En Manos Del Mafioso

El Jardín de las Rosas era tan imponente como su leyenda sugería. Un palacete antiguo, rodeado de jardines meticululosamente cuidados, donde las rosas blancas y rojas crecían en una armonía que contrastaba con la tensión que normalmente se respiraba entre sus muros. Hoy, el aire estaba cargado de una expectativa diferente.

Emily, con un elegante vestido negro que Luca le había elegido, caminaba a su lado, su brazo entrelazado al de él.

Cuando entraron en el gran salón, ya había varios hombres de aspecto serio y poder. Pero fue hacia un grupo en particular hacia donde Luca se dirigió con paso firme.

Allí estaban. El anciano del centro comercial, Adriano, con su bastón, pero hoy erguido con una autoridad que imponía respeto. A su lado, un hombre más joven, de rostro marcado y una intensidad que casi quemaba, al que Luca había identificado como Marcos, el heredero. Y, completando el trío, Carlos, quien les sonrió con una genuina calidez que parecía desentonar con el entorno.

—Moretti —saludó Luca con una inclinación de cabeza cortés, pero fría.

—Bianchi —respondió Adriano, su voz un eco grave. Sus ojos, sin embargo, no se posaron en Luca, sino en Emily. Y en ellos no había hostilidad, sino esa misma intensidad nostálgica y suave que ella recordaba del centro comercial.

—Permítanme presentarles a Emily Jones —dijo Luca, y su tono al decir su nombre era una clara advertencia.

Fue Carlos quien dio un paso al frente, rompiendo el hielo con su amabilidad característica.

—Es un placer volver a verla,Emily —Le tendió la mano, que ella aceptó con una sonrisa cortés.

—Igualmente — Luca levanto una ceja

Luego, Luca se volvió hacia Marcos.

—Y este es Marcos Moretti.

Marcos solo asintió, clavando su mirada en ella. Era una mirada tan cargada, tan llena de algo que Emily no podía descifrar, que por un momento sintió un escalofrío. No de miedo, sino de... reconocimiento. Era absurdo.

Ya veo, pensó Emily, mirando entre los tres hombres mientras Luca intercambiaba unas palabras con Adriano. Su nieta regresa a conocerlos después de todos estos años, y ellos no quieren que su reencuentro esté empañado por una guerra, no quieren que ella herede un mundo de sangre, por eso quieren esta paz, lo hacen por su sobrina

La idea le pareció profundamente conmovedora. En el corazón de estas personas duras y peligrosas, había un amor familiar tan fuerte que podía detener décadas de conflicto. Sonrió internamente, sintiendo una oleada de simpatía hacia ellos. Sin saberlo, estaba justificando cada una de sus acciones con una narrativa que, aunque incorrecta en el personaje principal, era exacta en su esencia: todo lo hacían por amor a su familia, por amor a ella.

—Están muy callados —susurró Emily a Luca, refiriéndose a Adriano y Marcos, que no apartaban la vista de ella.

—Es la tensión del momento, preciosa —murmuró Luca a su oído, apretando su brazo contra el suyo— No les gusta mostrarse vulnerables.

Ella asintió, comprendiendo. O al menos, creyendo comprender. Mientras los preparativos para la firma comenzaban, Emily se quedó con la certeza de que estaba siendo testigo de algo hermoso: el final de una guerra, impulsado por el simple y poderoso deseo de una familia de darle la bienvenida a una hija perdida. se sintió feliz, de una manera inocente y ajena, por esa joven a la que no conocía, pero cuya suerte había cambiado el destino de todos.

Más tarde, durante un momento de distensión en la firma, Emily se acercó con cautela a Adriano, quien observaba el jardín desde un ventanal.

—Señor Moretti —dijo suavemente.

Él se volvió, y una sorpresa genuina, seguida de una calidez inmediata, cruzó su rostro al verla.

—Emily —Su voz, grave, sonó más suave que con cualquier otra persona en la sala.

Ella sonrió, con una mezcla de curiosidad y simpatía.

—Entonces…¿aún no viene su nieta? —preguntó, mirando a su alrededor como si esperara ver aparecer a una joven con un ramo de flores

La pregunta, inocente y cargada de la compasión que había mostrado desde el principio, golpeó a Adriano con una fuerza inesperada. Por un instante, el viejo lobo, el patriarca que había tomado decisiones que helaban la sangre, se sintió profundamente conmovido. Eres tú, quiso decir. Estás aquí, delante de mí, y no lo sabes.

Pero, siguiendo el plan, contuvo las palabras. En lugar de eso, una sonrisa melancólica y genuina se dibujó en sus labios, algo que muy pocas personas habían visto en décadas.

—No —respondió, su voz un susurro—Todavía no. Pero pronto, muy pronto, espero —Su mirada se posó en ella con una intensidad que iba más allá de la cortesía— Tu consejo… el del álbum y la carta… fue muy acertado, se lo estamospreparando.

El corazón de Emily se llenó de una cálida satisfacción.

—Me alegro mucho—dijo con sinceridad— Estoy segura de que, cuando llegue el momento, lo apreciará más que cualquier joya.

Adriano asintió lentamente, sus ojos brillando con una emoción que no podía nombrar

—Lo sé, Gracias, Emily

Ella se alejó para reunirse con Luca, sintiendo que había hecho una buena acción. Adriano la siguió con la mirada, y por primera vez en mucho, mucho tiempo, una lágrima solitaria, furtiva, recorrió su mejilla arrugada antes de que pudiera limpiarla. La ironía era tan dulce como desgarradora: su nieta le deseaba suerte para que ella misma aprecie su propio regalo