Kael Walton no fue criado, fue forjado, desde niño conoció más el frío del abandono que el calor de una familia. A los quince años quedó huérfano, y su refugio fueron las calles, los trabajos mal pagados, y los silencios largos que solo entienden los que han sobrevivido más de lo que han vivido.
El ejército le dio estructura, disciplina, y una nueva identidad: soldado, protector, fantasma. A los 25 años, pensó que había encontrado la única guerra que valía la pena luchar: el amor. Pero la felicidad duró poco. Su esposa fue asesinada por un mafioso al que todos temían, excepto Kael. Desde entonces, el amor quedó enterrado junto a ella.
Años después, en medio de una misión de venganza donde logran su cometido, cuando al fin reina la paz para el solo era el inicio de un caos y encanto, llamado Nadia Drake.
Podrá Nidia Alojarse en el corazón de Kael?
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CAPITULO 4
... UN CAFÉ ...
Los días transcurrían lentamente entre rutinas y compromisos.
La campana del café sonó con un tintineo alegre cuando Nadia entró, era casi mediodía, Pidió un café con crema mientras sonreía como siempre y se sentó junto a la ventana.
En ese mismo instante... ese sonido de la campanita al entrar al café sacó de su mente a Kael... estaba pasando por la zona, o eso se dijo a sí mismo, cuando la vio ahí: Nadia, sentada junto a la ventana, riendo con el barista como si conociera el lugar de toda la vida.
Llevaba una chaqueta de mezclilla, gafas de sol en la cabeza y un café con crema en la mano, radiante, tranquila, un sol en movimiento.
Ella lo vio antes de que pudiera escapar.
Kael, de pie. En la otra acera, mirando el local como si dudara si entrar o seguir su camino, porque definitivamente cruzar el océano Atlántico nadando era más sencillo.
Ella sonrió, alzó la mano.
—¡Eh! ¡Señor Kael! ¡Pasa, no cobramos entrada!
Él parpadeó, dio un paso, luego varios más, entró, resignado hasta llegar donde estaba Nadia.
—No vine a verte — dijo, sin saludar.
—Perfecto, tampoco vine a verte a ti. ¿Coincidencia cósmica? — respondió con una sonrisa traviesa.
Kael suspiró y se sentó frente a ella, el café olía bien, el lugar también.
—¿Qué quieres de tomar, algo especial, y sobre todo dulce?
—preguntó ella, con una sonrisa traviesa.
—Café negro, sin azúcar.
—Oh, ya veo. ¿Todo en tu vida es así de... amargo?
—Funciona.
—Y si no viniste a verme, ¿qué haces aquí?
—Trabajo cerca, me llamaste con un grito exagerado y entre.
—Claro, claro, totalmente creíble. ¿Quieres que finja que me lo tragué o prefieres que me burle un poco más?
Kael se quedó callado. Luego, finalmente, habló.
—¿Qué haces aquí? ¿No deberías estar en Alemania, dirigiendo una empresa?
—Debería, pero decidí quedarme una pequeña temporada. Quiero… tomarme un tiempo, ver otras cosas, sentir otros ritmos. — contesto Nadia mientras tomaba un sorbo de su espumante café.
—¿Por curiosidad? — Pregunto Kael un poco dudoso.
—Por ti. — Dijo Nadia de manera directa.
Kael la miró directamente, no era una mujer que jugaba con palabras y eso lo desarmaba, en ese instante sintió un temor recorrer su cuerpo, y no por temerle a ella, todo lo contrario era miedo a sentir más allá de lo que tenía permitido sentir.
—No soy una buena idea, Nadia. Tampoco quiero que hagas cosas solo por tener curiosidad sobre mí.
—No estoy buscando buenas ideas — respondió con una sonrisa—. Solo personas reales y no es solo curiosidad Kael, si te digo que es algo más profundo, es algo más allá de lo que está a simple vista.
El silencio se esparció generando un momento un poco incómodo. Era un silencio de esos donde el mundo se pone en pausa.
Kael bajó la mirada a su taza.
— No necesitas decir nada, solo quiero conocerte, eres atractivo, aunque no sé si aun simpático pues no he visto tu verdadera sonrisa, pero sé que la llegaré a ver.
— No soy lo que buscas Nadia, eres joven yo un hombre mayor que tú, no estoy para cuidar una niña. — dijo sintiendo un nudo en su estómago, pues realmente no era eso lo que él sentía, pero debía alejarla.
—Tengo dinero, estudio, dirijo una empresa donde lo que más abunda son hombres fuertes, sabes.
Además, no necesito protección ni ayuda, no soy ni una niña, ni un proyecto de caridad, ni una chica que busca estabilidad. — dijo Nadia con la misma seriedad que portaba cuando se entrevistaba con posibles clientes de alta elite.
—Lo sé — dijo Kael, mirándola con intensidad —. Y eso lo hace peor.
—¿Peor? — esta vez fue Nadia quien arqueo una de sus cejas.
—Porque entonces no tengo excusas para no querer conocerte. — susurro Kael.
Una nueva pausa se apoderó entre ambos, pero esta vez era un silencio tranquilo .... para luego Kael romperlo con una confesión.
— Te investigué.
Ella bajó la taza, sorprendida, se esperaba que él le dijera cualquier cosa menos eso, pero le fascinaba, así directo sin filtro, era la primera vez que un hombre le trastornaba tanto sus pensamientos y descubriría que era lo que sentía por Kael, pase lo que pase.
Nunca se imaginó creer en el amor a primera vista, pero con Kael, está comprobando que si existe y que la edad es lo de menos.
—¿Qué investigaste?
—Tu pasado, cuando Ethan llego a tu vida, lo que pasaste en las calles, lo que hiciste para sobrevivir.
Nadia no se ofendió, pero tampoco se encogió.
—¿Y qué opinas, detective?
—Que eres una mujer valiente.
—Gracias… creo.
Una secuencia de silencios reinaba entre la conversación, pero está vez era uno de esos que no son incómodos, sino densos.
Kael la miró por largo rato.
—No puedo ofrecerte nada.
—No pedí nada —respondió sin titubear.
—No soy fácil.
—A mí tampoco me gustan las cosas fáciles.
Nadia río, suave tratando de procesar todo lo que le estaba diciendo ese hombre que cada vez que lo veía definitivamente le gustaba más, pero no se dejaría desarmar así de fácil.
—Quieres que te diga algo Kael, a ti no te falta valor, te falta permiso.
—¿Permiso?
—Sí. Que te des permiso para sentir, para fallar, para intentar, incluso para sonreír. No eres un Robot, eres un ser humano.
Ambos se miraron de una manera intensa, tratando de desnudar el alma de cada uno.
—¿Y tú me lo das? — dijo Kael de manera retórica.
Ella se acercó, apoyando el codo en la mesa.
—Yo no te doy nada, pero puedo quedarme aquí mientras tú decides dártelo tú mismo.
Kael dejó unos billetes sobre la mesa y se levantó.
—Gracias por el café.
—No me dejaste que te lo pagara — le gritó divertida mientras salía.
Él giró la cabeza un segundo y solo un pequeño reflejo de sonrisa se manifestó en sus labios.
Y en ese gesto, pequeño, pero auténtico, Nadia supo que había dejado una grieta en la coraza.
Una grieta por donde, tarde o temprano, entraría la luz.
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Gracias por leer y apoyar está novela con sus 👍, sus 🎁, sus votos y comentarios....
que decepción
así me gusta que no tengan tantos capitulos 💯