Hace años, seis cristales sellaron a Lord Oscuro, un ser tan poderoso que corrompía el mundo. Ahora, un nuevo enemigo quiere liberarlo… y solo un joven con un poder desconocido puede detenerlo.”
Lloyd jamás pensó ser el Elegido de la Esencia Esmeralda. Ahora, arrastrado por una profecía y perseguido por Xandros, deberá decidir entre huir… o salvar al mundo.
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“La grieta del mercado”
🌇🏙️ [Mercado central – Tarde tranquila]
El sol comenzaba a ocultarse entre los puestos de colores del mercado. Los aromas de maíz tostado, pan dulce y verduras frescas se mezclaban con el bullicio de vendedores y compradores. El grupo caminaba entre la multitud, cada uno en su mundo, pero siempre juntos.
Lloyd iba al frente, con las manos detrás de la cabeza y una sonrisa infantil en su rostro mientras miraba los globos, los dulces artesanales y los juguetes de madera.
Lloyd (con voz alegre, casi como un niño pequeño):
—¡Este lugar es increíble! Deberíamos venir diario… ¡mira, venden espadas de madera! Aunque… no creo que sirvan para entrenar… ¿o sí?
Diana, a su lado, caminaba dando pequeños saltitos mientras mordía su dona de fresa, con azúcar en la punta de la nariz.
Diana (hablando con la boca llena, entusiasmada):
—¡Sí! ¡Es como un festival pero sin juegos ni música fuerte! Pero venden muchas cosas ricas… ¡quiero probar esas galletas enormes de allá!
Camila caminaba un poco detrás, con su expresión tranquila pero atenta, revisando cada verdura antes de meterla a su bolsa de tela. Con su aura calmada y responsable, miraba de reojo a Diana para asegurarse de que no se atragantara con la dona.
Camila (con su tono firme pero suave, mirando a Diana con ternura antes de ver a Lloyd):
—Si vinieras diario, Lloyd, gastarías todo tu dinero en juguetes que no usarías y comida que no necesitas. Pero… admito que es un buen lugar para distraerse después de clases.
Nathan, que cargaba su mochila en un solo hombro, se acercó al grupo con una gran sonrisa orgullosa y alzó tres bolsas llenas de fruta y pan que acababa de comprar.
Nathan (con voz confiada y divertida, inflando el pecho):
—Gracias a mí tenemos el triple de comida por la mitad de precio… ¿vieron cómo regateé a ese señor? Casi llora al final.
Ryan, que caminaba con su elote enchilado en la mano y la boca manchada de chile rojo, se giró hacia Nathan con su típica expresión burlona.
Ryan (con sarcasmo, hablando mientras mastica):
—Sí… claro… casi llora… pero de coraje porque prácticamente lo asaltaste con tus precios.
Nathan rió y le guiñó un ojo con picardía, mientras se limpiaba el sudor de la frente con el dorso de la mano.
Nathan (coqueto, con tono bromista):
—Qué puedo decir… soy irresistible hasta para los vendedores. Aprendan de mí, niños.
Vanessa, que caminaba un poco apartada, observaba un puesto de joyería plateada y anillos de piedra azul. Sus ojos los escaneaban con interés oculto, pero su expresión era fría como siempre.
Vanessa (con tono seco, sin mirarlos):
—Sí… irresistible. O casi un ladrón.
—(Hace una pausa, tomando un anillo y viéndolo con desaprobación).
—Esto es bisutería barata… esperaba algo más decente aquí.
Christian, que iba cargando todas las bolsas de Camila y Diana con un brazo, mientras sostenía su propia mochila con el otro, sonrió con su serenidad característica.
Christian (voz calmada y cálida, viendo a Nathan con ligera diversión):
—Bueno, al menos ayudaste a ahorrar dinero, Nathan… aunque espero que no vuelvas a regatear así… pobre señor, parecía que iba a desmayarse.
Nathan rió más fuerte y pasó su brazo por los hombros de Christian con camaradería.
Nathan (burlón y sincero a la vez):
—Por eso te caigo bien… sabes que todo lo que hago es por el bien del grupo, ¿o no?
Christian solo sonrió en silencio, aceptando la broma.
Lloyd, que había caminado unos metros adelante, se giró con una gran sonrisa, alzando ambos brazos al aire como si hubiera ganado un trofeo.
Lloyd (gritando con emoción infantil):
—¡Oigan, apúrense! ¡Quiero ir a ver los alebrijes antes de que oscurezca! ¡Y también venden tamales de dulce! ¡Quiero uno rosa!
Diana (riendo con dulzura, corriendo hacia él):
—¡Sí! ¡Tamales rosas! ¡Yo también quiero!
El grupo avanzó entre risas, bromas y el atardecer que pintaba el cielo de naranja y violeta, dejando atrás la tensión de la pelea de días anteriores… aunque sin saber que la paz no les duraría mucho.
Vanessa se acercó a Camila mientras caminaban entre los puestos.
Vanessa (mirándola de reojo, con su tono frío y directo):
—Oye… ¿y el sensei te dejó traer los amuletos?
Camila (asintiendo con serenidad mientras ajustaba su mochila):
—Sí… Papá me dijo que estaba bien si los traía conmigo. Ya sabes… por si pasa algo como lo del banco… o el centro comercial.
Vanessa dejó escapar un pequeño suspiro, casi imperceptible, pero su mirada denotaba alivio.
Vanessa (con un deje de sarcasmo mezclado con honestidad):
—Eso suena… bastante bien. No confío en andar sin ellos. No con tantas cosas raras pasando últimamente.
Lloyd, que iba al frente con su sonrisa boba, se giró hacia ellas con curiosidad infantil.
Lloyd (con tono burlón, sin maldad, ladeando la cabeza):
—¿Qué pasa, Vanessa? ¿Te da miedo andar sin tus poderes?
Vanessa lo miró con frialdad, arqueando una ceja con desdén.
Vanessa (seca y firme):
—Tú qué vas a saber, Lloyd. Tú naciste con ese poder tuyo… siempre lo has tenido. Nosotros… sin los amuletos no somos nada.
Lloyd parpadeó, confuso ante la seriedad de su respuesta.
—Bueno… sí… supongo… —dijo bajito, sin entender la incomodidad de ella.
Camila, que los escuchaba, notó un manchón rosa en la mejilla de Lloyd. Sin decir nada, sacó la manga de su sudadera y le limpió con cuidado la dona embarrada. Lloyd se quedó mirándola, completamente quieto, sus mejillas se sonrojaron un poco pero su mente no procesó nada.
Camila le sonrió cálida, con esa dulzura reservada solo para él.
Camila (con un leve suspiro divertido):
—¿En qué piensas…? Te quedaste quieto.
Lloyd frunció el ceño de pronto, apartando su mirada hacia la calle mientras su cuerpo se tensaba.
Lloyd (con un tono más serio, casi sombrío, su voz sonaba diferente):
—…Algo pasa… no sé qué es, pero… algo está mal.
Vanessa entrecerró los ojos, cruzándose de brazos.
Vanessa (con sarcasmo para ocultar su inquietud):
—¿Qué, ahora tu poder también te da sentidos arácnidos o qué?
Todos se detuvieron, girando su atención a Lloyd, que miraba al suelo con los puños levemente apretados.
Entonces…
💥 Un estruendo sacudió el suelo bajo sus pies. La gente alrededor se detuvo confundida mientras un sonido grave, como un rugido mineral, retumbaba desde las entrañas de la tierra. Frente a los puestos, el suelo comenzó a agrietarse; las piedras se apartaron y un portal de piedra y luz verde se abrió con un crujido que erizó la piel de todos.
De su interior emergieron dos criaturas colosales, hechas de roca viva, sus ojos ardían como brasas de lava. Entre sus grietas brotaban vetas incandescentes y alrededor de sus cuerpos comenzaron a reptar sombras negras como humo vivo, cubriendo el suelo del mercado.
Camila dio un paso al frente, su mirada azul se volvió fría y calculadora, y su voz se volvió firme, casi grave.
Camila (con autoridad y un dejo de temor contenido):
—Esto… no es normal. Esto es magia… muy antigua.
Ryan tragó saliva mientras sostenía su elote con fuerza.
—Genial… —murmuró con nerviosismo—. Justo hoy que traje mis tenis blancos…
Los monstruos comenzaron a rugir, sus bocas de piedra se abrieron dejando salir un calor sofocante mientras destrozaban puestos y empujaban a la gente, buscando algo… o a alguien entre la multitud.
Los monstruos rugieron con furia, su mera presencia hacía temblar el suelo. Uno de ellos levantó un puesto de metal y lo arrojó contra una fila de locales. El impacto sacudió todo alrededor mientras la gente gritaba y corría, empujándose unos a otros para huir.
Lloyd frunció el ceño, su sonrisa tonta desapareció en un instante.
—Genial… —murmuró con tono irritado, apretando los puños—. No podemos tener un día de paz, ¿verdad?
Ryan se limpió la boca manchada de chile mientras veía al monstruo con una mueca.
—Además… ni siquiera traemos máscaras ni trajes. ¿Qué se supone que vamos a hacer, pelear en jeans?
Camila dio un paso adelante, sus ojos azules observaban a las criaturas con concentración analítica.
—Esto no es un simple ataque… —dijo con su tono serio y sereno—. Debe estar relacionado con quien busca los cristales… esta magia no es normal.
Lloyd bufó, su ceño seguía fruncido y sus ojos reflejaban determinación.
—Carajo… cómo me gustaría conocer a ese idiota para darle unas buenas pataditas en la cara.
Vanessa lo miró con sarcasmo mientras se apartaba de un trozo de piedra que cayó cerca.
—Sí claro, héroe esmeralda, ve y patea monstruos de roca… seguro te escuchan.
De pronto, unas sombras negras reptaron alrededor de los monstruos y, con un chasquido de energía oscura, lanzaron mesas y carritos de comida en dirección al grupo. Todo pasó en segundos.
—¡CUIDADO! —gritó Nathan, empujando a Ryan para que no le cayera una mesa encima.
Camila sintió el instinto protector nacer en su pecho y tomó a Diana de la mano con fuerza, jalándola hacia una tienda cercana.
Camila (con voz firme, sin pánico, pero urgente):
—¡Diana, ven conmigo ahora!
Diana miró el caos con miedo, pero confió en su hermana de corazón.
—¡Está bien… pero Lloyd…! —alcanzó a decir mientras volteaba.
Lloyd extendió su brazo y frente a él apareció un escudo verde brillante de Esencia Esmeralda, que detuvo los escombros volando. Sus ojos brillaron con intensidad mientras miraba de reojo a Camila y Diana corriendo.
—¡Entren ustedes primero…! —gritó con fuerza, sin apartar su escudo.
Camila y Diana corrieron dentro de la tienda. Diana seguía temblando, pero Camila la abrazó protectora para calmarla.
Lloyd bajó su escudo y en un movimiento ágil dio un pequeño salto hacia atrás, entrando también al local. El polvo y el eco de los escombros chocando llenaron el lugar mientras él caía en cuclillas, respirando agitado.
Ryan, Nathan, Vanessa y Christian los siguieron poco después, cubriéndose detrás de los estantes de la tienda.
Ryan (con sarcasmo nervioso mientras respiraba agitado):
—Bueno… al menos… aquí venden agua… nos moriremos pero hidratados.
Vanessa lo fulminó con la mirada.
—Cállate, imbécil… —dijo con frialdad, asomándose para analizar la situación afuera.
Mientras tanto, Lloyd se apoyaba en la pared, con su respiración agitada y su mirada aún encendida de verde. Dentro de su pecho sentía ese extraño ardor, ese instinto… que ni él mismo podía entender.
Camila abrió su mochila con rapidez y determinación, sacando una pequeña caja metálica que guardaba con cuidado.
—¡Vamos, tomen sus amuletos! —ordenó con esa autoridad natural que siempre transmitía.
Ryan tomó su amuleto de fuego y se lo colocó de inmediato en la muñeca, sintiendo el leve calor recorrer su brazo.
—Ya era hora… me sentía desnudo sin esto —murmuró con sarcasmo, aunque su voz temblaba de adrenalina.
Vanessa colocó el suyo con precisión, su mirada fría analizando a los monstruos mientras lo hacía.
—Bien, Lloyd —dijo girándose hacia él con seriedad—, ¿cuál es el plan?
Lloyd la miró por un segundo con esa sonrisa tonta y se encogió de hombros.
—No tengo ni idea, jajaja… —respondió con su tono inocente, rascándose la nuca.
Ryan lo miró con incredulidad.
—No puede ser… ¿en serio?
Vanessa apretó los dientes con frustración.
—¡Tú eres el líder, Lloyd! ¡¿Cómo no vas a saber qué hacer?!
Camila posó una mano calmada sobre el hombro de Vanessa.
—Tranquila… mi papá siempre dice que Lloyd aún no sabe liderar. Todavía está aprendiendo.
En ese momento, Nathan, que ya analizaba la situación, los miró con determinación. Su expresión bromista desapareció, mostrando un temple serio y confiable.
—Bien… —dijo con voz grave—. Yo tengo una idea. Pero necesito que la sigan al pie de la letra, ¿entendido?
Vanessa asintió sin dudar.
—Bien… —respondió con frialdad, confiando en él esta vez.
⚔️ [Clímax] – La batalla comienza
Nathan dio un paso adelante y, con un grito lleno de autoridad y temple, comenzó a dar órdenes:
—¡Christian, bloquea los lados con muros de madera! ¡Camila, usa el agua de los tanques y distráelos! ¡Vanessa, congela sus articulaciones y puntos débiles! ¡Ryan, conmigo al frente! ¡Lloyd… cuida de Diana!
Lloyd apretó su puño con fuerza. Sus ojos verdes temblaban mientras veía a todos moverse con decisión. Dentro de él, algo ardía con rabia y frustración.
(En su mente, con rabia contenida)
—No… no puedo… no puedo solo quedarme aquí viendo… ¡yo también quiero protegerlos…!
Camila lo miró con su firmeza tranquila, acercándose mientras colocaba su mano en su hombro.
—Lloyd… cuida de tu hermana, ¿sí? Protégela. Yo te haré señas cuando te necesitemos, pero… ahora cuídala. Por favor.
Él tragó saliva y asintió con la cabeza, con el pecho ardiéndole por dentro.
Los chicos salieron rápidamente, cubriéndose las bocas con sus sudaderas mientras seguían las órdenes de Nathan. Afuera, el caos reinaba. La gente huía gritando, los escombros seguían cayendo y las criaturas rugían buscando algo que no comprendían.
Nathan creó potentes ráfagas de viento que desviaban piedras y tablas, abriendo camino.
—¡Muévanse rápido, idiotas! —gritó con su tono mandón pero lleno de confianza.
Vanessa, con su expresión seria y su mirada calculadora, congeló las articulaciones de uno de los monstruos.
—Muévete ahora, Ryan —ordenó con frialdad.
Ryan corrió hacia la criatura con un tubo de fierro en mano, gritándole con furia:
—¡Ven aquí, pedazo de roca mal parida…! —y le asestó un golpe directo en su articulación congelada, agrietándola.
Mientras tanto, Lloyd observaba todo desde su posición, con Diana temblando detrás de él y abrazándolo por la espalda.
—Lloyd… —susurró ella con miedo—. Por favor no vayas… tengo miedo…
Él apretó los dientes al sentir su voz. Pero, de pronto, vio algo que le hizo olvidar cualquier promesa: un niño pequeño atrapado bajo un puesto de metal caído, llorando mientras uno de los monstruos se acercaba para aplastarlo.
Sin pensar, Lloyd gritó:
—¡QUÉDATE AQUÍ, DIANA!
Se lanzó hacia adelante a toda velocidad. Su cuerpo se movía por puro instinto. Esquivó piedras y saltó cajas con agilidad sorprendente para alguien sin entrenamiento formal. Sus puños comenzaron a brillar con un tenue tono esmeralda.
Ryan, que lo vio pasar como un rayo, gritó impresionado:
—¡ESO ES, ESMERALDA!
Lloyd llegó frente al monstruo y, con un rugido, golpeó su torso con todas sus fuerzas. Un estallido verde iluminó la zona y la criatura retrocedió un metro, rugiendo de dolor.
Sin embargo, otra sombra oscura se lanzó contra él desde un costado, golpeando su escudo de Esencia Esmeralda que había creado a tiempo. Aun así, el impacto lo hizo retroceder.
—Otra vez ustedes, malditas sombras… —escupió con furia y una risa nerviosa—. Pero esta vez… esta vez sé cómo lastimarlas…
Concentrándose, comenzó a crear una espada de Esencia Esmeralda, aunque imperfecta y parpadeante. La sombra chilló y se lanzó sobre él. Lloyd la esquivó por un segundo y, con un grito salvaje, le clavó la espada en su cuerpo oscuro. La criatura se retorció con un chillido inhumano antes de desvanecerse.
Pero en su embestida, la sombra chocó contra un muro, haciendo temblar la estructura y provocando que varios escombros se soltaran justo encima del niño.
Lloyd abrió los ojos con pánico.
—¡¡MUÉVETE, NIÑO!! —gritó con todas sus fuerzas, corriendo hacia él.
Diana, que había salido de su escondite al ver a su hermano en peligro, también gritó con su dulce voz cargada de terror.
—¡¡NIÑO, CORRE HACIA ACÁAAAA…!!
El pequeño, llorando, corrió hacia Diana, quien lo abrazó con fuerza y lo protegió entre sus brazos, temblando de miedo y alivio.
Mientras tanto, Camila lanzó un chorro de agua a presión contra el monstruo, pero este la atravesó sin causarle daño, aunque sí logró cegarlo por unos segundos.
Ryan y Christian aprovecharon la distracción. Christian golpeó la pierna de piedra de la criatura con un tubo de fierro mientras Ryan gritaba con su energía encendida:
—¡AHORA, VAMOS…!
Vanessa congeló las grietas expuestas en sus articulaciones con un movimiento rápido y elegante de su mano.
Finalmente, la criatura cayó al suelo, hecha pedazos de piedra. Pero de entre esos pedazos emergió una sombra oscura, siseando con rabia.
Ryan la vio y frunció el ceño.
—Qué mierda es esto…
Vanessa la miró con su frialdad habitual.
—Pueden poseer cualquier cosa… —dijo con tono analítico y asqueado.
Nathan apretó los puños con fuerza, gritándole a la sombra con furia:
—¡ESO NO SE VALE, MALDITOS HACKERS…!
Lloyd miró a Diana con seriedad, con su respiración agitada y el corazón latiéndole con fuerza.
—¡Diana! —gritó, sin apartar los ojos de las sombras que se movían frente a él—. Regresa al local… y cuida de ese niño… ¡AHORA!
Diana lo miró, con lágrimas temblando en sus ojos por la tensión y el miedo, pero asintió con determinación.
—Está bien… ten cuidado, Lloyd… —susurró antes de girarse y tomar la mano del niño para llevarlo adentro.
En ese momento, tres monstruos más emergieron del portal con un rugido grave, haciendo que el suelo temblara bajo sus pies. La sombra oscura que había quedado suelta se deslizó como humo negro y se metió dentro de una estatua de piedra decorativa cercana. Sus ojos tallados se iluminaron con un brillo rojo siniestro, y la figura cobró vida, levantando su brazo de roca con un crujido escalofriante.
Ahora, cuatro monstruos los rodeaban.
Ryan apretó su tubo de fierro, tragando saliva con su típica valentía impulsiva.
—Genial… —dijo con sarcasmo, sus labios tensos—. De un paseo tranquilo a un maldito apocalipsis en cinco minutos…
Nathan respiró hondo, con su mirada de estratega concentrada.
—Concéntrense. No bajen la guardia ni un segundo —ordenó con firmeza.
Vanessa rodó los ojos con su frialdad característica, congelando el brazo de una criatura antes de esquivarlo.
—Gracias por el consejo, capitán obvio —bufó, aunque su tono seguía serio y calculador.
Christian, con su paciencia inquebrantable, golpeaba con calma los tobillos de un monstruo para desestabilizarlo.
—Mantengan la formación… no se separen demasiado —dijo, sin levantar la voz pero con autoridad suave.
Mientras tanto, Camila reunió agua de un tanque roto y creó una gran lanza líquida que lanzó contra uno de los monstruos, pero su golpe no fue suficiente para derribarlo. La criatura rugió con furia y contraatacó con su brazo de piedra, golpeándola directamente en el costado y lanzándola contra el suelo. El aire escapó de sus pulmones con un gemido ahogado.
—¡Camila! —gritó Lloyd al verla caer. Sin pensarlo, se lanzó hacia ella a toda velocidad.
El monstruo levantó su brazo para rematarla, pero Lloyd saltó con toda su fuerza y la apartó justo antes de que el impacto la aplastara. Rodaron juntos por el suelo hasta quedar en un rincón seguro. Camila temblaba de dolor mientras se incorporaba con dificultad.
—Lloyd… agh… gracias… —dijo, su voz seria pero entrecortada mientras presionaba su tobillo con el rostro tenso de dolor.
Lloyd la miró, con su expresión infantil llena de preocupación mientras le revisaba la pierna con torpeza.
—Te lastimaste el… ¿todillo…? —preguntó, pronunciándolo mal mientras fruncía el ceño.
Camila forzó una leve sonrisa, a pesar de su dolor.
—Es “tobillo”, Lloyd… pero no pasa nada… aún puedo pelear… —intentó levantarse, pero apenas se apoyó, un fuerte dolor le recorrió la pierna y volvió a caer de rodillas.
Lloyd miró alrededor desesperado, con su instinto protector gritando dentro de él. Vio a Nathan luchando contra dos monstruos al mismo tiempo.
—¡Nathan! —gritó con fuerza—. ¡Cúbreme, me llevaré a Camila a otro lado!
Nathan asintió sin mirarlo, con su atención clavada en el enemigo.
—¡Hazlo rápido, inútil…! —respondió, creando ráfagas de viento para empujar a los monstruos y ganarles unos segundos.
Lloyd intentó ayudar a Camila a levantarse, pero ella gimió de dolor y volvió a caer. Él miró sus brazos y luego a ella, sin saber qué hacer, con su típica torpeza para resolver lo emocional o físico.
Vanessa, que congelaba las piernas de un monstruo con expresión fría, giró hacia él y gritó con sarcasmo molesto:
—¡Llévala en brazos, idiota…!
—¡Aaaaaah… sí es cierto! Jajaja… —respondió Lloyd con su risa nerviosa y esa sonrisa boba suya.
Camila abrió los ojos, sorprendida, y un rubor se extendió por su rostro al ver cómo Lloyd la cargaba con cuidado.
—L-Lloyd… no… no es necesario… —dijo en voz baja, sintiéndose avergonzada de verse débil frente a él.
—Shhh, no digas nada —respondió él con su tono inocente, mirándola sin entender su rubor—. Te llevaré a un lugar seguro, Camila… porque… porque yo… no quiero que te pase nada…
Mientras Lloyd la cargaba, Camila apartó la mirada, su corazón latiéndole rápido al escucharlo. Nunca se acostumbraría a su pureza torpe y desarmante.
Con Camila en brazos, Lloyd corrió fuera del rango de ataque mientras sus amigos seguían luchando con toda su fuerza, decididos a no dejar que esas criaturas destruyeran su ciudad.
Mientras tanto, dentro del local, Diana se encontraba agachada detrás del mostrador junto al niño pequeño, quien lloraba sin poder controlar sus sollozos. Ella lo abrazaba suavemente, temblando también, pero tratando de mantenerse fuerte.
—Shh… tranquilo… —susurró con dulzura, acariciándole el cabello mientras sus propios ojos brillaban de preocupación—. No te dejaré… no te dejaré que nada te pase… te lo prometo.
El niño la miró con lágrimas y asintió débilmente, apretando su camisa como si fuera su salvación.
De pronto, un chillido agudo atravesó el estruendo de la batalla. Diana alzó la vista y su corazón dio un vuelco: al otro lado de la calle, una niña pequeña estaba atrapada bajo un puesto de frutas volcado, llorando mientras trataba de liberarse. Cada temblor del suelo hacía que más cajas cayeran cerca de ella.
Diana sintió que el miedo le congelaba el cuerpo, pero cerró los ojos con fuerza y pensó en Lloyd.
—Lloyd… —susurró para sí misma—. Si tú estuvieras aquí… no dudarías ni un segundo…
Abrió los ojos con renovada determinación. Apretó los puños, respiró hondo y se levantó con un salto.
—Espérame aquí, ¿sí? —dijo al niño, mirándolo con firmeza pero con una sonrisa amable para darle seguridad—. Te prometo que regresaré.
Antes de que él pudiera responder, Diana salió corriendo hacia la niña. Sus piernas temblaban al principio, pero su corazón latía con fuerza impulsándola. Se arrodilló frente a ella.
—¡Hola! Tranquila… tranquila, ¿sí? —dijo con su tono más dulce, a pesar de que sentía que su voz vibraba de nervios—. Yo te sacaré de aquí… solo… solo confía en mí.
La niña sollozaba y movía las manitas intentando empujar las cajas, pero era inútil. Diana respiró hondo y comenzó a mover las cajas una por una, haciendo esfuerzos enormes para su tamaño. Sus brazos temblaban y sus manos le dolían por las astillas, pero no se detuvo.
—Vamos… vamos… yo puedo… —se repetía con voz baja y temblorosa, recordando cómo Lloyd siempre luchaba sin importar su miedo.
Finalmente, logró liberar a la niña, quien la miró con los ojos llenos de lágrimas y esperanza. Diana sonrió ampliamente, aunque sentía que se le doblaban las rodillas del esfuerzo.
—Muy bien, ¡ya estás libre! —exclamó con alegría y alivio—. Ven, tenemos que correr rápido.
Tomó su mano con fuerza y ambas comenzaron a correr de regreso hacia el local. Un monstruo de piedra se dio cuenta de su presencia y levantó su enorme brazo, listo para aplastarlas. Diana sintió el miedo mordiéndole el pecho, pero no se detuvo y empujó a la niña frente a ella.
—¡Corre, corre, corre…!
En ese momento, un viento helado cubrió el brazo del monstruo, congelándolo antes de que pudiera bajar. Vanessa apareció al lado con su expresión fría y ojos calculadores, moviendo su mano como si nada.
—De nada, princesa —dijo con sarcasmo suave antes de girarse para seguir luchando contra otra criatura.
Diana la miró con sorpresa y luego sonrió con gratitud antes de seguir corriendo. Llegó al local y empujó a ambos niños dentro, respirando agitada y con el corazón retumbando en su pecho. Se arrodilló frente a ellos y los abrazó, temblando de adrenalina.
—Están a salvo… —susurró con lágrimas de alivio en sus ojos, mientras afuera seguían escuchándose rugidos y explosiones de poder—. Yo… yo los cuidaré… pase lo que pase…
Lloyd llegó a un callejón lateral menos destruido, con Camila aún en sus brazos. Su respiración era agitada por la carrera, y su brazo temblaba un poco por el esfuerzo, pero no la soltaba. La bajó con cuidado hasta que sus pies tocaron el suelo. Camila soltó un pequeño quejido al apoyar su tobillo lastimado.
—¿Te duele mucho? —preguntó Lloyd con preocupación genuina, inclinándose hacia ella mientras la sostenía de los hombros.
—S-Sí… sí… pero no te preocupes, Lloyd —respondió Camila, evitando su mirada, su rostro rojo como un tomate.
Lloyd la miró con confusión, ladeando la cabeza como un perrito curioso.
—¿Eh? ¿Por qué estás tan roja? ¿Te sientes mal? ¿Te vas a desmayar? ¿Te duele la cabeza? —preguntó con torpeza, acercando su cara demasiado, con sus ojos verdes abiertos de preocupación.
—¡N-no es eso! —Camila tartamudeó, apartando la vista, sintiendo su corazón golpearle el pecho con fuerza—. Solo… solo ve y ayuda a los demás… yo… yo estaré bien aquí…
Lloyd frunció el ceño, claramente dudando. Sentía un nudo en el pecho que le decía que no debía dejarla sola. Apretó sus puños con fuerza, mirándola a los ojos.
—Camila… —murmuró con voz baja y seria, un tono extraño en él—. Te prometo que volveré en un segundo… no dejes de mirarme, ¿sí?
Camila asintió, sonrojada y conmovida.
—Está bien… pero ten cuidado, Lloyd… por favor…
Él le sonrió con esa sonrisa infantil y despreocupada de siempre, aunque sus ojos verdes brillaban con algo diferente esta vez. Luego se giró y salió corriendo hacia el caos.
Camila se dejó caer contra la pared, respirando con dificultad y mirando su tobillo morado.
—Espero… que no esté roto… —susurró con preocupación, cerrando los ojos mientras sentía su pecho arder por la adrenalina y… por Lloyd.
Mientras tanto, en el centro del mercado, Ryan, Nathan, Vanessa y Christian estaban siendo arrinconados por los cuatro golems de piedra, que los empujaban hacia los restos de un puesto destruido. Ryan respiraba agitado, con el sudor mezclándose con la tierra de su rostro.
—¡Nathan, dale por la izquierda! —gritó mientras lanzaba una llamarada al pecho de un golem, que apenas se inmutó.
—¡Estoy ocupado aquí, idiota! —respondió Nathan, creando una ráfaga de viento para empujar otro monstruo, pero apenas lograba hacerlo retroceder.
Vanessa esquivaba los golpes con movimientos fríos y calculados, pero comenzaba a perder el ritmo. Su respiración era rápida y sus manos temblaban un poco mientras formaba cuchillas de hielo.
—Estos malditos… no tienen fin… —murmuró entre dientes, con su habitual tono frío pero con un matiz de desesperación.
Christian, con sus brazos endurecidos en piedra, empujaba con fuerza el torso de un golem, pero el monstruo lo golpeó y lo hizo retroceder varios metros, casi cayendo de rodillas.
—Lo siento… no puedo… son muy fuertes… —dijo, su voz grave cargada de impotencia.
Uno de los golems levantó su brazo para aplastar a Vanessa. Ella abrió los ojos con sorpresa, demasiado cansada para reaccionar a tiempo.
De pronto, un rugido resonó detrás de ellos, seguido por un estallido de luz verde esmeralda. Una ráfaga de Esencia atravesó el torso del golem, rompiéndolo en pedazos de roca y polvo. La energía chispeó, inestable y peligrosa.
Ryan sonrió ampliamente, con sus ojos encendidos de emoción.
—¡Oh, sí…! —exclamó, con una risa llena de adrenalina—. ¡Ya llegó nuestro rayito verde veloz…!
Nathan giró para ver a Lloyd, quien caminaba hacia ellos con sus puños temblando de poder y sus ojos brillando como dos gemas. Su respiración era agitada y sus manos chispeaban con fragmentos de Esencia Esmeralda incontrolable.
—Por fin apareces, Varek… —dijo Vanessa, con un suspiro casi imperceptible mientras volvía a su postura de batalla—. Trata de no matarte esta vez, ¿quieres?
Lloyd no respondió. Solo los miró con su típica sonrisa confiada, aunque sus ojos reflejaban el mismo instinto feroz que siempre aparecía cuando sus amigos estaban en peligro.
—Vamos a darles en su madre… —dijo con voz baja, sus manos ya llenas de energía esmeralda lista para la pelea.
Lloyd extendió su mano hacia Vanessa, quien estaba de rodillas tras esquivar un golpe. Sus ojos fríos se alzaron para mirarlo con molestia, pero aun así tomó su mano para levantarse.
—No creas que me caí porque quise que me ayudaras, ¿sí? —dijo con su tono seco habitual.
Lloyd sonrió, sin captar su sarcasmo.
—No importa por qué, mientras estés bien —respondió, con esa honestidad infantil suya.
Nathan, que giraba creando un mini torbellino para desviar piedras que venían hacia ellos, gritó:
—¡Hay que hacerlos pedazos antes de que destruyan todo el mercado!
Christian, con sus brazos cubiertos de piedra mientras bloqueaba un golpe, dijo con su voz grave y calmada, pero cargada de realismo:
—Va a ser difícil… se nota que no tenemos experiencia real en combate… no de este tipo.
Nathan chasqueó la lengua con fastidio. Su frente estaba perlada de sudor, pero su mirada era firme.
—¡Bien, nuevo plan! —exclamó con autoridad, girando hacia Lloyd y señalándolo con decisión—. ¡Todos distraigan a estos idiotas de piedra para que Lloyd los ataque!
Lloyd parpadeó, sorprendido, mientras se limpiaba con el antebrazo un poco de polvo verde de Esencia que flotaba en su mejilla.
—¿Eh? ¿Por qué yo?
Nathan frunció el ceño y le gritó como si fuera obvio:
—¡Porque tu poder es el más destructivo, cabeza hueca!
Lloyd se quedó un segundo pensativo, luego sonrió ampliamente, mostrando sus dientes.
—¡Ah bueno, eso sí! —dijo con esa alegría imprudente suya, mientras su puño se llenaba de Esencia Esmeralda inestable que chispeaba como electricidad verde.
Sin perder tiempo, los chicos comenzaron a moverse. Nathan creó ráfagas de viento que empujaban las piernas de los golems para desequilibrarlos. Christian golpeaba el suelo con fuerza para hacerlos tambalear. Vanessa formaba lanzas de hielo que clavaba en sus articulaciones. Ryan lanzó un círculo de fuego alrededor de uno de los golems para distraerlo.
Lloyd respiró hondo, sintiendo cómo su pecho ardía con el calor de la Esencia. Dio un salto y su puño brilló con fuerza, golpeando la cabeza de un golem y haciendo que esta explotara en pedazos de roca. Su cabello castaño se movía desordenado por la energía mientras él reía con emoción.
—¡Tomen esto, piedras vivas! —gritó, lanzando ráfagas inestables de Esencia Esmeralda desde sus manos abiertas, que atravesaban el torso de otro golem, destrozándolo con brutalidad.
Ryan aprovechó la distracción y se lanzó hacia un tercer golem con su puño envuelto en llamas.
—¡Vamos, chicos, remátenlos! —gritó con su voz ronca y cargada de emoción.
Pero en ese instante, un sonido agudo, como un chillido metálico mezclado con energía, salió del portal aún abierto. Fue tan penetrante que todos sintieron vibrar sus huesos. Antes de que Ryan pudiera reaccionar, un haz de energía oscura salió disparado del portal y lo golpeó directo en el pecho.
—¡¡RYAN!! —gritó Vanessa, sus ojos normalmente fríos abiertos con desesperación.
Ryan salió volando como muñeco de trapo, su cuerpo chocó contra un puesto metálico que se dobló por el impacto. Cayó al suelo y quedó inmóvil, con humo saliendo de su sudadera negra. Vanessa sintió que el aire se congelaba a su alrededor mientras lo miraba, su pecho subiendo y bajando con rabia contenida.
Nathan apretó los dientes con fuerza y miró el portal, su cabello despeinado agitándose con el viento que él mismo creaba.
—¿Ahora qué mierda es esa cosa…? —murmuró con furia.
Lloyd giró su mirada hacia Ryan, y luego hacia el portal. Sus ojos verdes temblaban, llenándose de una ira profunda y salvaje que quemaba su pecho.
—…Nadie… —dijo con voz baja, casi un gruñido, mientras su Esencia Esmeralda chispeaba con violencia—. Nadie… lastima a mis amigos…
De pronto, un silencio abrumador cubrió el mercado destruido. Entre los escombros y el polvo flotante, un destello verde salió del portal abierto. Una figura femenina emergió lentamente, como si flotara sobre el suelo. Sus pasos eran firmes y resonaban con eco en los oídos de todos.
Vestía un traje de guerrera antiguo, con placas metálicas decoradas con símbolos que ninguno reconocía. Su rostro estaba cubierto por una máscara metálica tallada con finas líneas, haciendo imposible ver su expresión.
Un pedazo de roca caído bloqueaba su camino. Sin mirarlo si quiera, alzó una mano. La roca se elevó varios metros y salió disparada hacia un edificio lejano, pulverizándose en el impacto.
Nathan tragó saliva mientras la observaba. Su tono burlón se borró, dejando solo temor en sus palabras.
—Santo Dios… ¿qué demonios es eso…?
Lloyd la miró con sus ojos verdes grandes y brillantes, ladeando su cabeza con confusión y curiosidad infantil.
—Oye… ¿y tú quién eres…? —preguntó sin pensarlo, inclinándose un poco hacia adelante como si hablara con alguien normal.
Christian frunció el ceño, analizando su armadura con rapidez y precisión.
—Ese traje… —murmuró, con su voz calmada pero tensa—. Es igual a los que usaban los guerreros de élite… en el año 112 después de la unificación…
Lloyd abrió la boca con emoción, como si acabara de escuchar algo épico.
—¡¿Qué?! ¡Entonces es una guerrera del pasado! ¡Como en las películas de viajes en el tiempo! ¡John Connor, correeee! —gritó dramáticamente, alzando las manos como si estuviera en Terminator.
Vanessa rodó los ojos, incluso en esa situación.
—Eres un idiota, Lloyd —dijo fría, pero su voz temblaba ligeramente de tensión.
La mujer levantó su rostro en dirección a ellos. Su voz era suave, pero tenía un filo invisible que les cortó el aire en el pecho.
—¿Dónde está el cristal…?
Todos se quedaron en silencio. La tensión era tan espesa como el polvo suspendido. Lloyd parpadeó varias veces, procesando sus palabras.
—¿Cuál cristal…? —preguntó con honestidad, sin ninguna estrategia detrás.
La mujer dio un paso adelante, la luz del portal iluminando su máscara mientras su voz retumbaba como un trueno calmado.
—No se hagan los ignorantes. Ustedes… son los llamados la Orden. Sé que encontraron el artefacto… aquel que revela la ubicación del cristal.
Nathan alzó ambas manos, negando con su tono rápido y su mirada que saltaba de ella al portal.
—Oye, oye, oye, yo no sé nada, en serio… —dijo, intentando sonar casual aunque su voz temblaba.
Lloyd frunció el ceño, alzando su puño cubierto de Esencia que chispeaba levemente con energía verde.
—No sabemos nada aún… pero aunque supiéramos… ¡no te diríamos nada! —exclamó, poniéndose en una posición de pelea extraña, con un pie mal colocado y las manos levantadas como un karateka improvisado.
La mujer lo observó en silencio por un segundo antes de soltar una risa suave y burlona que salió metálica a través de su máscara.
—Qué adorable… —dijo con desprecio, inclinando levemente su cabeza.
Sin previo aviso, Nathan gritó y se lanzó hacia ella, usando el viento para impulsarse. Pero antes de que pudiera rozarla, la mujer alzó un dedo. Nathan se quedó flotando en el aire, paralizado por una fuerza invisible, y luego, con un movimiento casual de su mano, lo mandó a volar varios metros hacia atrás. Su cuerpo rebotó contra un inflable de publicidad, causando un chillido agudo mientras caía.
Lloyd abrió los ojos como platos, con la boca abierta en shock.
—¡¿QUÉ CARAJO FUE ESO…?! —exclamó con un tono que mezclaba terror y emoción, como si estuviera viendo una película de acción real frente a él.
Christian apretó los dientes, preparándose para defender a los demás, mientras Vanessa retrocedía levemente, respirando rápido y midiendo sus posibilidades.
Todos podían sentirlo. Esa mujer… no era un enemigo común. Y si querían sobrevivir… necesitarían algo más que sus poderes.
Lloyd dio un paso al frente, su pecho subía y bajaba rápido mientras la veía fijamente. Su puño temblaba de rabia, pero sus ojos tenían ese brillo infantil de siempre.
—¡¿QUIÉN CARAJOS ERES TÚ…?! —gritó con fuerza, su voz se quebró un poco al final.
La mujer ladeó su cabeza con elegancia, su máscara metálica reflejando la luz rota del mercado. Su voz sonó suave y fría, como si estuviera hablando del clima.
—Soy Sylsha… maestra elemental de la Gravedad. —Hizo una pausa, dejando que el silencio calara en ellos antes de continuar—. Segunda al mando… del ejército de Xandros.
Vanessa retrocedió un paso, sus labios temblaron apenas antes de tensarse en una línea dura.
—No puede ser… —susurró con desprecio contenido—. Otra… de esos malditos Córtalas.
Lloyd frunció el ceño, rascándose un poco la mejilla mientras la miraba confundido.
—¿Poder de la gravedad…? ¿Y qué puedes hacer con eso? —preguntó con genuina curiosidad, ladeando la cabeza como un cachorro confundido.
Sylsha no respondió con palabras. Simplemente alzó una mano con suavidad y una roca enorme frente a ella comenzó a flotar sin esfuerzo. Con un ligero giro de su muñeca, la roca salió disparada como un cañón hacia Lloyd. Él apenas reaccionó a tiempo, creando un escudo de Esencia Esmeralda frente a él. El impacto resonó como un trueno, haciéndolo retroceder un par de pasos mientras apretaba los dientes.
Sylsha bajó su mano con gracia, su voz volvió a escucharse, cargada de una arrogancia serena.
—Un gusto, Maestro de la Esencia Esmeralda.
Lloyd respiraba agitado, su cuerpo temblaba por la adrenalina y el esfuerzo. Aun así, le lanzó una sonrisa torcida mientras su ojo izquierdo se cerraba un poco por el polvo.
—Pues… el gusto no es mío, señora gravedad… —dijo con su tono burlón, intentando sonar valiente aunque su voz temblaba.
En ese momento, Ryan, Nathan, Christian y Vanessa se reunieron junto a él, formando un pequeño círculo defensivo. Sylsha se irguió recta frente a ellos. Detrás, los golems de roca que aún quedaban se colocaron a su lado como un ejército, listos para obedecer.
Lloyd escupió al suelo, con un brillo salvaje en su mirada.
—Bueno… a darles en la madre —dijo bajito, con una sonrisa casi divertida, su instinto de pelea despertando completamente.
—Con cuidado, idiota… —murmuró Vanessa mientras se colocaba a su lado, preparando sus manos para congelar cualquier ataque.
—Hay que hacerlos pedazos antes de que nos hagan pedazos a nosotros… —gruñó Nathan, inflando su pecho mientras se colocaba al otro lado de Lloyd, su aura de viento arremolinándose.
Christian tragó saliva, su voz profunda sonó calmada pero cargada de tensión.
—Va a ser difícil… no tenemos experiencia real en combate… —admitió con honestidad, siempre realista.
Nathan giró su mirada hacia Lloyd, su expresión decidida.
—¡Bien, nuevo plan! —dijo con tono de mando—. Distráiganlos para que Lloyd los ataque.
Lloyd lo miró parpadeando, confundido.
—¿Por qué yo…? —preguntó genuinamente, rascándose la nuca mientras su Esencia chispeaba.
Nathan alzó una ceja, con un toque burlón.
—Porque tu poder es el más destructivo, genio… —dijo sin perder su tono serio.
Lloyd sonrió, como si acabara de recibir un cumplido.
—¡Ah, bueno! ¡Eso sí! —exclamó con emoción, su aura verde explotando a su alrededor.
La pelea comenzó. Los chicos se lanzaron contra los golems de piedra, cubriéndose entre ellos, desviando ataques y buscando abrir espacios. Lloyd, mientras tanto, liberaba ráfagas de Esencia Esmeralda inestable, creando grietas y destrozando brazos de piedra con sus puños brillando de verde intenso. Cada golpe retumbaba como un martillo gigante.
Ryan gritaba mientras lanzaba fuego contra las piernas de un golem.
—¡Dale, Esmeralda, revienta a esos Minecraft con patas…!
Pero de pronto, un chillido agudo salió del portal. Sylsha levantó un brazo y una energía invisible explotó en dirección a Ryan. El golpe de gravedad lo alcanzó de lleno, lanzándolo varios metros hacia atrás como si fuera una muñeca de trapo.
—¡RYAN! —gritó Vanessa con furia y miedo en su voz, mientras congelaba el brazo de un golem que intentaba golpearla.
Lloyd giró su cabeza, con su corazón latiendo con fuerza y su respiración descontrolada. Sus ojos verdes ardían con rabia y terror al ver a su amigo volar como un muñeco. Sin pensarlo, corrió directo hacia Sylsha. Sus puños brillaban con Esencia Esmeralda pura mientras gritaba con toda su fuerza:
—¡TE VOY A REVENTAR, GRAVEDAD DE MIERDA!
Pero Sylsha ya lo estaba esperando. Sus ojos fríos detrás de la máscara lo veían como a un simple insecto.
Lloyd respiraba agitado, su pecho subía y bajaba con fuerza mientras su aura verde chispeaba a su alrededor, casi incontrolable. Se lanzó contra Sylsha con un grito de guerra, sus puños envueltos en Esencia Esmeralda, pero ella simplemente giraba su cuerpo con movimientos precisos, esquivando cada ataque con una elegancia fría. Sus cabellos oscuros se movían con suavidad bajo el casco mientras sus pies no tocaban el suelo.
—Eres rápido… pero torpe. —murmuró Sylsha con indiferencia, inclinándose hacia un lado para evitar un golpe directo de Lloyd.
Lloyd frunció el ceño con fuerza, sus ojos verdes temblaban entre rabia y frustración.
—¡CÁLLATE! —gritó, lanzando otro puñetazo que ella volvió a esquivar sin esfuerzo.
De pronto, Sylsha dio un pequeño giro, colocándose frente a él. Antes de que Lloyd pudiera reaccionar, puso su mano en su pecho. En ese instante, la sensación de gravedad abandonó su cuerpo.
—¿Q-qué…? —balbuceó Lloyd, mirando a su alrededor, sus brazos moviéndose torpemente mientras comenzaba a flotar.
Sylsha también flotaba frente a él, como una diosa de metal y sombras. Su mirada tras la máscara era fría y calculadora. Con un movimiento rápido, lo tomó del cuello, apretándolo con fuerza y estrellándolo contra una pared con un estruendo seco. Lloyd gritó de dolor, su Esencia parpadeó débilmente alrededor suyo.
—Sabes… —dijo Sylsha, su voz sonaba casi divertida, aunque sin emoción real— no vine aquí solo para buscar el cristal.
Lloyd respiraba con dificultad, su cuerpo dolía y su mente se nublaba, pero aun así le devolvió una mirada desafiante, su ceja temblaba de rabia.
—¿Y qué… qué es… lo otro… que quieres…? —preguntó entre jadeos, con su voz ronca.
Sylsha sacó un aparato extraño de su cinturón, una especie de cilindro metálico con un cristal gris en el centro. Con cuidado, lo colocó en el pecho de Lloyd, justo sobre su corazón.
—Tu poder… —susurró, inclinándose para que solo él pudiera escucharla— no es energía normal… ni siquiera pura. Es algo… mucho más allá de eso tan simple que conoces. Y eso… —hizo una pausa, sus dedos apretaron un poco más su cuello, haciendo que Lloyd emitiera un quejido ahogado— es algo que Xandros quiere.
Lloyd la miró con confusión y rabia, su voz salió rota, casi infantil.
—¿Y… para qué… lo quiere…? —preguntó con un hilo de voz, sus ojos húmedos pero llenos de furia.
Sylsha sonrió debajo de la máscara, su mirada brillaba con crueldad contenida.
—Ya lo verás, pequeño Maestro de Esencia.
Sin más, apretó el aparato y este se activó con un fuerte zumbido eléctrico. Lloyd gritó con todas sus fuerzas cuando sintió su Esencia Esmeralda siendo arrancada de su cuerpo. El cristal gris del centro comenzó a iluminarse de un verde intenso, girando mientras absorbía su energía sin piedad.
—¡AAAAA SUÉLTAME… NO… NO SOY… UNA MALDITA BATERÍA…! —gritó Lloyd con todas sus fuerzas, su voz temblaba entre dolor y rabia mientras las lágrimas se formaban en sus ojos.
Mientras tanto, a unos metros de ahí, Nathan, Vanessa, Christian y Ryan seguían peleando contra los tres golems de piedra que quedaban. Sus respiraciones eran pesadas, sus cuerpos cubiertos de polvo y pequeños raspones.
—¡Nathan, al suelo! —gritó Vanessa mientras congelaba la pierna de un golem que intentaba aplastarlo.
Nathan rodó por el suelo, jadeando, y lanzó una ráfaga de aire que desestabilizó al golem, permitiéndole a Christian golpearlo con fuerza usando un puño de roca reforzado. El golem se rompió en pedazos y de él salió una sombra oscura que chilló antes de desvanecerse en el aire.
—¡Eso es… uno menos! —dijo Christian con su voz grave, respirando con fuerza.
—Nos faltan dos… —gruñó Nathan, su ceja sangraba ligeramente pero su mirada seguía firme.
Ryan lanzó una llamarada contra otro golem, partiéndole el brazo de piedra mientras gritaba:
—¡MUÉVANSE, MUÉVANSE… ESOS COSOS NO SON INVENCIBLES…!
Vanessa giró su cuerpo y lanzó estacas de hielo directo a las articulaciones de otro, haciendo que cayera de rodillas. Con un grito seco, Nathan y Christian se lanzaron juntos, destruyendo su pecho y haciendo que otra sombra chillara y desapareciera.
—¡Último! —gritó Vanessa con frialdad, su respiración agitada.
Pero en ese momento, todos voltearon al escuchar el grito de Lloyd, su voz se escuchaba quebrada y desesperada. Sus ojos se agrandaron cuando vieron a Sylsha flotando con él, absorbiendo su Esencia.
—¡LLOYD! —gritó Ryan con furia y terror en su voz, sus puños ardían en llamas mientras su respiración temblaba—. ¡SUÉLTALO MALDITA…!
Vanessa frunció el ceño con rabia contenida, sus ojos fríos como el hielo.
—No… podemos… permitir esto… —susurró, y su mirada se llenó de determinación.
Y así, la batalla continuaba. Pero ese día… Lloyd sentiría, por primera vez, lo que era ser visto solo como un recurso, como un arma…
Los chicos se miraron entre sí, respirando agitados, y sin dudarlo lanzaron ataques coordinados contra Sylsha. Nathan giró con rapidez, creando una ráfaga de aire que levantó escombros y polvo para cegarla, mientras Ryan concentraba una gran bola de fuego en sus manos. Christian golpeó el suelo con fuerza, levantando columnas de piedra hacia ella, y Vanessa estiró sus manos, lanzando decenas de estacas de hielo que brillaban al reflejar la luz del sol.
Pero Sylsha ni siquiera se movió. Con un leve giro de muñeca, el aire alrededor suyo vibró, y todas las estacas, rocas y llamas se detuvieron en seco, flotando frente a ella como si fueran simples hojas atrapadas en el viento. Su mirada, tras la máscara metálica, era fría como el acero.
—¿Eso es todo? —preguntó con una calma escalofriante, mientras su mano bajaba lentamente, haciendo que cada ataque cayera al suelo inofensivo.
Vanessa dio un paso al frente, con rabia temblándole en los labios.
—¡SUÉLTALO, PERRA! —gritó con su voz dura, sus ojos tan fríos como su hielo.
Sylsha giró su rostro hacia ella.
—Te atreves a llamarme así… —su tono sonaba casi divertido, pero era un veneno suave—. No tienes idea… de lo que soy capaz.
De pronto, Vanessa comenzó a flotar, sus pies se levantaron del suelo sin control alguno. Su respiración se aceleró un segundo antes de que Sylsha desapareciera frente a ella, apareciendo en el aire y dándole una patada brutal en el estómago. Vanessa salió disparada, atravesando una ventana antes de caer contra un edificio cercano con un grito ahogado.
—¡VANESSA! —gritó Nathan con furia, lanzándose de inmediato con una corriente de aire hacia Sylsha. Ryan, por su parte, formó otra gran llamarada y la dirigió a ella.
Pero justo antes de tocarla, las llamas se detuvieron, flotando inmóviles en el aire, y se apagaron lentamente como si fueran velas sin oxígeno. Ryan parpadeó, su cuerpo temblaba de rabia y confusión.
—¿Q-qué demonios fue eso…? —balbuceó, mirando sus manos como si estuvieran defectuosas.
Nathan no se detuvo, lanzó un puñetazo directo a Sylsha, pero ella bloqueó con su palma y con un giro de su poder lo levantó por los aires, haciéndolo girar sin control antes de estrellarlo de espaldas contra un puesto de metal que se dobló por el impacto.
Mientras tanto, Lloyd seguía flotando contra la pared, su cuerpo débil, sus brazos colgando a los lados mientras trataba de quitarse el aparato del pecho. Su respiración era agitada, y cada vez sentía su cuerpo más frío y vacío.
—Ya… ya… —jadeaba, su voz era un hilo tembloroso— quítate… suéltame…
Intentó arrancar el aparato con sus dedos temblorosos, pero no lograba ejercer fuerza suficiente. Su visión comenzaba a nublarse y su mente se llenaba de un zumbido insoportable.
—Ya… q-… —sus ojos se llenaron de lágrimas, su cuerpo entero ardía de impotencia.
En ese momento, algo lo jaló suavemente del pantalón hacia abajo. Sintió sus pies tocar el suelo de nuevo. Entre el mareo y la debilidad, giró su mirada y vio a Diana sosteniéndolo con todas sus fuerzas, su carita llena de miedo pero también de determinación.
—D-Diana… —balbuceó Lloyd, sus ojos brillaron un segundo de alivio.
—Tranquilo… tranquilo… —dijo Diana con la voz temblorosa, mientras se ponía frente a él y comenzaba a manipular el aparato con torpeza—. No… no… no te preocupes, yo te quito esta cosa horrible, ¿sí? Lloyd… ¿qué te está haciendo…?
Lloyd cerró los ojos con dolor, su voz era débil y sonaba más como un niño asustado que como el guerrero que todos veían.
—Me… está robando mi poder… pero… pero yo… yo no soy una batería… Diana… no soy una batería…
Diana apretó los labios con fuerza, sus ojos se llenaron de lágrimas que se negaron a caer.
—No… no eres una batería… no eres nada de eso… —susurró con firmeza, mientras lo levantaba como podía, ayudándolo a caminar, sus brazos pequeños temblaban por el peso de su hermano mayor.
Con cuidado, Diana miró a su alrededor para asegurarse de que Sylsha no los viera, y comenzó a arrastrarlo lejos de la batalla. Sus pasos eran rápidos y torpes, hasta que llegaron a un rincón detrás de un local derrumbado donde Camila estaba sentada, aún tomándose el tobillo con el ceño fruncido de dolor.
Camila levantó la mirada de inmediato, su expresión de dolor se transformó en preocupación y autoridad al ver a Lloyd casi inconsciente, sostenido apenas por Diana.
—¡Diana… Lloyd…! —exclamó, su voz temblaba pero mantenía su tono firme y confiable—. Tráelo aquí rápido.
Diana lo dejó con cuidado junto a Camila, respirando agitada, su pecho subía y bajaba con desesperación.
—Yo… yo no pude quitarle eso… Camila… ayúdalo, por favor… —susurró con un sollozo contenido, mirando con miedo a su hermano que apenas podía mantener los ojos abiertos.
Camila asintió, dejando a un lado su propio dolor. Sabía que Lloyd no era solo un arma… era su amigo de la infancia, su protector, y el chico más tonto, dulce y genuino que conocía. Y no iba a permitir que se lo arrebataran.
Camila apretó los dientes, su tobillo seguía doliendo intensamente, pero ignoró el dolor y tomó el aparato con ambas manos, colocando los dedos alrededor de su base metálica. Miró a Lloyd, que apenas mantenía los ojos abiertos, y luego a Diana, que temblaba de miedo y desesperación.
—Resiste… Lloyd… —murmuró con voz firme, su respiración era agitada mientras hacía fuerza—. ¡Resiste!
Con un grito de esfuerzo, tiró con todas sus fuerzas, intentando arrancarlo de su pecho. Pero en ese momento, el cristal del centro del aparato comenzó a brillar con una intensidad cegadora y un pulso de Esencia Esmeralda explotó hacia afuera, golpeándola de lleno. Camila gritó de dolor y salió disparada hacia atrás, cayendo pesadamente sobre su tobillo herido. Sintió un chasquido y un ardor punzante que le hizo lagrimear de inmediato.
—¡Ah… agh…! —sollozó, aferrándose el tobillo mientras su respiración se entrecortaba. Aun así, levantó la mirada con determinación hacia Lloyd, ignorando su propio dolor.
Diana temblaba mientras veía a su hermano con la cabeza colgando y el aparato brillando cada vez más fuerte. Sus ojos se llenaron de lágrimas y empezó a llorar en silencio, sus labios temblaban.
—¿Qué… qué hacemos, Camila…? —preguntó, con su voz fina y temblorosa mientras miraba a su amiga. Su mirada buscaba respuestas con un miedo infantil y absoluto.
Lloyd abrió los ojos un poco, sus pupilas estaban desenfocadas, sus mejillas húmedas de sudor y lágrimas.
—Ya… no… —murmuró con un hilo de voz casi sin aire, su pecho subía y bajaba con dificultad—. Ya… no puedo más…
Diana apretó los dientes y sin pensarlo más colocó ambas manos en el aparato. Sus pequeños brazos comenzaron a temblar mientras lo jalaba con todas sus fuerzas. Camila, conteniendo el dolor de su tobillo, se arrastró de regreso hasta ellos y puso sus manos sobre las de Diana, ambas niñas tirando con desesperación.
—¡Vamos… vamos…! —susurraba Camila con los dientes apretados, su voz cargada de autoridad incluso rota por el dolor—. ¡Tú no vas a perder aquí, Lloyd… no hoy…!
El cristal del aparato parpadeó peligrosamente, emitiendo un pitido agudo que aumentaba su volumen cada segundo. Finalmente, con un chasquido seco y un estallido de chispas verdes, el aparato se desprendió del pecho de Lloyd. Diana salió disparada hacia atrás por la fuerza y Camila cayó sentada, jadeando mientras lo sostenía en las manos temblorosas.
Lloyd respiraba con dificultad, su cabeza caía hacia adelante. Diana gateó de regreso rápidamente y lo abrazó por los hombros, llorando contra su cuello mientras repetía una y otra vez entre sollozos:
—No eres una batería… no eres una batería… no eres nada de eso… —su voz era suave, quebrada y llena de amor infantil.
Camila respiró profundo, guardando el aparato en el suelo, y miró a Lloyd con un nudo en la garganta.
—Está… está vivo… sólo… sólo le robaron su energía… —dijo con firmeza, como si se lo estuviera asegurando a sí misma para no quebrarse.
De pronto, un fuerte zumbido llenó sus oídos. Las tres miraron el aparato, que ahora emitía un pitido constante y agudo mientras el cristal del centro brillaba con una intensidad sobrenatural.
En ese momento, Sylsha, que estaba peleando con Nathan y Ryan, detuvo su ataque. Se giró con frialdad y flotó directamente hacia ellos, aterrizando con gracia felina frente a las dos chicas y el chico caído.
Observó a Lloyd con indiferencia antes de posar sus ojos tras la máscara sobre Camila y Diana.
—Gracias… —dijo con un tono suave y burlón mientras extendía la mano y tomaba el aparato con delicadeza—. Gracias por darme un poco de ese poder… es… fascinante.
Camila la miró con odio y miedo a la vez.
—¿Qué… qué piensas hacer con eso…?
Sylsha la ignoró. Presionó un botón en su muñequera y un portal de gravedad se abrió a su lado, girando como un remolino negro con destellos lilas. La guerrera dio un último vistazo a Lloyd, que respiraba agitado, completamente rendido y con la mirada ausente.
—Pronto… lo sabrán… —dijo con voz grave, antes de dar un paso dentro del portal y desaparecer, llevándose consigo el aparato que brillaba con el Esmeralda robado.
El silencio que dejó tras su partida era pesado, casi insoportable. Diana abrazó a Lloyd con más fuerza mientras Camila, conteniendo las lágrimas, cerraba el puño con tanta rabia que sus uñas se clavaron en su palma. Sabía que esto apenas comenzaba.
Todo era oscuridad. Un silencio pesado dominaba aquel lugar subterráneo, tan profundo que apenas se escuchaba el latido de la propia tierra.
De pronto, un portal gravitatorio se abrió con un zumbido grave y opaco. De él emergió Sylsha, su figura esbelta y armada reflejada por las luces verdosas que alumbraban el templo. Su máscara metálica brilló con un destello frío mientras avanzaba con paso seguro.
El lugar era inmenso, hecho de piedra negra y paredes cubiertas de símbolos arcanos. Golems de roca, tan grandes como paredes vivientes, se alzaban a ambos lados, bloqueándole el paso. Sus ojos de piedra brillaban con un fulgor rojizo mientras la observaban, amenazantes.
Sylsha los miró sin miedo, inclinó apenas la cabeza y pronunció con voz firme y grave:
—Lass mich vorbei… —(Déjenme pasar…) dijo en alemán, su tono autoritario y seco.
Los golems se miraron entre sí, procesando sus palabras en aquel idioma olvidado, antes de hacerse a un lado con lentitud, temblando la tierra bajo sus pesados cuerpos.
Sylsha continuó su camino sin dedicarles una mirada más. Avanzó por pasillos decorados con antorchas verdes y sombras vivientes que se deslizaban por los muros, moviéndose como si respiraran. Crujidos, ecos distantes y sus propios pasos resonaban con fuerza en la soledad subterránea.
Finalmente, llegó a un salón inmenso, decorado con columnas talladas con símbolos de gravedad y oscuridad. En el centro, un trono de piedra negra yacía sobre un pedestal. En él, una figura la esperaba.
Era Xandros.
Su figura era alta y robusta, cubierta con una capa oscura que ocultaba parte de su armadura de metal negro con destellos azules. Su rostro estaba cubierto por un casco decorado con inscripciones antiguas. Sus ojos, visibles tras la sombra, brillaban con un tono carmesí.
Cuando la vio entrar, habló con una voz profunda y helada que reverberó por todo el salón:
—Hast du sie bekommen? —(¿Los conseguiste?) preguntó en alemán, su tono severo y sin emoción.
Sylsha inclinó la cabeza, posando un puño cerrado sobre su pecho con respeto antes de responder también en alemán:
—Nein, mein Herr… ich konnte den Kristall nicht finden… es scheint, dass sie ihn noch nicht haben… —(No, mi señor… no logré conseguir el cristal… al parecer aún no lo tienen…)
Xandros permaneció en silencio unos segundos, su mirada fija en ella, analizando cada gesto y cada respiración. Entonces, inclinó su cabeza ligeramente hacia un lado y su voz se volvió aún más grave al cambiar a español, resonando con un eco metálico:
—¿Y el poder… del Maestro de la Esencia Esmeralda?
Sylsha alzó su mano derecha con lentitud, revelando el artefacto que aún brillaba con una luz esmeralda inestable y peligrosa. Sus runas parpadeaban como si no pudieran contener la energía que había absorbido.
—Aquí está, mi señor… —respondió con solemnidad, extendiéndoselo.
Xandros alargó su brazo cubierto de placas metálicas negras y lo tomó con firmeza. La Esencia Esmeralda iluminó su casco, revelando por un segundo una sonrisa oscura y satisfecha.
—Excelente… —dijo con una suavidad que erizaba la piel—. Con este poder… podré poner en marcha mi verdadero plan.
Detrás de él, en las paredes del templo, varios planos colgaban sujetados por clavos de hierro: planos de artefactos mecánicos, de portales y de lo que parecía ser un mapa estelar. Pero al centro, como el dibujo más grande y detallado, había un círculo mágico con runas, un cristal verde en su núcleo y un nombre escrito con tinta negra.
“Lord Oscuro”.
Xandros apretó el artefacto en su mano mientras la luz verdosa danzaba en su armadura. Sus ojos carmesí brillaron aún más fuerte y un estremecimiento recorrió el salón, como si hasta las sombras se inclinaran ante su presencia.