Milena es una hermosa joven, buena hija, que sueña con un futuro prometedor en Italia. Las cosas no fueron fáciles al inicio pero salió adelante de la mano de un encantador piloto que la supo enamorar. Luego de cinco años de feliz matrimonio y dos hijos, un día ella descubre que su amado esposo le ha sido infiel desde el noviazgo. Luego de los primeros caóticos días, después de enterarse de las infidelidades, ella planea con mucha frialdad la manera de salir fortalecida de su divorcio. Ella le enseñará a Gabriele su esposo, la importancia de la fidelidad en un matrimonio. Le hará pagar el engaño que sufrió y lo hará vivir en la tristeza, el arrepentimiento y la soledad. No le quedarán más ganas a Gabriele de volver a burlarse de una mujer. Cuando quiera volver a recuperar a su esposa, ya ella no estará ahí más para él. Ella ahora le pertenece a otro que sí la hizo única y especial. ¿Podrá Gabriele recuperar su mujer algún día? ¿Fue domado el infiel? ¿Lo amará aún Milena?
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GABRIELE SE PRESENTA
La tienda “Alberta Ferretti” era o es, muy elegante. Omaira y yo nos sentíamos intimidadas pues no éramos modelos profesionales, éramos simples novatas con ganas de salir adelante en un mundo donde poco nos sabíamos manejar.
Al contrario de nosotras, las demás modelos desfilaban como pez en el agua. Yo algunas veces tropecé, se me torció un pie, se me iba hacia un lado la ropa y muchas veces quise salir corriendo. Pero no desistimos.
Tuvimos que soportar la burla de ciertas modelos por el simple hecho de que éramos latinas. Algunos de los propietarios de la familia Ferretti nos despreciaban y no nos tomaban en cuenta cuando había que seleccionar una modelo en especial.
Al llegar al apartamento cansadas, con hambre, veíamos por YouTube lecciones de pasarela y así poco a poco fuimos agarrando el ritmo. Nos aconsejábamos la una a la otra y éramos muy perfeccionistas. Después de unos meses no lo hacíamos tan mal.
En uno de esos días que preparábamos una pasarela, escuché mucha algarabía pues habían entrado a la tienda unos pilotos. Casi toda la familia y el personal se les fue encima para abrazarlos y besarlos con mucha emoción.
Omaira y yo continuamos nuestra preparación sin dar mucha importancia a los recién llegados. Todo se detuvo por un par de horas para dar atención a los caballeros. Las modelos parecían locas dando brincos alrededor de ellos. Daban pena.
Cuando terminó el desfile nos dijeron que nos dirigiéramos a un restaurante cercano para compartir una cena con los recién llegados. Omaira y yo nos miramos y sin decirnos nada, decidimos no ir.
Cuando estábamos por tomar un taxi uno de los pilotos se dirigió a mi preguntándome por qué me iba, le respondí que estaba cansada y no me Interesaba la cena. —¿Y si te invito yo personalmente preciosa? —Igual me voy, gracias. Y me fui.
A partir de aquel día este piloto comenzó su coqueteo e invitaciones para tener sexo. No lo puedo negar que era hermoso, pero me molestaba el hecho de que pensara que porque éramos latinas éramos fáciles y nos íbamos a derretir con su sonrisa.
A Omaira también la acosaban los demás pilotos. Al final, cansados del rechazo nos empezaron a tratar con mucha indiferencia y hasta groseramente.
Uno de esos días, me dirigía hacia los baños. Había desfilado un traje enterizo y me estaba haciendo pipí. Por ir apresurada tratando de desabrocharme la blusa desesperadamente no vi la persona que venía de frente a mi.
Nos chocamos, él venía mirando su celular, se le cayó y de paso me tumbó al suelo. Cuando me dio su mano para ayudarme a levantar no pude evitar ver fijamente sus hermosos ojos azules.
Él bajó su mirada a mi pecho y se sonrió pícaramente. Al mirarme recordé que no tenía sostén y que llevaba abierta la parte de arriba del traje. Mis senos habían quedado al descubierto por la caída. De inmediato me cubrí, pedí perdón y salí corriendo hacia el baño. Primer encuentro con Gabriele.
Las invitaciones a distintos eventos y fiestas eran continuas. Allí corría droga, licor y mucho sexo. Omaira y yo evitábamos asistir a estas juergas. Pero hubo un día que tuvimos que asistir, era obligación.
Allí conocí a un paisano nicaragüense muy simpático, era médico y vivía en las afueras de Milán. Comenzamos a bailar y a conversar muy divertidamente. Desde la pista de baile pude observar aquellos ojos azules que me habían impactado y pude ver que él también me miraba fijamente.
Cuando me cansé de bailar, le pedí a Manuel, el médico nicaragüense, que nos sentáramos. El se fue a buscar algunas bebidas. Omaira bailaba y yo me quedé sola. En eso vi que el dueño de los ojos azules vino hacia mi y me pidió bailar con él.
Me llevó a la pista y me tomó en sus brazos. Me miraba fijamente y yo lo evitaba. Entonces se acercó a mi oído y me dijo: ¡Eres muy bella! ¡Me encantaría conocerte mejor!
Le pregunté y ¿cómo en qué sentido te gustaría conocerme mejor? En todos. Para empezar quiero besarte. Desde que vi tus hermosos senos solo pienso en ellos. Deben ser muy dulces como su dueña. ¿Cómo te llamas ricura?
—Milena
—Milena, qué lindo nombre. Sabes, este hotel tiene una excitante habitación que nos está esperando. Ven conmigo, te haré todo lo que quieras hermosa muñeca! No solo quiero besar tus hermosos senos, te quiero besar toda, completica. ¿Qué me dices pequeña?
—Te digo que no estoy interesada ni en ti, ni en tus besos. Te digo que no me gusta tu melosería y tu ridiculez. Me quiero sentar y no me vuelvas a invitar a bailar porque no aceptaré. ¡Permiso!
¡Estúpido! Creyó que porque es muy guapo iba a caer rendida a sus pies. Todos son igualitos, cortados con la misma tijera. Unas palabritas muy sexys y ya está, creen que la mujer cayó rendida, lista para llevar a la cama. Pues no, te equivocaste bombón.
Días después tuve un dolor de cabeza muy fuerte. Tomé un analgésico pero no me calmó, así que le dije a Omaira que me iba a recostar en un diván donde solíamos descansar. Esperaba que media hora después me sintiera mejor.
Pasaron los minutos pero me seguía sintiendo mal, hasta tenía ganas de vomitar. En ese momento sentí que alguien entró a la habitación, pensando que era Omaira, le dije que me sentía muy mal. —Creo que me voy al hotel Omaira, no soporto este dolor.
Una voz varonil me respondió —Ven, yo te llevo al médico, allí te hacen algunos exámenes y te tratan el dolor de cabeza. No es normal cómo te sientes.
Sorprendida abrí los ojos para ver al dueño de los ojos azules dándome su mano. —No, no, no gracias, no es para tanto. Ya se me pasará, es cuestión de reposar otros minutos. Gracias, por favor déjame sola.
—Ven, no seas terca. El hospital está cerca y allí tengo algunos conocidos. Te atenderán enseguida. Me tomó por los brazos y me ayudó a levantarme. Salimos de la tienda de modas, me ayudó a sentarme en su carro, me puso el cinturón de seguridad y fuimos al hospital.
En efecto, me atendieron de inmediato. Me hicieron varios análisis, radiografías, electrocardiograma y me pusieron un calmante por la vena. Casi al instante empecé a sentir alivio.
Me mandaron a comprar algunas medicinas, él salió y regresó con todo lo que me habían recetado. Con mucha delicadeza me ayudó a levantarme de la camilla y salimos del hospital. Me pidió la dirección del hotel donde nos estábamos quedando y me llevó para allá.
Al llegar le agradecí su gentileza y salí del carro. Me acompañó hasta la entrada y me pidió tomarme el día para reposar. Me explicó que era hijo de Alberta Ferretti, que se llamaba Gabriele y que explicaría el motivo por el cual no me quedé para desfilar ese día.
—Espero que para mañana estés bien Milena. Cuídate, descansa.
Me tomó el rostro con sus manos, me besó la frente y se marchó.
¡Guauuu! Qué amable el bombón, pero ni creas que con eso ya me conquistaste. Tus tretas baratas me las conozco todas. Los hombres como tú por acostarse con una mujer son capaces de fingir una amabilidad que están muy lejos de sentir.
Y por el próximo capítulo, es un alivio donde el muy mal marido se dará con una piedra en la cabeza cuando por fin se saquen las caretas. Espero solamente que los niños, no salgan tan perjudicados.
ya loo esperoooooo