Desde niña, Zara soñaba con el día de su boda, creyendo que sería el comienzo de una vida feliz y plena. Pero en el mismo momento en que da el "sí, quiero" en el registro civil, sus sueños se hacen añicos cuando aparece la amante de su marido, embarazada y reclamando su lugar. Devastada, Zara anula el matrimonio y huye a un país lejano, donde comienza de nuevo su vida como esposa de alquiler, manteniendo una fachada de frialdad para proteger su corazón. Pero todo cambia cuando un nuevo cliente entra en su vida, desafiando sus reglas y despertando sentimientos que creía haber perdido para siempre. Ahora Zara debe decidir entre seguir su contrato o arriesgarlo todo por un amor inesperado.
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Capitulo 23
Zara Miller
La luz de la mañana entraba suavemente por las cortinas, bañando la habitación con un resplandor dorado. Me giré en la cama y encontré a Alexander aún dormido a mi lado. Su respiración era tranquila, y su rostro mostraba una serenidad que rara vez veía cuando estaba despierto. No pude evitar sonreír al verlo así, tan vulnerable y despreocupado. Lo que había comenzado como un matrimonio de conveniencia ahora se sentía tan real, tan mío. Un sueño que había deseado vivir durante tanto tiempo.
Me levanté despacio, tratando de no hacer ruido para no despertarlo. Necesitaba ir al hospital, y hoy entraría más temprano que él. Preparé el desayuno con esmero, como un pequeño gesto de cariño que solo nosotros dos entenderíamos. Dejé todo listo y ajusté la alarma para despertarlo a la hora indicada. Antes de salir, me incliné sobre él y besé sus labios suavemente, sintiendo su calor, su aroma, absorbiendo ese momento como si fuera el último.
Mientras conducía hacia el hospital, los pensamientos sobre la mañana y lo que Alexander significaba para mí rondaban en mi mente. Sabía que estábamos caminando por una delgada línea entre lo real y lo que habíamos acordado. Y tal vez, solo tal vez, ya no quería que hubiera ninguna diferencia.
Llegué al hospital, aún perdida en mis pensamientos, cuando la enfermera que estaba terminando su turno me llamó.
—Zara, el CEO del hospital pidió que vayas a la dirección. Quiere hablar contigo.
La noticia me tomó por sorpresa. Nunca había visto al CEO del hospital, y para las enfermeras era un misterio. Me puse tensa; no lograba imaginar qué podría haber hecho mal para ser llamada a dirección.
Respiré hondo, tratando de alejar el nerviosismo mientras caminaba hacia la sala de dirección. La secretaria me saludó con una sonrisa formal y me indicó que pasara. Abrí la puerta lentamente y me encontré con un hombre alto, de espaldas a mí, observando la vista por la ventana. Algo en su postura me resultaba familiar, pero mi mente no lograba conectar las piezas.
—Buenos días —dije, intentando mantener la voz firme.
Él se giró lentamente, y mi corazón casi se detuvo. Brian. El hombre que jamás esperaría ver allí. El CEO del hospital.
—Zara —dijo él, con una sonrisa calculada—. Nadie aquí sabe que soy el dueño, así que cuento con tu discreción.
Asentí, aún procesando el impacto de la revelación. Antes de que pudiera formular alguna pregunta, me hizo un gesto para que me sentara.
—Hace mucho tiempo que ninguna mujer me ha atraído tanto como tú —continuó Brian, sin rodeos—. Así que investigué todo sobre ti.
Mi cuerpo se tensó. La forma en que hablaba, cómo me miraba... Sabía que nada bueno podía salir de allí.
—Quiero que seas mi esposa por contrato.
Tragué saliva, intentando mantener la compostura.
—No sé de qué está hablando, señor Brian —mentí, tratando de sonar convincente, aunque mi tono revelaba mi nerviosismo.
Brian simplemente sonrió, esa sonrisa que conocía demasiado bien en hombres que se creen con derecho a todo por el poder que poseen, y sacó un sobre grueso de la gaveta, arrojándolo sobre la mesa frente a mí. Con manos temblorosas, abrí el sobre y vi las fotos: todos los matrimonios en los que fui esposa por contrato, cada evento meticulosamente documentado. Él lo sabía todo.
—Quiero que termines el contrato con Alexander y te cases conmigo.
—Doctor Brian, usted no puede estar hablando en serio —logré decir, mi voz apenas audible de lo tensa que estaba.