Me Casé Con El CEO Enmascarado Y Discapacitado

ELENA COEN

Cuando por fin reconocí que me gustas, cuando realmente creo que el amor no es tangible, cuando no me importó perder la virginidad de una forma rara, pero como fue contigo para mí estaba bien, vienes y te casas. ¿Es por qué fui grosera al inicio?

Mi cerebro sonaba así..

Un matrimonio que nunca se inscribió.

Una libertad vigilada.

Un empleo improvisado.

Un cuarto y un apartamento que eran de él.

¿Me querías cuidar? ¿Y la verdad?

Caminé hasta llegar al apartamento. ¿Qué hago ahora?

Lo llamé. Quería escuchar de sus labios que se había casado.

— Hola. Hablas con la esposa de Dustin. Él ahora se está dando un baño.

— ¿Cuánto pagó el señor Mondragón para que te casarás con Dustin?

— Perdón, no entiendo la pregunta. Yo amo a mi esposo. Siempre lo amé desde antes del accidente. Siempre nos hemos amado. Yo volví del extranjero y lo busqué. A mí no me han dado nada.

— Es una mentira. Quiero hablar con Dustin.

— No puede. Ya te dije.

— MALDITA SEA QUE ME PASES A DUSTIN— Le grité y ella colgó.

Llamé varias veces, Pero mi llamada iba directo al buzón.

Me agaché a llorar frente a la puerta del apartamento.

Solo fui un juego, un desquite, fue tu venganza, ¿qué diablos fui para ti?

No acepto esto.

Tomé un taxi y fui de nuevo a la mansión. Está vez me dejaron entrar directo a la habitación de Dustin.

Ahí estaba él acostando, tenía sus manos arriba y una mordaza en la boca, una mujer estaba desnuda y se movía encima de él. Ella me miró y lamió el cuello a Dustin. Él ni siquiera se dio cuenta de que había abierto la puerta y miraba esa escena que me asqueo.

Retrocedí.

Salí corriendo de la mansión.

Me sentía confundida.

DUSTIN MONDRAGÓN

Fátima se mantenía desnuda en mi cuarto. Todas las veces que ella lo intentaba, todas las veces fallaba.

Mi celular timbró. Ella lo recogió del piso y contestó. No podía hablar ella tenía amordazada mi boca.

— Hola. Hablas con la esposa de Dustin. Él ahora se está dando un baño.

— Perdón, no entiendo la pregunta. Yo amo a mi esposo. Siempre lo amé desde antes del accidente. Siempre nos hemos amado. Yo volví del extranjero y lo busqué. A mí no me han dado nada.

— No puede. Ya te dije— ella colgó.

Maldita loca.

— Parece que era alguien que te conoce. No me dijo su nombre, Pero su contacto dice "Mi Elena"— ella me miró y sacó unas pastillitas azules y me la puso en la boca aún con la mordaza en la boca.

No estaba del todo recuperado de mi cirugía, ella me había puesto la máscara y encima amarrada con la mordaza. Me dolía mi rostro.

Las tres pastillas se terminó desintegrando en mi boca.

— No creas que yo soy una loca perra, Pero un trabajo es un trabajo. Vi tus fotos de cuando eras normal y eras un bombón. ¿Te imaginas como saldrá nuestro hijo? Será hermoso. Eso me animo más. Aunque también pensé en seducir a tu papá.

Mi amigo empezó a erguirse aunque yo no quería.

— Sí que funcionan las viagras. ¿Qué hago primero?

Solo cerré mis ojos. No quería ver el desastre que iba a pasar. Ella se subió y empezó a moverse. Mis lágrimas salían, realmente no quería que eso pasara con ella. Pensaba en Elena todo el tiempo. Sentí que la engañé. Dejé de pelear con todo y todos. Era como un bajón de energía en todo mi cuerpo. Sentí que de mi nariz bajaba un líquido caliente. Mi corazón se descontroló.

— Ayuda— Fátima se quitó de encima y salió del cuarto.

Mi papá entró. Llamó a una ambulancia. Hasta en ese momento liberaron mis manos, quitaron la mordaza y aquella máscara que era como un castigo.

Me desmayé.