Una profesora de campo muere tras un accidente en su escuela-casa. Reencarna en Arlette, la protagonista de una historia donde la verdadera villana es ella. pero ella no seguirá la trama y creará a su propio villano para protegerla
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capitulo 23: Protector.
Willow observaba a Everest con una mezcla de distancia mientras este se abrochaba la camisa con movimientos rápidos y precisos.
La habitación estaba impregnada de un aire tenso, un silencio que parecía pesar sobre cada uno de los objetos que la decoraban. Las paredes, adornadas con retratos de antepasados nobles, parecían ser testigos silenciosos del duelo de miradas entre los dos hombres. Willow, un mayordomo de porte elegante y mirada afilada, era un hombre que a pesar de su juventud, apenas alcanzando los treinta años, emanaba un aura de autoridad que no podía ser ignorada. Su cabello completamente blanco y su postura recta le conferían un aire de sofisticación que contrastaba con la imponente porte de Everest.
Everest, con su mirada desafiante y su actitud cortante, se cruzó de brazos y dirigió su mirada hacia Willow.
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— ¿Cuál es la miradera?
Willow, sin perder la compostura, respondió con voz firme.
— sé que no eres un esclavo común. Y que ni siquiera el duque aprobó que estuvieras aquí.
La respuesta, como un golpe directo, hizo que Everest frunciera el ceño, pero no se dejó intimidar.
— ¿Y qué con eso?— replicó, desafiando la autoridad que Willow intentaba imponer.
La atmósfera de la habitación se volvió más densa.
— que te mantengas alejado de la señorita. No eres alguien de fiar. Solo te acepto estar aquí porque ella lo permitió.— continuó Willow, sin titubear, reafirmando su posición.
Everest soltó un leve gruñido, un sonido que mostraba su molestia hacia la autoridad de Willow. Sin embargo, el mayordomo se mantuvo impasible, con una expresión que transmitía tanto su desaprobación como su lealtad a Arlette. Finalmente, Everest salió de la habitación, no sin antes de detenerse hombro a hombro con él.
— no me separaré de Arlette como tú quieres. Ella es la que decide, no tú.
Amenazó, dejando a Willow a solas con sus pensamientos, un hombre que sabía que sus actos estaban guiados por un sentido del deber que a menudo chocaba con sus deseos personales.
Willow, con su mirada fija en la puerta por donde Everest había salido, continuó reflexionando sobre la situación. Sabía que su papel como protector de Arlette era un desafío constante, especialmente con la presencia de Everest. A pesar de su juventud, la vida había moldeado a Willow en un ser serio y decidido.
Mientras tanto, Arlette se encontraba en otro rincón de la mansión, hablando con Leticia. La conversación entre ellas fluía con naturalidad, pero había un trasfondo de inquietud en la voz de Arlette.
— pero si Willow me dijo que me llamabas— comenzó, sorprendida por la aparente indiferencia de su tía.
Leticia, con una sonrisa en los labios, le respondió que estaba bien en su soledad, sugiriendo que si Arlette la acompañaría, no le molestaría. La respuesta hizo que Arlette se sintiera aún más confundida. La relación entre ellas era cercana, pero en ese momento, sentía que había algo más que debía ser atendido.
— está bien, tía.— respondió finalmente Arlette, aunque en su mente se preguntaba por qué Willow la había llamado sin motivo aparente.
Tal vez se había confundido. Era un hombre que siempre estaba atento a los detalles, pero en esta ocasión, a lo mejor se confundió.
Mientras charlaban, su mente divagaba, y cuando su mirada se posó sobre el periódico que yacía sobre la mesa, un pequeño anuncio captó su atención. Era un aviso que significaba mucho para ella y que encendió una chispa de determinación en su corazón.
El día transcurrió con lentitud, y cuando la tarde comenzó a caer, Arlette tomó la decisión de marcharse sin avisar a nadie. La idea de buscar trabajo en un orfanato, un lugar donde pudiera hacer algo significativo, la llenaba de esperanza y emoción, pero también de una inquietante sensación de su primera vida. Caminando por los pasillos de la mansión, se encontró con Everest, quien la aguardaba con una expresión de sorpresa en su rostro. Ella, envuelta en una capa que la hacía lucir más decidida, se sintió un tanto expuesta ante su mirada inquisitiva.
— ¿A dónde vas?— preguntó Everest, y Arlette, con un suspiro, le respondió con la verdad que había guardado en su pecho.
— a un orfanato.— la respuesta hizo que Everest frunciera el ceño, atónito ante la idea.
— ¿Quieres un bebé?— inquirió, su tono mezclando sorpresa y preocupación.
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Arlette, rápidamente, se apresuró a corregirlo.
— ¡No! Iré a buscar trabajo ahí. Pero no quiero que nadie se entere. Por eso iba sola.
La sinceridad de su respuesta hizo que Everest reflexionara sobre la decisión que ella había tomado, y aunque su instinto protector se activó, sabía que no podía interferir.
— ¿Y Alejandra?— preguntó, intentando entender la situación.
— ella está ocupada, luego le contaré.— respondió Arlette, tratando de restarle importancia al asunto.
Pero Everest no se dio por vencido, y su preocupación por ella se hizo evidente.
— ¿Y yo?— preguntó, como si su presencia pudiera ser un peso adicional en la decisión de ella.
— no quiero molestarte por una cosa como esa.— contestó ella, aunque en el fondo sabía que su deseo de que él la acompañara era más fuerte que su intención de ir sola.
La mirada de Everest, llena de súplica, la hizo dudar.
— acompañarte nunca será un problema para mí.— le aseguró, dejando claro que su deseo de estar a su lado era genuino.
Sin embargo, cuando Everest intentó acercarse a ella, Arlette se alejó, sintiéndose abrumada por la cercanía.
— me voy, antes de que me descubran.— dijo, tratando de justificar su movimiento.
Pero Everest, la detuvo,tomando su mano. Su expresión se tornó en una súplica más intensa.
— llévame, por favor.— pidió, casi como si su vida dependiera de ello.
Arlette, sintiendo la presión de su mirada y el deseo de no dejarlo atrás, se doblegó ante su súplica.
— bien.— respondió finalmente, y una sonrisa se dibujó en el rostro de Everest, aunque su expresión no mostró los dientes, lo que revelaba un tipo de alegría contenida.
Ella lo llevó consigo, consciente de que su corazón aún latía con fuerza por la presencia de él, pero también decidida a no permitir que esa atracción se interpusiera en sus planes.
Mientras caminaban juntos, Arlette reflexionaba sobre la complicidad que había entre ellos.
“Aún no se me olvida lo de anoche.— pensó, recordando un momento que había cambiado la dinámica de su relación— tampoco quiero permitir más a mi corazón que te siga abrazando de esa manera. De lo contrario, sufriré. Lo de tocarte esta mañana fue solo un impulso. Pero no sucederá más. Debo aceptar la idea de que te irás.”
El camino hacia el orfanato se llenó de un silencio incómodo, pero también de una conexión que parecía crecer entre ellos, a pesar de las barreras que Arlette intentaba construir. La decisión de ir a trabajar en el orfanato era solo el primer paso hacia un futuro y tratar de no ser una carga para su hermana. Además, hará lo que más ama.