Amor Forzado.

La ceremonia llegó a su culminación, y ambos se dirigieron hacia la salida rodeados por la multitud. A su alrededor, había un gran número de personas tomando fotografías, momentáneas que al amanecer siguiente estarían publicadas en todas las revistas sociales, ocupando la primera plana pues la familia Kim lee, era una de las más importantes ya que manejaban muchas marcas en el área comercial, siendo las número uno, además de ser multimillonarios.

Alessandro no podía comprender la razón por la cual su padre había decidido casarlo con una mujer como Isabella, quien se ganaba la vida como sirvienta. Su padre siempre había albergado la idea de encontrar para él una esposa que encarnara la perfección, alguien que fuese digna de llevar su apellido y que estuviera a la altura en sus modales y de las expectativas familiares. Sin embargo, aquí estaba, unido a una mujer que, a sus ojos, no cumplía con esos estándares de su padre. La confusión y la incredulidad invadían sus pensamientos, cuestionando las decisiones de su padre y la disparidad entre sus sueños y la realidad que le había tocado vivir.

Al subirse al automóvil, Isabella se alejó de él de inmediato, dirigiendo su mirada hacia la ventana en ese momento odiaba a Alessandro pues creía que el tenía que ver con su padre. Tenía la intención de evitar cualquier contacto que pudiese generar malentendidos, así que no dijo en un silencio absoluto.

La decisión de no asistir a la fiesta de matrimonio había sido una orden clara de su padre, Dante, quien prefería que se mantuvieran al margen de esa celebración, para que ningún periodista los pudiera molestar.

Al llegar a la majestuosa mansión que Dante les había obsequiado, Isabella se asomó por la ventana y quedó pasmada al contemplar la inmensidad del lugar, que le parecía deslumbrante y abrumador. Un grupo numeroso de empleados se encontraba alineado en la entrada, esperando su llegada.

Alessandro, bajo del auto sin mirar a Isabella.

La señora dormirá en la habitación principal yo dormiré en otra y no quiero ni una palabra a nadie, quedó claro dijo Alessandro entrando a ala casa dejando atrás a Isabella.

Isabella observó cómo Alessandro se alejaba, y en su mirada quedó reflejada la claridad de que él no la soportaba. Sin embargo, no lograba comprender cómo había terminado casada con él un hombre presumido insimismado, egocéntrico.

En ese momento, una mujer se acercó a ella con amabilidad y le dijo: Vamos, señora, la llevaré a su habitación para que pueda descansar.

La mujer condujo a Isabella hasta una habitación tan espaciosa y lujosa que la joven se sintió abrumada y decidió no tocar nada por temor a romper algo. Se sentó en la cama, cuyas sábanas de finísimo tejido brillaban a la luz suave que entraba por la ventana, y dejó escapar un torrente de lágrimas. Su corazón estaba pesado de tristeza, se sentía profundamente sola y un intenso miedo la invadía, como si la soledad la envolviera en un abrazo helado e implacable.

Por otro lado, Alessandro caminaba de un lado a otro en la habitación, sumido en sus pensamientos sobre Isabella. Ella despertaba en él una serie de emociones que jamás había experimentado antes, y esa sensación le resultaba incómoda. Había estado con otras mujeres en el pasado, pero ninguna había logrado hacerle sentir ese nerviosismo que ahora le provocaba Isabella. La manera en que la miraba, la forma en que sonreía, todo en ella parecía desafiar las barreras que había construido a lo largo de los años. Alessandro se daba cuenta de que se estaba abriendo a un tipo de conexión que nunca había imaginado que podría experimentar, lo que le generaba tanto curiosidad como inquietud.

Esa noche fue muy larga para ambos ninguno pudo dormir.

...Ala mañana siguiente.......

El sol se filtró a través de la ventana del cuarto de Isabella, y esta vez todo era distinto. El bullicio habitual del canto de las gallinas había desaparecido por completo; en su lugar, se escuchaba el delicado y melodioso canto de los pájaros. Isabella abrió los ojos con la esperanza de que todo se tratara de una pesadilla y que al despertar todo volviera a la normalidad. Sin embargo, allí estaba, recostada en una gran cama blanca, aún vistiendo su hermoso vestido.

De repente, sonaron una serie de toques en la puerta: toc, toc, toc...

Isabella se incorporó de inmediato, sintiendo una intensa oleada de nervios recorrer cada rincón de su cuerpo. Una mezcla de ansiedad y expectativa la invadió, mientras que en su mente hacía fervientes súplicas, rogando que la persona que se encontraba al otro lado de la puerta no fuese Alessandro. Aunque nunca había tenido experiencias íntimas con ningún hombre, su trabajo en el dispensario le había permitido enfrentarse a las crudas realidades de la vida. Gracias a ello, tenía una comprensión no bastante clara de lo que ocurría durante la noche de bodas entre los recién casados. Los relatos que había escuchado de otros, sumados a su propia observación, pintaban un cuadro de miedo en su mente, sin saber muy bien que es lo que la mujer tenía que hacer exactamente, lo que solo aumentaba la inquietud que sentía en ese momento.

Buenos días señora le voy a preparar su baño caliente para que pueda bajar a desayunar.!_ dijo una de las empleadas que no era más grande que ella, con amabilidad, caminando asta el baño.

Isabella se sentó en la cama y pregunto.

Como te llamas.?_ pregunto Isabella mirando ala mujer.

Soy Rosa, mi señora necesita algo.!_ pregunto la mujer mientras seguía llenando la tina y metiendo esencias en el agua.

Rosa, Alessandro ya se levantó.!_ pregunto Isabella nerviosa mirándola.

El señor Alessandro, salió muy temprano señora.!_ dijo la mujer mientras miraba como el rostro de Isabella cambiaba a pensativo.

Le voy a dejar un par de vestidos en la cama para que pueda usar el que le guste más.!_ dijo rosa notando que Isabella traía aún su vestido de novia y el maquillaje corrido señal de que había llorado durante la noche.

Si gracias, rosa.!_ dijo Isabella entrando al baño y cerrando la puerta tras de ella para dejar caer el hermoso vestido blanco y entrar ala tina de baño por primera vez y bañarse con agua caliente.

Isabella paso demaciado tiempo dentro de la tina del baño y salió y se volvió a acostar en la cama no tenía ganas de desayunar ni de salir de la habitación.