Una mujer despierta en una playa sin recuerdos, aparece un hombre que asegura ser su esposo y que su nombre es Olga. Pronto es llevada a una casa ajena donde dos niños, extrañamente distantes, también la llaman "mamá". A medida que intenta encajar en esta nueva vida, comienza a percibir que no pertenece a ese lugar: su forma de sentir, de hablar y de recordar no corresponden con la mujer que todos dicen que es.
En medio del control por parte de su supuesto esposo, ella empieza a descubrir verdades aterradoras. Además, su cuñado que empieza a residir en la casa, se convierte en un vínculo perturbador, pero familiar, despertando emociones que parecen venir de otra vida.
Mientras la casa se llena de presencias inquietantes, dibujos siniestros y comportamientos que rozan lo sobrenatural, ella y su cuñado reconstruyen, paso a paso, una historia de amor prohibido, que trata de hacerle frente a la traición y busca una venganza ante la injusticia.
Ella ya no es quien solía ser, ¿te atreves?
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9. Los rostros en las fotografías
A la mañana siguiente, Olga despertó con una extraña sensación de desdoblamiento. Como si una parte de ella hubiera estado despierta toda la noche, vigilante, alerta. Felipe aún dormía, de espaldas, con el rostro relajado. Parecía ajeno a todo.
Ella se levantó con cautela. Bajó las escaleras en silencio, como lo había hecho muchas veces desde su llegada, pero esta vez tenía un propósito: encontrar pruebas. Algo tangible. Un hilo que confirmara que Karina había existido y que no era solo un eco en su cabeza; era extraño eso que buscaba, porque era real que esa mujer existió, Daniel la estaba buscando, pero ella necesitaba encontrarla.
Recordó lo que Daniel le había dicho la noche anterior: “Busca entre las cosas viejas. En la oficina de Felipe. Él guarda más de lo que muestra.”
La oficina estaba al fondo del pasillo, al lado del salón. Siempre cerrada con llave. Pero esa mañana, por alguna razón, la puerta estaba entreabierta.
Entró con el corazón latiendo con fuerza. El aire en ese cuarto era denso, cargado de un aroma a cuero viejo, papel, y algo más, como moho oculto; y la sensación de humedad que lastima, pero que le resulta familiar, como un último recuerdo olvidado dentro de ella.
Había estanterías llenas de libros de derecho, carpetas, documentos en cajas rotuladas. En una esquina, un archivador metálico. Comenzó a revisar con rapidez, pero con cuidado, buscando entre los cajones, entre las carpetas, necesitaba respuestas y debía encontrarlas.
Fue en una caja de cartón sin etiqueta donde encontró el primer indicio, se trata de un viejo álbum de fotos. Polvoriento, de tapas duras. Al abrirlo, descubrió imágenes familiares, pero torcidas. Como si se tratara de una vida que había sido cuidadosamente manipulada.
Allí estaba Felipe, sonriendo. Los niños, más pequeños. Y luego, otra mujer, aparecía a su costado. Al principio no podía identificarla con claridad. Pero cuando llegó a la cuarta página, se quedó helada. Ahí estaba la mujer que vio en el reflejo del espejo, cabello negro, largo, hermosa; y su mente repetía una y otra vez, “Karina”.
No era un parecido. Era la imagen que se borraba rápidamente del espejo. Al mirarla, sintió una punzada de reconocimiento tan visceral que le faltó el aire.
Seguía pasando páginas. En una, vio una foto tomada en la playa cercana a su casa, más acogedora y tranquila de la cual fue encontrada. Ahí estaban, Daniel y Karina sentados en una manta. Felipe estaba al fondo, sin sonreír, como envidiándolos.
Y al final del álbum, pegada con cinta amarillenta, había una nota escrita a mano:
"A veces siento que no soy yo. Que algo me mira desde dentro. F."
Olga leyó la inicial. No era la suya. Era la de Felipe.
La puerta crujió detrás de ella.
Se giró bruscamente y se encontró con el pequeño Facundo, de pie, en silencio.
- “¿Qué haces aquí, mami?”, preguntó el pequeño.
Olga cerró el álbum con rapidez, pero el niño ya lo había visto.
- “¿Quién es ella?”, preguntó él, señalando la foto de Olga, como si fuera de otra persona, no de la que estaba frente a él. Ella respiró, porque dijo eso su pequeño hijo.
- "Dime tú, Facundo. ¿Quién crees que es?”, preguntó Olga. Ella se agachó a su altura. El niño la miró con seriedad.
- "Es mi antigua mamá”, respondió Facundo. Olga sintió que la garganta se le cerraba.
- "¿Y dónde está ahora?”, preguntó la supuesta Olga.
- "Se fue al agua. Pero no quiso irse. Lloraba cuando papá la metió ahí”, respondió Facundo. Un estremecimiento recorrió el cuerpo entero de Olga.
- “¿Tu papá te dijo eso?”, preguntó Olga.
- “No. Yo lo vi”, respondió Facundo; aunque en el fondo el niño no reconocía lo que veía en realidad o lo que percibía en sueños.
Olga tragó saliva con dificultad. El niño hablaba con una calma espeluznante.
- “No se lo digas a papá”, le dijo ella, acariciándole el cabello.
Facundo asintió y se marchó en silencio, como si no acabara de confesar algo aterrador.
Olga volvió a guardar el álbum y salió de la oficina, cerrando con cuidado. El peso de la verdad empezaba a presionarla, a moldear una forma: Karina existió. Karina fue borrada, de aquella casa, como si no quisiera que la recordaran. Y algo o alguien, la había traído de vuelta. Ahora ya no solo lo sentía. Ahora lo sabía.