Madalena, después de un encuentro inesperado, se encuentra cuidando sola a su hija Mirian. Con el apoyo sorprendente de una amiga del pasado y una comunidad de madres solteras, encuentra fuerza para enfrentar los desafíos. Mientras tanto, el padre desconocido de Mirian muestra interés en involucrarse en la vida de su hija, llevando a Madalena a darle una oportunidad. Juntas, enfrentan los altos y bajos, construyendo una conexión especial y aprendiendo valiosas lecciones en el camino. Su viaje está marcado por el crecimiento, el amor y la alegría, prometiendo un futuro brillante.
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05
Cuando Madalena se despertó, se encontró con un hombre de estatura media, con cabellos canosos y una bata blanca. Por un momento, pensó que ya había fallecido y que estaba viendo a un ángel, debido a la presencia de ese hombre vestido de blanco frente a ella. Pero no era lo que pensaba.
Madalena intentó incorporarse en la cama, pero el Doctor llamado Carlos la detuvo para que no hiciera esfuerzos, ya que la salud de su paciente no estaba completamente recuperada. Aun así, no estaba tan mal. Por supuesto, la examinaría, pero no le diría nada sobre su estado de salud para no preocuparla.
El Doctor Carlos examinó a Madalena, quien todavía se mostraba reacia a querer sentarse en la cama. Una vez terminado, guardó sus cosas en una pequeña maleta de mano que había traído. Tomó una pluma y un papel, escribió algo y lo volvió a guardar todo, mirando a Madalena.
— Como mencioné antes, señorita Antonelli. Necesita descansar, alimentarse bien y adoptar una dieta estricta. Hasta que se recupere por completo. Evite el estrés, la fatiga y el exceso de trabajo.
Hilary estaba allí, acompañando todo lo que se hacía y decía el Doctor. Después de la consulta, Madalena no tuvo otra opción más que estar de acuerdo con todo lo que el Doctor había mencionado. Antes de irse, le entregó una hoja con los nombres de los medicamentos que debía comprar para el tratamiento.
Después de resolver todo, Hilary pasó por la agencia. Tenía algunas cuestiones que resolver y también pasaría por un supermercado para hacer compras, ya que cuidaría de su amiga por un buen tiempo, como había prometido.
Cuando Madalena se quedó sola en casa, aprovechó para tomar una ducha y cambiarse de ropa, prometiéndose a sí misma que volvería al trabajo en unas semanas, después de haber tenido tiempo para recuperarse.
Al salir de la ducha, se secó el pelo y fue al armario a buscar su camisón de seda color vino, su preferido. Mientras regresaba a la habitación vestida con su ropa de dormir, agarró el teléfono móvil de la mesita de noche y llamó a Adam. Después de todo, él todavía era su jefe y necesitaba explicar por qué no había ido a trabajar en los últimos días.
Buscó el nombre de Adam en la agenda y, al encontrarlo, hizo la llamada. Adam respondió al segundo tono.
— Hola, desaparecida.
— Hola, Adam. Llamé para avisarte que, debido a una enfermedad, no pude ir a trabajar estos días. Pero prometo volver la próxima semana.
— Lo siento, Madalena, pasaste varios días sin dar señales de vida y no apareciste en la agencia. Necesitábamos a alguien para continuar con los diseños para algunas agencias que nos estaban presionando. Así que el jefe envió a otra persona para ocupar tu lugar. Lo siento mucho.
— ¡No puedo creerlo!
— Lamento mucho, pero así fue como ocurrió. Sabes que la agencia no puede quedarse parada, esperando a que des alguna señal de vida. Pasa por Recursos Humanos mañana. Que tengas una buena noche.
Madalena recibió otro golpe. Lo que acababa de escuchar fue como un puñetazo en el estómago.
Arrojó el móvil a un lado, sin querer escuchar más esas palabras. No culpaba a Adam; él sabía que siempre fue responsable en el trabajo y amaba lo que hacía. Pero él no sabía lo que estaba pasando, ya que hizo que Hilary jurara que no contaría nada ni a él ni a nadie.
Se sentó en el suelo calmadamente, con la cabeza entre los brazos. Lloró copiosamente, sin poder soportar más esa situación dolorosa. Parecía que el mundo había decidido conspirar en su contra por haber cometido un error, o tal vez todo era una trampa del destino.
Cuando su amiga Hilary llegó, la encontró tendida en el suelo. Inmediatamente, Hilary soltó las bolsas de compras y la abrazó.
— No podía dejarte sola. ¿Qué pasó?
— Ay, amiga, me despidieron del trabajo. Adam acaba de decirme que hay otra persona en mi lugar.
— Shii... Tranquila, tranquila... Ponerse así no te hará bien.
Madalena recibió varios abrazos de Hilary, quien intentaba calmarla. Después de calmarse un poco, Madalena acompañó a su amiga a la cocina. Hilary le mostró todas las compras que había hecho para la casa y en ese momento, prepararía una sopa ligera de verduras para que comiera bien.
Hilary también había comprado los medicamentos que el Dr. Carlos había recetado. Solo quería ayudar a Madalena a sentirse mejor, para que pudiera seguir con su vida y hacer lo que amaba. No es que Hilary pensara que cuidar de Madalena fuera malo, pero quería que su amiga volviera a ser feliz. Extrañaba la maravillosa sonrisa de Madalena que aparecía siempre que dibujaba sus croquis, con amor y dedicación, como si fuera algo delicado.