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Capítulo 2
Como todas las mañanas, Emmett sentía la presencia del ser durmiendo a su lado, a pesar de no tener el peso de un cuerpo normal, la cama se sentía llena.
Y al abrir los ojos, lo primero que capturaba su vista eran los dos objetos brillantes que colgaban de una cadena en el cuello del joven.
Era irónico, una alianza que se había roto hace siglos mostraba su encadenamiento con ese par de anillos.
Ese par de anillos que el joven dormido a su lado cuidaba con anhelo.
Aquel joven que mantenía los ojos cerrados, acostado como si durmiera a pesar de no tener esa capacidad, pretendiendo ser normal, Yeisan.
Apartando la vista de Yeisan, Emmett se levantó de la cama.
Se paró frente al espejo del baño y contempló su reflejo, ya había visto ese rostro demasiados años, pero en lugar de sentirse cansado, le recordaba que estaba vivo.
"Aun así, sería mejor no recordar nada, ¿no crees?"
Frente al espejo, el único reflejo que se mostraba era el de Emmett, aunque Yeisan se encontraba detrás de él.
"¿A qué hora llegarás a casa?", preguntó Yeisan en su lugar.
"¿Por qué?, ¿morirás si esperas demasiado?", soltando una pequeña risa, Emmett se dirigió al compartimiento de la ducha.
Este comportamiento hacia él ya era natural, Yeisan se quedó de pie frente al espejo, más no se podía ver nada, no había visto su rostro en varios años y había olvidado su propio aspecto.
Y ya sea llamado crueldad o justicia, Emmett se deshizo de todo rastro de su imagen hace tiempo, no quedaba ni una sola fotografía que le recordara como era.
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Yeisan conocía muy bien cada rincón de esta casa, al pasar los siglos, esta casa siempre ha permanecido en el mismo lugar.
Cada estación cambiaba, las cosas se deterioraban, pero esta casa siempre se había mantenido firme por más que hayan sucedido cambios.
Uno de los tesoros más preciados de Yeisan, era su pequeño jardín de rosas amarillas, unas hermosas rosas que perduraban junto a él.
"Se ven tan bonitas como siempre", sonrió Yeisan viendo su pequeño jardín.
Eran hermosas, Yeisan envidiaba sus brillantes colores llenos de vida, le recordaban que él mismo no pertenecía a este mundo.
Como aquel joven omega del cual Emmett llegó acompañado la noche anterior, se veía lleno de vida, con un ligero rubor en sus mejillas, una piel tonificada que resaltaba su juventud y que seguramente estaba lleno de calidez.
"Lo siento, pero no puedo dejarte"
Sabía que era egoísta, lo aprendió en todos estos años, pero no podía permitir que nadie se acercara a Emmett, porque era su esposo, su alfa.
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Aunque Emmett se lo había prohibido varias veces, Yeisan ya se encontraba frente a la empresa del alfa.
Se deslizaba con ligereza entre las personas, antes le resultaba desagradable, pero ahora no le importaba atravesar a las personas que pasaban por su camino.
No pretendía ser desobediente, solo quería asegurarse de que nada se saliera fuera de su control.
Después de todo, debía permanecer al tanto de las personas que aparecían en la vida de Emmett.
El hecho de que Emmett tratase con diferentes omegas cada cierto tiempo, le era irrelevante aunque le molestaba, porque sabía que no significaban nada, pero tenía la preocupación de que en algún momento, ese alguien importante volviera a aparecer en sus vidas.
Era debido a ello que cada cierto tiempo, Yeisan acudía a la empresa del alfa para revisar a cada persona nueva que entraba al edificio.
Como los otros días, no hubo ningún inconveniente, así que por último, se deslizó hasta la oficina de Emmett para poder verlo por un momento.
Emmett era el único en este edificio que podía verlo, por lo que se deshizo por completo de su presencia para no ser notado por el alfa.
Cuando llegó a la oficina, se puso cerca de las grandes ventanas y observó a su querido alfa, Emmett trabajaba como de costumbre, pasando cada documento con cuidado después de revisarlo meticulosamente.
Era una vista que le agradaba, pensó que si pudiera, lo ayudaría para aligerar su trabajo, o le traería un pequeño refrigerio para poder cuidarlo, pero no podía hacerlo porque le estaba prohibido, además, cualquiera se asustaría si viera los documentos flotar por la oficina.
Mientras trabajaba, Emmett se detuvo por un momento y volteó a ver hacia la gran ventana, era como si hubiera notado su presencia.
Preocupado por ser descubierto, Yeisan se deslizó fuera de la ventana para así poder camuflarse con el viento, fue en ese momento que la asistente de Emmett entró a la oficina distrayendo la atención del alfa para continuar con su trabajo.
Yeisan miró una vez más a su alfa y se alejó del edificio.
De camino a casa, no se olvidó de revisar a cada persona que pasaba junto a él, por suerte, hoy no vio ese rostro que era su calvario.
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"Tienes muy mala suerte, todos terminan escapando de ti, ¿o será que estás maldito?"
"No podría decirse de otra manera"
"Vaya, no lo decía en serio, pero sería bueno que buscaras ayuda"
"Ja ja ja, no serviría de nada"
Como ya era recurrente, Emmett acudía a uno de los clubes privados al terminar su jornada.
Era conocido como un tipo sin suerte a los ojos de sus amigos, ya que todos sabían que cualquier omega o beta que se acercaba a Emmett, terminaba huyendo.
"No lo entiendo, alguien como tú no puede tener problemas para conseguir una pareja", mencionó su amigo.
"Es la historia de mi vida", respondió Emmett bebiendo una copa de vino.
"No nos contagiarás tu mala suerte, ¿verdad?", preguntó el otro frotándose el brazo con escalofríos.
"Ja ja ja, créeme que si pudiera, lo haría", contestó Emmett.
Esa mala suerte que tenía un nombre, era el peso que llevaría consigo para siempre.
Una maldición que lo seguía desde que Yeisan se cruzó en su vida, parte de su maldición era encontrarse una y otra vez con sus familiares y viejos amigos, verlos envejecer, morir, y volver a encontrarse con ellos nuevamente.
Al ser un humano, él también perecería junto a ellos, pero volvería cada vez con sus recuerdos intactos, y Yeisan siempre estaría a su lado.
autora gracias 🫂