Volverá... y los que la hicieron sufrir lloraran
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24 - LA ZORRA ATRAPADA
Era lunes por la mañana. El frío de la noche todavía se sentía en las veredas, pese a que el sol se había levantado hacía un rato ya. En la calle, uno que otro transeúnte se arrebujaba en su abrigo y caminaba rápido para llegar pronto a su destino y escapar del áspero clima. Este extraño otoño auguraba un invierno helado y duro.
La mujer miró la entrada del edificio con un gesto de suficiencia. No había pasado ni una semana y ya estaba siendo contratada. Tenía que admitir que Mabel realmente tenía cierto control sobre su hijo. Solo así podía comprenderse la celeridad del trámite.
Apreció con admiración la fachada del rascacielos: aluminio y vidrio, lo último en diseño arquitectónico, daba a la construcción un aspecto digno y próspero, resaltando la fuerza de la empresa a la que albergaba. El cartel que anunciaba el nombre de la empresa, “KGROUP”, estaba hecho de aluminio y se proyectaba sobre la acera reafirmando el efecto poderoso de la fachada.
La mujer sonrió complacida. Pronto sería la dueña de todo, cuando se casara con el Jefe del lugar.
Hoy se había esmerado más de lo común con su apariencia: Traje sastre color gris, falda corta, aunque no provocativa. Tacones ni muy altos, ni muy bajos, para poder soportarlos todo el día sin perder la elegancia. Se había recogido el rubio cabello en un moño alto, dejando algunos mechones sueltos que le daban a su rostro un aspecto fresco y angelical. Y, sobre eso, un abrigo corto de pelo de conejo, que estaba a la última moda.
Miró su reflejo en las vidrieras de la entrada por última vez e ingresó al edificio pisando fuerte, como si fuera la dueña del lugar.
- Buenos días, Señorita. En qué puedo servirla.
La recepcionista reconoció a la mujer como la que había embobado a Guillermo, el asistente del presidente, hacía solo unos días. Había calado inmediatamente la clase de zorra que era y auguraba nada más que problemas con su presencia. Por eso fingió no recordarla. Lo mejor era no destacar ante personas así.
- Soy Micaela Martínez Honor. Fui convocada por la empresa par presentar mis servicios aquí.
La actitud de la mujer era arrogante al punto de ser desagradable. La recepcionista, veterana en tratar con este tipo de personas, respondió sin variar su actitud cortes.
- Tome asiento, por favor. Inmediatamente, averiguaré a qué sector debe ser dirigida.
Micaela lanzó un bufido despectivo, pero se sentó en los sillones de la recepción sin decir nada. La recepcionista se comunicó inmediatamente con el Auxiliar de la Presidencia. No quería problemas. Necesitaba este trabajo, pues era madre soltera y aquí tenía buenos beneficios, como la excelente paga, los horarios fijos, etc.
El tono de llamada sonó solo dos veces antes de que desde el otro lado respondieran.
📠 Presidencia. Aquí Guillermo Ordóñez.
📠 Señor Guillermo. Aquí hay una señorita: Micaela Martínez Honor. Dice haber sido convocada por la empresa para prestar servicios. Pero yo no he sido comunicada. ¿Usted sabe algo de eso?
La expresión del auxiliar se volvió igual que la de un depredador que ha divisado a su presa.
📠 Sí. Que suba hasta mi oficina. Yo me encargaré de ayudarla con el ingreso.
📠 De acuerdo, Señor. La acompañaré yo misma.
📠 No hace falta. Sólo súbala al ascensor y yo la esperaré aquí
📠 Entendido.
La chica colgó el tubo del intercomunicador y se dirigió a la belleza que esperaba.
- Señorita, por favor, acompáñeme.
En esta empresa había dos ascensores: El que utilizaban los empleados comunes y el que usaban los ejecutivos. La empleada la llevó hacia el elevador ejecutivo y le indicó el piso. Luego volvió a su puesto sin decir nada más.
Mientras ascendía, Micaela repasó su imagen en el espejo de la caja. Acomodó un mechón rebelde detrás de la oreja y ensayó un par de gestos cándidos. Eran muchos los pisos que debía subir, por lo que tuvo varios minutos para acomodarse mentalmente. Estaba realmente ansiosa de encontrarse con el poderoso Eduardo Gómez y poner en marcha su plan de conquistarlo. Ya podía vislumbrar la cara de envidia de sus amigas cuando se convirtiera en la prometida del poderoso empresario.
Ya estaba en el piso sesenta y cinco cuando el ascensor se detuvo en seco. Micaela frunció el ceño y comenzó a presionar botones a ver si alguno funcionaba para que el aparato arranque de nuevo. No pasaba nada, así que Intentó llamar a Guillermo con el celular, pero descubrió consternada que dentro del habitáculo el aparato no tenía señal.
Gritó para ver si alguien la escuchaba, pero el ascensor ejecutivo estaba insonorizado, así que nadie la escuchó.
Sin saber qué hacer, comenzó a entrar en pánico. Dio vueltas en el reducido espacio sintiendo que le faltaba el aire. Nunca fue claustrofóbica, pero en este momento se estaba asustando realmente.
Volvió a mirar el tablero y descubrió algo que antes no había notado: Una de las teclas tenía el dibujo de un parlante. Supuso que, tal vez, servía para comunicarse con alguien de afuera, por lo que la presionó y habló esperando que alguien la escuche.
📠 Hola… ¿Hay alguien allí?
En su oficina, el jefe de mantenimiento escuchó la llamada y respondió:
📠 Aquí Mario Vázquez. Jefe de mantenimiento. ¿Qué se le ofrece?
La sensación de alivio al escuchar la voz que le respondía hizo que las piernas de la mujer se aflojaran. Se apoyó en la pared del elevador y respiró hondo para recuperar la calma. Le tomó unos segundos, pero al final, lo logró.
📠 Estoy atrapada en el ascensor.
Vázquez frunció el ceño preocupado.
📠 Mantenga la calma, por favor. Dígame en cuál elevador y en qué piso se detuvo. Le enviaré ayuda de inmediato.
📠 Piso sesenta y cinco. No sé qué ascensor es.
El encargado dedujo correctamente que la persona no era miembro del staff de la empresa, porque si no sabría ese dato.
📠 Dígame: ¿La capacidad del elevador es para cuatro o para diez personas? Puede fijarse en la pared contraria a la puerta, Ahí dice cuantas personas entran.
📠 Dice cuatro personas.
📠 Bien: en solo un momento irá alguien y la sacará de allí. Trate de relajarse y no entrar en pánico, por favor. Son solo unos minutos.
📠 Está bien. Voy a esperar.
La comunicación se cortó y Micaela comenzó a hacer algunos ejercicios de respiración que había aprendido en sus clases de yoga. Con eso logró mantener la calma, aunque rogaba que viniera pronto alguien a rescatarla.