internacional. Vino aquí esta noche con el único propósito de entregar por mi mediación un donativo al club de los hombres de negocios internacionales, sin dar a conocer su nombre.
Alguien llamó con los nudillos a la puerta.
Martínez abrió aquella.
Un sonriente y bien vestido joven de poco más de 30 años preguntó:
¿El Señor Martínez?
Martínez fingió Una gran sorpresa.
¿Cómo? Sí, sí, desde luego.
Soy Adrián Campos del "crónicas", dijo el visitante, tendiéndole la mano.
Martínez vaciló un momento, pero se la estrechó.
Encantado de conocerle señor Campos, contestó.
Me encontraba hace unos segundos abajo entre los miembros y deseaba formularle unas preguntas, ¿puedo entrar?
Preferiría hablar con usted más tarde, yo...
Es que ando apremiado de tiempo, y se trata de algo importante, insistió Campos.
El joven entró en la habitación dirigiéndose a las dos mujeres.
Me llamo Campos les ruego que me perdonen por esta interrupción. Soy de portero del crónicas y no dispongo de todo el tiempo que desearía.
Araceli García sonrió, asintiendo.
Campos la estudió por un momento, mirando luego a Kendra Rodríguez.
Ya sé que desea usted permanecer en el anonimato, declaró, ha dado usted abajo el nombre de Yesenia Dávila. ¿Es realmente el suyo?
Medió Martínez.
Bueno, un momento, un momento, señor Campos. ¿Qué significa esto?
Campos repuso:
Se trata de una entrevista que quiere llevar a cabo un reportero. Puedo asegurarle, Señor Martínez que voy a hacer todo lo que sea posible para colaborar con usted...
Si usted, a su vez, accede a colaborar conmigo.
Martínez, objetó:
He aquí algo que no habíamos previsto.
Campos sonrío.
En fin de cuentas, Señor Martínez, yo soy un periodista. Voy tras una buena información y, como usted sabe, este tipo de trabajos tienen un una gran aceptación en las agencias.
El dinero que los reporteros locales conseguimos así, sirve para engrosar nuestros mermados haberes. Estas reuniones del Club vienen a ser siempre lo mismo: hay en ellas muchos discursitos cortados por el mismo patrón, muchos aplausos, numerosas frases de agradecimiento... pero nada novedoso, nada que sirva para componer una información de interés.
Llega usted de pronto y refiere algo que se aparta de la corriente y moliente. Lo que yo pretendo conseguir, puedo lograrlo directamente, sin grandes esfuerzos, o dando algunos rodeos, valiéndome de mis relaciones. Sí esta mujer se llama realmente Yesenia Dávila, no tendré más que acercarme a un teléfono para averiguar lo que quiera sobre ella dentro de media hora. Si viaja con nombre supuesto, desearía conocer su verdadera identidad. En fin de cuentas, esta es una información que tiene que ver con nuestra localidad y también con Los Ángeles. Si es de las buenas si vale la pena, como yo creo, la cederé a una agencia de prensa.
He aquí una mujer que se interesa por los intercambios amistosos de tipo internacional.
Es importante detallar sus ideas. Está empeñada en permanecer en el anonimato. Y entonces contrata los servicios de un reconocido abogado de Los Ángeles, quien hace un presente en su nombre.
Campos se volvió hacia Araceli García, diciendo:
Supongo que usted, en una forma u otra, se haya relacionado con Yesenia Dávila, ¿es así?
Araceli miró a Martínez.
Martínez denegó con un movimiento de cabeza, manifestando:
Esa señorita es Araceli García, mi secretaria de confianza.
Campos dijo:
Si usted tiene la amabilidad de presentarme a Yesenia Dávila, dándome a conocer su verdadero nombre, nos ahorraremos tiempo y molestias.
Martínez suspiró:
Conforme, le presento a la señora Kendra Rodríguez, de Los Ángeles. Creo, señora, que obré con cierta torpeza en este caso. No pensé que podía haber algún periodista en ese banquete... bien. La cosa es inevitable. Hemos de aceptar la nueva situación sin más remedio.
Kandra Rodríguez levantó la cabeza, serena contestando:
No sé por qué razón he de declarar nada... Después de todo, usted, señor Martínez, me aseguró que...
Lo sé, la atajó el abogado. Nos enfrentamos con ciertos hechos, señora. Evidentemente, formulándonos reproches no conseguiremos cambiarlos.
Campos sonrío, tranquilizador.
El Señor Martínez tiene razón, señora Rodríguez.
Cuando una cosa de divulga hay que pensar en la clase de publicidad que uno desea. Puede ser buena, o puede ser no tan buena, mala incluso....
¿Supone eso una amenaza? preguntó ella.
Desde luego que no, exclamó Martínez. El señor Campos se ha limitado a aludir algo bastante real en la vida.