En una pequeña ciudad dominada por las tradiciones, Helena se enfrenta a un futuro incierto cuando su padre es acusado injustamente de un crimen que no cometió. Desesperada por limpiar su nombre, acude a Iván del Castillo, un juez implacable y frío, conocido por su estricta adherencia a la ley. Sin embargo, lo que comienza como una simple búsqueda de justicia, rápidamente se convierte en un intenso enfrentamiento emocional cuando Iván, marcado por un oscuro pasado, se siente atraído por la apasionada Helena.
A medida que ambos luchan con sus propios demonios y los misterios que rodean el caso, Helena e Iván descubren que la verdad no solo pondrá a prueba sus convicciones, sino también sus corazones. En un mundo donde la justicia y el amor parecen estar en conflicto, ¿podrán encontrar el equilibrio antes de que sea demasiado tarde?
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Capitulo 23
Helena observaba desde la galería, incapaz de apartar la vista de Iván, quien ahora ocupaba el estrado con una calma que no coincidía con la tormenta interna que ella sabía que estaba atravesando. El juicio de su padre llegaba a su fin, y todo dependía del hombre que ahora tenía en sus manos el destino de su familia.
Iván miró los documentos una última vez, sus pensamientos viajaban entre el deber y lo que había comenzado a sentir por Helena. Sabía que no podía dejarse llevar por las emociones, pero cada palabra que iba a pronunciar podía cambiarlo todo, no solo para el acusado, sino también para él y Helena.
—El tribunal ha revisado todas las pruebas presentadas —comenzó Iván, con voz firme—. Y basándonos en los hechos... —su mirada se dirigió hacia Helena, solo por un instante, pero lo suficiente como para que ella sintiera esa conexión, ese dolor compartido—. El veredicto es...
El tiempo pareció detenerse. Helena apretó las manos, su corazón latiendo desbocado, mientras los murmullos de la sala parecían un eco distante. No podía leer el rostro de Iván, pero sentía el peso de la decisión en cada palabra que él estaba a punto de decir.
Iván respiró profundamente antes de continuar.
—Inocente.
Helena exhaló de golpe, sus ojos llenándose de lágrimas. Había esperado tanto ese momento, y sin embargo, la victoria no sabía tan dulce como había imaginado. Había ganado el caso, sí, pero sentía que algo más se rompía entre ellos. Iván apartó la mirada, sabiendo que, aunque había hecho lo correcto, sus propias batallas internas apenas comenzaban.
Después de pronunciar el veredicto, Iván se retiró rápidamente del estrado, el peso de su decisión aplastando sus hombros. Sentía que su alma se dividía entre el alivio de haber hecho lo correcto y el dolor de lo que esto significaba para su relación con Helena. Sabía que ella nunca podría verlo de la misma manera.
Helena, por su parte, intentaba procesar lo que acababa de ocurrir. Su padre estaba libre, pero el precio que había pagado por esa libertad era más alto de lo que imaginaba. Mientras las lágrimas caían por sus mejillas, miró a Iván, esperando una señal, algo que le dijera que todo estaría bien entre ellos. Pero la distancia en sus ojos era evidente. Se habían salvado del caos del juicio, pero la verdad los había alejado.
Cuando la sala comenzó a vaciarse, Helena se levantó lentamente, sin dejar de mirar hacia el estrado vacío. Quería correr tras Iván, pedirle explicaciones, pero sabía que ese no era el momento. Algo profundo había cambiado entre ambos, y ninguno sabía si alguna vez podrían regresar a lo que fueron.
Al salir del tribunal, el aire frío de la tarde la golpeó, pero fue la ausencia de Iván lo que realmente la congeló.
Helena caminó lentamente hacia la salida, sus pasos resonaban en el vacío del tribunal. La presión de todo lo que había ocurrido la aplastaba. Su padre estaba libre, pero el vacío que sentía dentro de su pecho era insoportable. No podía evitar pensar en Iván, en cómo todo había cambiado entre ellos. Sabía que él también estaba sufriendo, pero no podía borrar la imagen de su rostro frío y distante mientras dictaba el veredicto.
Justo antes de salir, sintió una presencia detrás de ella. Se detuvo y giró lentamente, encontrándose cara a cara con Iván. Él la miraba, con los ojos llenos de una mezcla de arrepentimiento y dolor.
—Helena... —murmuró, su voz quebrándose.
Ella lo miró, sin palabras, esperando algo, cualquier cosa que pudiera aliviar el dolor que sentía. Pero en el silencio que siguió, ambos supieron que el daño ya estaba hecho.
—Lo siento —fue todo lo que Iván pudo decir antes de que el silencio volviera a caer entre ellos.
Helena sintió que su corazón se rompía un poco más, pero asintió lentamente. Sabía que este no era el final de su historia, pero también sabía que nada sería igual.
Iván observaba a Helena desde la distancia. La audiencia había terminado, el veredicto se había dado, y el destino del padre de Helena estaba ahora fuera de sus manos. Sin embargo, la tensión seguía presente, como una nube oscura que no desaparecía.
Helena se acercó a él, su mirada firme pero teñida de dolor.
—Pensé que entenderías... que verías la verdad —dijo, su voz temblando ligeramente.
Iván apretó los labios. Había seguido la ley, había hecho lo correcto... ¿o no? Cada decisión había sido un tormento para él, no solo por la responsabilidad judicial, sino por lo que sentía por ella.
—Helena, hice lo que tenía que hacer —replicó en voz baja, evitando su mirada.
—¿Eso es lo que te dices para dormir por la noche? —susurró ella, incapaz de ocultar la decepción.
El juez quedó en silencio. Las palabras de Helena eran como puñaladas que calaban hondo en su ser. Por primera vez en su carrera, no estaba seguro de si había hecho lo correcto. ¿Dónde estaba la línea entre la justicia y el amor?