Zulema de la Puente, tiene 25 años, y en poco tiempo ha sufrido una serie de desgracias que cambiaron su mundo, su padre murió, su madre está muy enferma, fue despedida de la compañía en que estaba desarrollando una carrera exitosa y su prometido Javier Belmonte canceló su compromiso.
Ahogada en los problemas, una noche bebió más de la cuenta, y para vengarse de su prometido durmió con su tío, Mathias Belmonte, un frío, pero apuesto hombre de 35 años, dueño de una de las más importantes fortunas del país.
¿Será Mathias un problema más grande para Zulema o será su Salvador?
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18. Me gustas
Han sido varias horas de vuelo, Elena siempre ha viajado en el avión privado de su familia o en primera clase, ha sido bastante incómodo estar en tan pequeño espacio, le ha vencido el sueño y ha posado su cabeza en el brazo de Carlos Molina, sin siquiera notarlo.
Él no ha dicho nada, se ha quedado prendado del olor del perfume de la hermosa mujer que tiene sentada a su costado, ese toque a jazmín, bergamota, mandarina, melocotón y ruibarbo; no había sentido esa combinación de aromas antes; sin lugar a dudas era una mujer hermosa, y mientras dormía tenía un toque angelical en sus facciones.
El piloto anuncia que se aseguren sus cinturones, que pronto empezará el aterrizaje, la alerta despierta a Elena, quien aún adormitada, se avergüenza de haber usado el brazo de su desconocido acompañante como almohada.
- "Lo siento", dijo Elena.
- "No hay problema, son muchas horas de viaje y los asientos son incómodos. Vamos a aterrizar, puedes tomar mi mano", manifestó Carlos extendiendo su mano mostrándole una sonrisa amable.
- "No, gracias, creo que he causado bastantes molestias", expresó Elena, con una sonrisa nerviosa; odiaba sentirse fuera de lugar, estaba acostumbrada a ordenar y que todo se acomodara a ella, pero ese joven era un completo extraño, pero había sido muy amable con ella.
- "Prefiero que tomes mi mano a que vuelvas a clavarme las uñas, vamos no tengas vergüenza", dijo con Carlos con una sonrisa, y ese aire de buen muchacho que no puede ocultar.
El avión empezó a descender y a Elena no le quedó más remedio que tomar el ofrecimiento, entrelazó sus dedos con los de Carlos para aplacar los nervios; sus manos se sentían cálidas y suaves.
De otro lado, Mathías está conduciendo y Zulema está en el asiento del copiloto, ella está mirando atenta el espejo retrovisor.
- "Mathías creo que nos están siguiendo", expresó Zulema preocupada.
- "¿Por qué dices eso?", preguntó Mathías de manera serena.
- "Hay dos automóviles negros que nos están siguiendo, creo que desde que salimos del edificio", respondió Zulema.
- "Tranquila son mis guardaespaldas, trato de que no sean muy notorios, pero eres muy observadora y eso es bueno", comentó Mathías.
Zulema se había olvidado del importante hombre que tenía al costado, por qué estaba tan interesado en llevarla al hospital, incluso si fuera por la noche de sexo, eso ya pasó; había mujeres mucho más lindas y con dinero, de seguro interesadas de compartir su tiempo y algo más con él.
- "Señor Mathías Belmonte, ¿qué es lo que quiere de mí?, le agradezco la oportunidad de trabajo, y le aseguro que haré hasta lo imposible porque todo sea un éxito. Pero si espera otra cosa a cambio, aún con lo que pasó entre nosotros, no soy ese tipo de mujer; lamento haberle dado una mala impresión de mí", dijo Zulema, no podía seguir haciéndose la tonta de que ambos se sentían atraídos y había que poner las cosas en claro.
- "Si es cosa de sinceridad, tú quisiste tener tu revancha, y yo quise disfrutar; ambos tuvimos la oportunidad de detener todo aquella noche, pero ambos quisimos continuar, tú lo dijiste somos adultos; pero no puedo negar lo evidente y es que me gustas, y sé que no eres el tipo de mujer para una aventura. (Estacionó el automóvil) No me alejes, sé que empezamos al revés, pero podríamos empezar a tratarnos más personalmente, fuera del trabajo y dejar de ser unos extraños; no me niego a entablar una relación más formal", manifestó Mathías mirando directamente a Zulema.
Zulema lo quedó observando con detenimiento, las palabras que escuchó parecían rebotar en su cerebro como si fueran algo irreal; no quería ser impulsiva, pero era innegable que, él también le gustaba.
te felicito
mamita y su abuelo