Del Caos A Las Estrellas.

Caos y Pasión 23

Capítulo 23: Los tres días

Elsa ISASA

Carlo estaba pasando los días más gloriosos en mucho tiempo. No solo por el sexo siempre cambiante y enloquecedor con su doctora que iba de ternura a pasión en un instante sino por todas las cosas inusitadas que había compartido con Mar desde su llegada al departamento.

Su mente no estaba preparada para esa intensidad que como fuego lo consumía.

Traer a la doctora a su departamento fue un impulso loco después de su primera noche de pasión.

Cómo un drogon que consumió una pitada de cocaína y decidió comprar todo un cargamento, cedió al impulso de trasladar las cosas de su amada y ausentarse tres días en la compañía cosa que nunca, ni aún estando enfermo había hecho.

– Estoy enojada contigo porque hiciste está locura sin mi consentimiento. Pero no puedo decirte que no me entusiasma la idea de tomarnos unos días para hacer el amor - le dijo ella entre besos y caricias el primer día.

Luego no habló más del tema. Solo se dedicó a amarlo apasionadamente.

Y de hecho follaron. A todas horas y en todas las posiciones posibles.

En ese limbo de felicidad donde estaba, viéndola moverse de un lado a otro de su departamento, retozar con él en el lecho, quemar algunos recipientes intentando cocinar algo para matar el hambre, hacerle reír a carcajadas o gemir como loco cuando lo acariciaba con su boca o sus manos, su mente registraba algunas cosas preocupantes.

-Mar no desarmó las cajas de sus cosas, no acomodó sus prendas en sus placares, nunca le vio registrar su celular ni su computadora, era como si hubiera venido de visita y estuviera pronta a irse nuevamente.

Mar Velotti era una mujer rara. Nada de lo que sabía del mundo femenino encuadraba con ella.

– Le estoy mandando un mensaje a Robert. Consejos sobre los temas de la empresa - le dijo a ella explicando el uso del celular.

– Okey - dijo saliendo de la habitación – debe estar perdido en un mundo desconocido. Pero ya era hora de saber del mundo real -

Carlo sabía que Mar lo amaba.

No porque ella lo dijera. Solo por lo que le hacía sentir. Por la entrega total de su cuerpo y su atención cuando estaban juntos.

– Ven acá nena. ¿Dónde vas? - le decía.

– Muero de hambre amor. Por favor. Pidamos una pizza o comida china. No intentaremos ni una receta más. Hemos destruido toda tu vajilla.

¿Qué dices de unas fresas con crema desnudos en tu hidromasaje?

– Genial - respondió imaginándose el cuadro en la mente.- Ven aquí. Me encanta esa camisa mía sobre tu cuerpo. -

– ¿Te gusta la camisa o te gusta lo que ves aquí debajo ?- respondió ella empezando a desprender los botones de su camisa gris a rayas.

Era tan hermosa que dolía verla.

Así como estaba, despeinada, sin pintura alguna, despreocupada de su apariencia, libre de prejuicios y de condicionamientos.

Llamó al conserje para pedir las fresas con crema y la alzó en sus brazos mientras escuchaba su risa cristalina.

La llevó a la esquina del terrazo dónde estaba burbujeando el hidromasaje. Ella lo desnudó en un instante de sus bermudas, única vestimenta que él tenía.

El se prendió de su cuerpo y se hundió en el agua tibia con ella. Y volvió a comenzar la magia de cada instante que estaba a su lado.

Las luces de la ciudad se encendían y una tímida luna comenzaba a asomar en el cielo que iba de azul intenso a azul oscuro.

Un timbre en la puerta rompió el murmullo de gemidos y palabras de amor.

El teléfono olvidado junto a la pileta encendió su luz con un mensaje que Carlo leyó mientras la boca de Mar lo llevaba al cielo.

– Las fresas están junto a su puerta Señor - decía el conserje.

Pero él solo gemía como un condenado en el suplicio maravilloso que en ese momento lo embargaba.

– Ya están las fresas amor - le dijo al oído mientras la ubicaba sobre su cuerpo erguido como una espada. Y luego empezó a moverla sobre sí, tomándola de su cintura y metiendo la cabeza en las burbujas para chupar sus pechos.

Ella gritaba

–Oh sí. ¡Oh sí!- y no era justamente por las fresas que esperaban. Era porque estaba llegando al climax. El caos que surgió entre ellos antes de explotar en estrellas.

Su corazón parecía estallar en esos momentos. Y una alegría extrema junto a un dejo de inquietud siempre lo acompañaban. Salió desnudo del hidromasaje y buscó la fuente con fresas y luego una a una fue colocando con dulzura en la boca de su mujer. En momentos la visión era tan maravillosa que sorbía con su boca el jugo que se escapaba de las frutas en los labios de Mar.

Eran situaciones tan idílicas y hermosas que el terror de que pudieran acabar algún día no dejaba de infiltrarse en sus pensamientos en algunos momentos.

– Te amo – le dijo ella mientras con su lengua le robaba una de las últimas fresas.

– Repítelo Mar. Repite lo que has dicho. ¿Es la primera vez sabes?

– ¿La primera vez? Tonto. Te lo dije muchas veces. ¿Dónde tienes la cabeza? Ven. Vamos a acostarnos. Quiero dormir un rato.

Se envolvieron juntos en la misma toalla y juntos caminaron a la cama.

– Prohibido tocarme. Necesito reponer fuerzas. Urgente - dijo ella.

Verla acostada desnuda en su cama, observar su espalda perfecta y sus glúteos, era una verdadera tortura si no podía tocarla.

– Amor. Estás muy lejos. No podré dormir así.

– Hum. Abrázame. Pero nada de toqueteos. - respondió.

Entonces sus brazos la rodearon. Debajo de las sábanas su cuerpo aún estaba fresco después del baño. Si. Era el momento de la ternura. Aún no sabía cómo sucedía pero ese momento llegaba y lo cambiaba todo.

Apoyó la boca en sus hombros y cerró los ojos. Jamás había dormido apretado a una mujer. Y era una sensación indescriptible.

Y así quería dormir todos los días que le restaban de vida.