La esposa humana del vampiro
¿Qué harías si, después de una vida plena, reencarnas como la esposa de un vampiro? Y no cualquier vampiro, sino uno poderoso, con dos hijos y una mansión que mantener, ¡justo como en la última novela que leíste! Nuestra protagonista, una anciana del mundo moderno, se encuentra en este hilarante y peculiar aprieto.
Ahora, con su espíritu vivaz de octogenaria atrapado en el cuerpo de una joven esposa, deberá navegar las excentricidades de su nuevo hogar inmortal. Entre hijos colmilludos, sirvientes peculiares y un esposo misterioso, descubrirá que la vida eterna puede ser sorprendentemente divertida y, quizás, incluso le ofrezca una segunda oportunidad para el amor y la aventura. Prepárate para un romance fresco, lleno de risas y con la dosis justa de acción en un mundo donde lo sobrenatural se encuentra con lo inesperado.
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Capitulo:19
Richard Harrison mira la escena apretando los puños con ira.
¿Cómo se atreve a besarla? Ese monstruo se ha atrevido a besar a su mujer y lo va a pagar muy caro.
Con el ceño fruncido y muy molesto se retira de la fiesta y mientras va por los pasillos se detiene al ver como alguien camina hacia él.
—Baron Harrison, es un placer volver a verlo.
El hombre sonríe mostrando la hilera de sus dientes blancos y el barón hace una reverencia.
—El placer es mío, y la verdad me alegra volver a verlo, tenemos mucho de que hablar.
—Por supuesto.
Dice él mostrándole el camino al barón sin dejar de sonreír con maldad.
LAURA:
—¿Qué te parece si vamos a un lugar más privado?
Escucho su pregunta y sonrío.
—¿No dirán nada si desaparecemos?
—No, ya hemos estado el tiempo suficiente.
—Bien, entonces vámonos.
Víctor deja un casto beso en mis labios y salimos del balcón con nuestras manos entrelazadas esquivando a cada noble hasta estar en los pasillos a solas.
De manera sorpresiva Víctor me toma entre sus brazos y me carga estilo princesa haciendo que un pequeño chillido salga de mis labios.
—Ssshhh.
—Me tomaste de sorpresa.
Murmuro entrelazando mis manos detrás de su cuello.
—Perdón si te asusté.
Dice mirándome con una sonrisa hermosa que me hace olvidar de todo.
—Me gusta tu sonrisa, te miras perfecto cuando sonríes.
Él entrecierra los ojos y me mira por breves segundos.
—Gracias, aunque debo decirte que siempre soy perfecto.
Me guiña un ojo y con esa actitud me recuerda a Albert y a Mía haciendo que me ría.
Al llegar dentro de la habitación él me baja de sus cálidos y fuertes brazos y yo lo primero que hago es quitarme las entrañas y altas zapatillas para estar más cómoda.
—Ven aquí.
Le digo al vampiro y él se acerca tomándome de la cintura y me pega a su duro cuerpo haciendo que sienta algo duro en mi vientre.
—Mmm, hueles tan delicioso.
Murmura volviendo a besar mi cuello y yo le brindo todo el espacio necesario mientras cierro los ojos y acaricio su pecho lentamente.
Sus brazos me impulsan hacia arriba y con agilidad envuelvo mis piernas alrededor de su cintura... Cielos, amo tener un hombre tan fuerte.
Nuestros labios se unen en un apasionado beso mientras nuestras ropas van desapareciendo lentamente esparcidas por toda la habitación.
Sin darnos cuenta estamos en la cama y sus labios besan cada rincón de mi cuerpo haciéndome suspirar de ardiente pasión y deseo.
Hasta que de pronto la puerta es tocada insistentemente y ambos con mala cara miramos hacia la puerta.
—¿Qué rayos? Quédate aquí yo iré a ver.
Dice con la voz baja mientras deja un beso en mi frente.
Se levanta de la cama y observo a su gran amigo muy levantado y listo para la acción, pero solo me dedico a observar como se coloca rápidamente un pantalón y se dirige a la puerta.
No logro escuchar lo que dice, pero observo como su cuerpo se tensa y luego asiente para cerrar la puerta con el rostro sombrío.
—¿Pasa algo?
Pregunto con preocupación al ver cómo todo rastro de pasión ha desaparecido.
—El emperador solicita mi presencia, encontraron al señor Luberg muerto en el jardín del palacio.
Dice y siento como mi cuerpo se enfría por completo.
—¿Al señor Luberg? ¿Muerto?
Pregunto levantándome de la cama y Víctor asiente comenzando a cambiarse rápidamente.
Hago lo mismo que él y busco un vestido más cómodo para cambiarme.
Cuándo termino lo observo de pies en medio de la sala y me acerco sin saber qué hacer.
—Necesito que te quedes en el cuarto de los niños, Adrián se quedará para cuidarlos, no salgas a menos que sea estrictamente necesario.
Muerdo mis labios y con un suspiro digo lo que pienso.
—Víctor.
—¿Sí?
—Por ese problema que tuvimos hoy con esa familia... Somos los primeros sospechosos ¿No es así?
Él me mira fijamente por algunos segundos.
—Así es, pero todo estará bien, no debes preocuparte.
Respiro profundamente y cierro los ojos por algunos segundos.
—Ya estoy preocupada Víctor, pero ve tranquilo yo estaré con los niños, y si mi testimonio es necesario, no dudes que iré inmediatamente ¿De acuerdo?
—Lo tendré en cuenta.
El vampiro deja un beso en mi frente y ambos salimos fuera de la habitación, él se marcha a pasos rápidos a su destino y yo me dirijo a la habitación de los niños que ya están dormidos.
Los observo dormir y luego me acuesto en el sofá suspirando profundamente.
Víctor;
—Que pena por ti, y pensar que tu dulce noche se arruinó.
La voz de Akir interrumpe mis pensamientos, pero no le presto atención y continúo caminando.
—¿No me vas a hablar? ¿Qué culpa tengo yo de que te quedaste a medias?
—Haz silencio, no me dejas pensar con claridad.
Le reprocho y el muy idiota solo se ríe.
—El emperador ha ordenado que nadie puede salir, y la inútil de la recién viuda está vociferando a todos los vientos que ya ella se disculpó con ustedes, que a pesar del daño que le causaron a su hija ella se humilló ante ustedes.
Frunzo el ceño.
—Esa maldita.
Murmuro y antes de entrar al despacho del emperador Akir desaparece.
Toco la puerta y escucho el pase.
Al ingresar hago una reverencia.
—Majestad.
—Duque Cortés, tome asiento por favor.
Alzo la cabeza y al lado del emperador observo su hermano que me mira con una sonrisa amistosa.
—Mucho tiempo sin verlo duque.
Me saluda y yo le hago una leve reverencia mientras tomo asiento frente a ambos hombres.
—Duque Cortés, usted y su esposa son los principales culpables de la muerte de Luberg, su viuda esposa no deja de culparlo ¿Qué tiene que decir?
Habla el hermano del emperador y yo alzo las cejas.
—Soy inocente.
—¿Soy inocente? ¿Solo dirá eso?
Pregunta en un tono burlón y lo miro fijamente.
—Señor Bosevell, aparte que se está tomando atribuciones que no le pertenecen, como por ejemplo hacerme ciertas pteguntas que usted no le competen, digame ¿Acaso hay alguna prueba de que mi esposa y yo tenemos algo que ver en la muerte del señor Luberg?
Autora sólo recuerda que la culpa y el arrepentimiento nos van a acompañar siempre pero has seguido tú camino y continuas de pie. Eres una sobreviviente enorgullecete de ti.
Un abrazo y bendiciones!