Que Empiece Mi Reinado.

Regulus continuó su entrenamiento con Lara, y pronto se les unió también el príncipe Santiago. Las semanas avanzaban con rapidez, y los planes para acabar con la corrupción de Amatista ya estaban en marcha.

Por otra parte, Joaquín estaba furioso. El emperador Cristian le había prometido que, a cambio de su lealtad, eliminaría a su primo. Pero ahora, tras su regreso inesperado y con la forma en que logró cambiar la percepción de varios funcionarios que antes no lo apoyaban, Joaquín sentía que todo se salía de control. Sin más demora, envió una carta al emperador solicitando una audiencia. Necesitaba que Cristian actuara de nuevo, pero esta vez debía asegurarse de eliminar definitivamente a su primo del camino.

Mientras tanto, Lara se dedicó a escribir todo lo que recordaba de su primer libro. El mundo en el que vivía ahora pertenecía a una saga de cinco tomos, y ella se refugiaba en el primero. Allí, la historia giraba en torno al legítimo emperador de Vorlon: **Jackson Valemont**, cuarto heredero en la línea de sucesión y primo lejano del emperador Cristian.

Después de que Cristian tomara Ungalos, a pesar de ser un hijo ilegítimo, logró hacerse con el trono. Las piedras de maná que halló en ese imperio le permitieron comprar aliados poderosos, entre ellos, el propio Amatista. Cristian necesitaba poder, pero más aún necesitaba mantener una red de lealtades para que su corona no temblara si en algún momento intentaban destituirlo. Su ascenso marcó la decadencia del imperio: impuestos desorbitados, hambre, enfermedades y una miseria creciente que podía verse en cada rincón de Vorlon y Ungalos.

Cristian era un tirano consumido por la ambición. Creía firmemente que ese era su destino, su derecho, y en su ceguera ignoraba por completo el sufrimiento de su pueblo. Sus soldados, hombres despiadados, atacaban aldeas, secuestraban mujeres y asesinaban a quienes intentaban protegerlas. Todo cambió cuando atacaron a la rama olvidada de la familia imperial, que vivía aislada en los pantanos de Lyskar. Eran granjeros que se habían apartado voluntariamente de la corte, ajenos a los juegos de poder.

Pero ese día, mientras Jackson y sus hermanos cazaban en los bosques buscando alimento para la semana, la Guardia Escarlata —los perros sangrientos del tirano— irrumpió en sus tierras. Las hermanas de Jackson, solas junto a su padre enfermo, poco pudieron hacer. Los soldados masacraron a todos los que se interpusieron, y cuando ya no quedó nadie que pudiera defenderlas, las jóvenes fueron brutalmente violentadas. El padre, malherido, lo vio todo sin poder hacer nada. Cuando terminó la masacre, los soldados se marcharon sin dejar más que cenizas y muerte.

Jackson y sus hermanos regresaron al día siguiente. Desde lejos vieron el humo, y al llegar encontraron el horror: su padre muerto, dos de sus hermanas asesinadas, y la tercera, desfigurada por el dolor, con un cuchillo en la mano. Les relató con voz rota lo ocurrido, y antes de que pudieran acercarse, se cortó la garganta frente a ellos, pidiéndoles justicia.

Esa misma noche, luego de enterrar los cuerpos, los hermanos juraron venganza. No descansarían hasta destruir a los culpables.

Al iniciar su cruzada y acercarse a la capital, los horrores solo crecían. El pueblo clamaba por un héroe que enfrentara al tirano y los liberara. Fue entonces cuando escucharon sobre la *Hermandad del Loto Negro*, una sociedad secreta de nobles, soldados y magos decididos a derrocar al emperador. Jackson y sus hermanos partieron hacia las montañas nevadas, en busca de esta hermandad. Estaban dispuestos a pactar incluso con el diablo si eso significaba obtener justicia.

Tras atentados, sabotajes y alianzas con nobles y líderes de opinión, lograron infiltrarse en el Imperio. Pero necesitaban más fuerza. Así que pidieron ayuda a imperios vecinos con los que Cristian nunca logró formar alianzas. Entre ellos: Jade, Málaga, Zenda, Atenea y el Reino de Bórico, todos reinos que jamás compartieron los ideales retorcidos del emperador.

Su mayor aliado fue Bórico, gobernado por un rey joven y de temple firme: Elios, de apenas dieciocho años. Él fue clave en la batalla, pues solo él podía guiar a los dragones, y se unió a la causa por la libertad. Otro gran aliado fue el Imperio de Málaga, encabezado por el joven emperador Alcides, de unos veinticinco años, primo de Elios y talentoso mago. Gracias a ellos, y pese a las numerosas bajas, lograron derrocar al tirano. Cristian cayó, pero no sin luchar hasta el final.

Cuando todo acabó, a Jackson le costó adaptarse a la vida en la corte. Era un hombre de campo, criado en la tierra, no en los pasillos de mármol. Pero todo cambió cuando conoció a Úrsula, la primera princesa de Málaga. Ella fue la primera mujer en su corazón, y también la única.

Tras restaurar el orden en el imperio y ser coronado, Jackson se casó con Úrsula. Gobernaron desde Ungalos y Vorlon, y por fin, conocieron la felicidad.

Lara cerró el cuaderno con las manos temblorosas. Aquella historia, plagada de crueldad, había sido escrita por ella... por Lucía, en su vida anterior. Un mundo que había creído ficción, ahora era realidad. Nunca pensó que sus giros narrativos para dar dramatismo causarían tanto sufrimiento real.

Murmuró para sí, con un nudo en la garganta:

—Soy un monstruo...

Malik, que llevaba un largo rato detrás de ella, la observaba en silencio. Había leído cada palabra mientras ella escribía como poseída. Sin decir nada, apoyó suavemente su mano en su hombro. Ella se sobresaltó levemente.

—No lo eres —dijo con calma—. Solo creíste que tus palabras no tendrían peso... ni consecuencias.

—Malik... ¿desde cuándo estás aquí?

—Desde que comenzaste a escribir. Así que ese es tu verdadero nombre... Lucía. Sabía que no eras de este plano cuando te conocí a fondo. Pero nunca imaginé que tú hubieras creado este mundo.

Ella lo miró con una mezcla de dolor y temor.

—¿No te sorprende?

—La verdad, no. Ya he conocido a otras como tú. La emperatriz Leonor de Zenda y yo fuimos compañeros de estudio cuando aún era un discípulo en la Torre. Y la emperatriz de Málaga... también ha estado en mi presencia. Me gustaría decirte que no soy tan joven como aparento, pero sé que ya lo sabes.

—Eso es lo que menos me ha importado en todos estos años. Temía que si sabías la verdad, tú... dejarías de quererme.

Malik la miró con intensidad, su voz se volvió firme y grave.

—Mírame —ordenó—. Jamás. Escúchame bien: jamás una historia cambiaría lo que siento por ti.

Lara se giró por completo, se levantó de su asiento y lo abrazó. Lo besó, esta vez por voluntad propia, sin miedo, sin dudas. No fue un beso robado, sino uno necesario, lleno de verdad. Un beso que le confirmaba al mago que sus sentimientos eran correspondidos.

Malik no dudó. La estrechó entre sus brazos, la atrajo más hacia él y se fundieron en ese beso lleno de amor, de redención... y de destino.