Emma jamás imaginó que amar a Andrew significaría estar condenada a huir. En un mundo donde humanos, brujos y cambiaformas coexisten bajo frágiles pactos, Emma, una joven común, se ve arrastrada al corazón de una guerra silenciosa tras enamorarse de Andrew, el heredero de una poderosa manada de licántropos. Su amor es puro, peligroso… y totalmente prohibido. Mientras la manada se tambalea y aliados inesperados caen uno por uno, Emma deberá encontrar la fuerza para sobrevivir, escapar y luchar por lo que ama. Pero no está sola: cada elección que haga resonará en un destino mayor, donde el sacrificio, la magia y la sangre van de la mano. Un amor prohibido. Un secuestro brutal. Una guerra inminente.
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Capitulo 8: Mía
Sentía su incomodidad, y aunque mi lobo no entendía por qué ella parecía tan distante, yo sabía que tenía que ir con cuidado.
Finalmente, rompió el silencio:
—Lo siento por lo de anoche —dijo, con las mejillas ligeramente sonrojadas—. No debí cerrarte la puerta en la cara.
La miré, sorprendido.
—No tienes que disculparte. Fui yo quien apareció como un lunático en medio del bosque. No pensé en cómo podía haberte hecho sentir.
Ella sonrió un poco, aunque todavía parecía avergonzada.
—Bueno, lo que dijiste fue... extraño. Pero supongo que tu intención no era mala.
—Lo juro, no quería asustarte —dije, con una sinceridad que me sorprendió incluso a mí mismo.
Ella asintió, y por un momento, sus ojos se encontraron con los míos. Había algo en su mirada, una mezcla de curiosidad y cautela, que me hizo querer prometerle que nunca la dejaría sentirse sola o insegura de nuevo.
Pero por ahora, me conformé con acompañarla en silencio mientras caminábamos de regreso al bosque.
Todo a su tiempo, Andrew.
—¿Anoche estabas ebrio?
La pregunta me tomó completamente por sorpresa. La miré, arqueando una ceja.
—¿Ebrio? —repetí, confundido—. ¿Por qué lo dices?
—No sé… —Emma alzó los hombros con indiferencia, aunque el leve sonrojo en sus mejillas la delataba—. Es que empezaste a hablar de cosas raras. Mates y parejas destinadas…
Sentí que mi cuerpo se tensaba de inmediato. El tema no era algo que pudiera tomarse a la ligera, y menos con ella.
—No estaba ebrio, Emma —dije con firmeza, deteniéndome para mirarla directamente a los ojos—. Estaba completamente en mis cinco sentidos, y todo lo que dije anoche es verdad.
Sus ojos se abrieron un poco más, pero no era sorpresa lo que veía en ellos. Era incredulidad, como si estuviera esperando que le dijera que todo era una broma.
—Eso no tiene sentido, Andrew —respondió, sacudiendo la cabeza como si intentara alejar la idea de su mente—. No creo en esas cosas de… parejas destinadas o lo que sea.
Mi lobo gruñó dentro de mí, molesto por su rechazo. Sentí cómo su influencia empujaba contra mi control, exigiéndome que le hiciera entender, que la reclamara como mía de una vez por todas.
—Estamos destinados, Emma —insistí, mi voz más baja pero cargada de emoción—. Es un hecho, no una opinión. Tú eres mi mate. Mi otra mitad. Eres mía
Ella rio, pero no fue una risa de diversión. Fue seca, cortante, como si estuviera tratando de poner distancia entre nosotros con cada palabra.
—Esto es ridículo. No soy nada tuyo.
Su rechazo fue como un cuchillo directo a mi pecho. Sentí cómo mi lobo rugía de nuevo, furioso, y antes de darme cuenta, un gruñido bajo y amenazante salió de mi garganta. Su reacción fue inmediata: se detuvo en seco, girándose para mirarme con el ceño fruncido.
—¿Me acabas de gruñir? —preguntó, su voz cargada de incredulidad.
No pude responder. Mi mandíbula estaba tensa, mis puños cerrados dentro de los bolsillos de mi chaqueta mientras luchaba por controlar el impulso de acercarme a ella y demostrarle lo que significaba ser mi mate.
—¡Pareces un perro! —exclamó, molesta.
La palabra me golpeó más de lo que esperaba. Aunque sabía que no entendía el peso de sus palabras, dolió. Mi lobo se agitó de nuevo, queriendo protestar, pero lo mantuve bajo control.
—No me llames así —le advertí, mi voz baja pero firme.
Ella rodó los ojos, claramente sin importarle lo que yo sintiera al respecto. Pero antes de que pudiera decir algo más, me incliné un poco hacia ella, acercándome lo suficiente para que pudiera oler mi presencia, aunque eso significara arriesgarme a asustarla otra vez.
—Eres mía, Emma. Lo quieras o no.
La bofetada llegó antes de que pudiera reaccionar. El sonido de su mano contra mi mejilla resonó en el aire, y mi cabeza se giró ligeramente por el impacto. El calor se extendió por mi piel, y me quedé inmóvil, sorprendido.
–No soy de nadie, Andrew, soy dueña de mi propia vida. Métete eso en la cabeza.
No era el golpe lo que me había dejado sin palabras. Era el hecho de que ella lo hubiera hecho, sin miedo, enfrentándome como si no supiera lo que yo era capaz de hacer. Mi lobo estaba al borde del colapso, pero no de ira. Era algo completamente diferente.
Cuando volví a mirarla, había una mezcla de desafío y arrepentimiento en su rostro, pero no dijo nada. Solo me sostuvo la mirada, como si esperara a que hiciera algo.
—Bien. —Las palabras salieron de mis labios antes de que pudiera detenerlas. No sonaron como un reproche, sino más bien como una aceptación. Me llevé una mano a la mejilla, aún caliente, y sonreí levemente—. Quizás me lo merecía.
Ella parecía confundida, como si mi respuesta no fuera lo que esperaba. Pero no dije nada más. Solo me di la vuelta y comencé a caminar, sabiendo que, aunque me había abofeteado, al menos había logrado hacerle ver que no iba a rendirme tan fácilmente.
Ya veo venir el giro que tomara la trama
Digo, no es normal que ella como humana pueda sentir el aroma de Andrew, se supone que es entre especies.
Es eso o tiene muy buen olfato mi chica Emma 😂😂😅
Necesito mi dosis diaria de Andrew