Destinos Cruzados~ (Alfa X Alfa)

La mansión Blackwood estaba iluminada como nunca antes. Un ejército de trabajadores se apresuraba en los jardines, colocando arreglos florales que parecían sacados de un sueño. La ceremonia prometía ser la boda del año, el evento que unificaría a dos de las familias más poderosas del país. Sin embargo, en medio de toda la magnificencia, los protagonistas estaban lejos de sentirse en armonía.

Leonhard, en su dormitorio, observaba su reflejo en el espejo. Vestía un elegante traje negro con detalles en plata que destacaban sus ojos grises. Su porte, como siempre, era impecable, pero su mente estaba lejos de la celebración. Este matrimonio no era más que un contrato, un movimiento estratégico. Sin embargo, cada vez que pensaba en Viktor, las cosas se sentían menos claras.

—¿Listo para enfrentarte al altar? —preguntó Dariel, entrando sin anunciarse.

Leonhard le lanzó una mirada molesta a su amigo. —No estoy seguro de qué esperas que diga.

Dariel se encogió de hombros y se apoyó contra el marco de la puerta. —No es como si tuvieras muchas opciones. Aunque, si me permites un consejo, intenta no parecer tan miserable. Las fotos quedarán para la posteridad.

Leonhard bufó y se ajustó el cuello de la camisa. —Siempre tan útil, Dariel.

—Es mi especialidad. —Dariel sonrió antes de ponerse serio—. Por lo que vale, creo que Viktor no es tan terrible. Claro, es un arrogante de primera, pero tú tampoco eres un santo. Quizás hasta hagan buena pareja.

Leonhard no respondió, pero la idea de "hacer buena pareja" con Viktor lo dejó más inquieto de lo que le gustaría admitir.

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En otro extremo de la mansión, Viktor ajustaba su propio traje, un diseño blanco con detalles dorados que resaltaba su complexión atlética. Frente al espejo, su expresión alternaba entre molestia y resignación. El simple hecho de estar aquí, participando en esta farsa, lo hacía sentirse atrapado.

—¿Sigues con esa cara larga? —preguntó Mikhail, entrando con un vaso de whisky en la mano.

—¿Qué esperabas? ¿Que estuviera saltando de alegría? —replicó Viktor, ajustando los gemelos de su camisa.

Mikhail lo observó con una sonrisa burlona. —Admito que no eres el novio más entusiasta, pero, vamos, Viktor, esto es lo que has hecho toda tu vida: jugar el juego. ¿Por qué esto sería diferente?

Viktor lo fulminó con la mirada, pero no pudo refutar sus palabras. Mikhail tenía razón. Había pasado toda su vida manejando situaciones complicadas, ocultando sus verdaderos sentimientos tras una máscara de confianza. Pero con Leonhard, todo era distinto. Había algo en ese hombre que lo sacaba de su zona de confort, que lo hacía cuestionar cada decisión.

—Solo asegúrate de no estrangularlo en el altar —añadió Mikhail, dándole una palmada en el hombro antes de salir.

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La ceremonia comenzó al atardecer, con los invitados acomodados en un extenso jardín adornado con luces cálidas y flores blancas. La expectación en el aire era palpable, y cada mirada estaba fija en el pasillo central, esperando a los novios.

Viktor fue el primero en aparecer, caminando con la cabeza en alto y una confianza que parecía innata. Los murmullos entre los invitados eran inevitables: el alfa Ivanov estaba deslumbrante, pero también intimidante.

Cuando Leonhard apareció, el murmullo se detuvo. Su porte imponente y su expresión fría captaron la atención de todos. Era el epítome de la elegancia, pero sus ojos buscaron de inmediato a Viktor. Y allí estaba, mirándolo con una mezcla de desafío y algo más, algo que no podía descifrar.

Cuando ambos se encontraron frente al altar, el silencio fue absoluto. Estaban tan cerca que podían sentir la presencia del otro, tan abrumadora como siempre.

—¿Listos para comenzar? —preguntó el oficiante, rompiendo la tensión.

Leonhard asintió brevemente, mientras que Viktor ofreció una leve inclinación de cabeza. Sin embargo, sus ojos nunca se apartaron.

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Los votos, aunque breves y carentes de emociones románticas, fueron suficientes para sellar el acuerdo. Cuando llegó el momento del beso, ambos se detuvieron por un instante, evaluando la situación. No había huida posible.

Viktor dio el primer paso, inclinándose ligeramente hacia Leonhard. El beso, aunque público y simbólico, tenía un matiz diferente. Era desafiante, como si ambos se negaran a ceder completamente al momento, pero tampoco podían ignorar la electricidad entre ellos.

Leonhard respondió con firmeza, dejando en claro que no se dejaría intimidar. El beso fue breve, pero suficiente para que ambos sintieran el impacto. Cuando se separaron, sus miradas permanecieron conectadas, como si estuvieran teniendo una conversación silenciosa que ninguno de los dos comprendía del todo.

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La recepción fue un espectáculo en sí misma. La música, la comida, las conversaciones... Todo estaba diseñado para impresionar, y los invitados parecían disfrutar cada segundo. Sin embargo, los novios se mantenían distantes, interactuando solo cuando era absolutamente necesario.

—¿Disfrutando de tu propia boda? —preguntó Viktor cuando finalmente coincidieron cerca de la mesa principal.

Leonhard lo miró con una expresión indescifrable. —¿Tú qué crees?

Viktor sonrió, pero había un atisbo de algo más en sus ojos. —Creo que esto es apenas el comienzo.

Leonhard no respondió, pero el peso de esas palabras quedó suspendido entre ellos. Ambos sabían que este matrimonio no sería sencillo. Pero lo que no estaban dispuestos a admitir, al menos no en voz alta, era que la tensión entre ellos tenía más deseo que rivalidad.

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Esa noche, mientras los invitados se despedían y la mansión volvía a quedar en silencio, Leonhard y Viktor se encontraron de nuevo, esta vez en la habitación que compartirían como "pareja".

Leonhard, que había estado ajustando los puños de su camisa, lo miró de reojo. —No tienes que fingir que estás emocionado, Ivanov. Estoy seguro de que esto es tan insoportable para ti como lo es para mí.

Viktor se cruzó de brazos, apoyándose contra la puerta. —Oh, créeme, no hay necesidad de fingir. Pero, ¿sabes qué es lo interesante? —Se acercó lentamente, deteniéndose a pocos centímetros de Leonhard—. Por mucho que detestes esta situación, hay algo en tus ojos que dice otra cosa.

Leonhard no se movió, pero la proximidad lo afectaba más de lo que quería admitir. El aroma de Viktor, mezclado con las feromonas que este parecía liberar intencionalmente, llenó el espacio entre ellos.

—Cuidado, Viktor —murmuró Leonhard, su voz baja pero cargada de advertencia.

Viktor sonrió, un gesto que era más provocativo que amigable. —¿Por qué? ¿Tienes miedo?

—No. —Leonhard lo sostuvo con la mirada, sus ojos brillando con desafío—. Pero tú deberías tenerlo.

La tensión entre ellos estaba a punto de explotar, y ambos lo sabían. Pero esa noche, al menos por ahora, ninguno estaba dispuesto a dar el primer paso.

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