Bajo La Misma Luz

Los días en la oficina se volvieron cada vez más tensos para Adrián. La relación con Clara, aunque ligera y espontánea al principio, había empezado a complicarse. Ella mostraba una cercanía cada vez más evidente frente a los compañeros de trabajo, algo que Adrián intentaba minimizar sin herir sus sentimientos. Pero sus esfuerzos no pasaron desapercibidos para Héctor, quien observaba en silencio desde la distancia, sin intervenir.

Todo explotó una tarde durante una reunión de equipo. Clara, en un intento de hacer una broma, dejó entrever algo demasiado personal frente a todos.

—Bueno, Adrián puede confirmar que soy toda una perfeccionista, ¿verdad? Después de todo, trabajamos juntos hasta tarde muy seguido.

Las risas nerviosas del equipo llenaron la sala, pero la mirada que Héctor le dirigió a Adrián no tenía nada de humor. Adrián sintió que su rostro se encendía mientras intentaba salir del paso.

—Clara es muy comprometida con lo que hace, eso es cierto —respondió con una sonrisa tensa.

Sin embargo, la atmósfera cambió después de ese día. Los rumores comenzaron a correr por la oficina, alimentados por las suposiciones y las miradas de reojo. Adrián intentó ignorarlo, pero la tensión creció cuando fue llamado al despacho de Recursos Humanos una semana después.

—Adrián, hemos recibido varias quejas relacionadas con tu relación personal con una compañera. —El tono de la encargada de RH era frío, casi mecánico—. Nos preocupa cómo esto podría estar afectando el ambiente laboral.

Adrián intentó defenderse.

—Clara y yo hemos mantenido todo estrictamente profesional durante el trabajo.

—Entendemos tu punto, pero la percepción en la oficina es otra. Y desafortunadamente, esa percepción también afecta la dinámica del equipo.

Fue así como, en un golpe devastador, Adrián perdió su puesto. La noticia se esparció rápidamente, y aunque Clara intentó disculparse, Adrián apenas podía mirarla.

—Nunca quise que esto pasara, Adrián —dijo Clara, con lágrimas en los ojos cuando intentó hablar con él fuera de la oficina.

Adrián negó con la cabeza, tratando de contener su frustración.

—Lo sé, pero eso no cambia nada.

Esa misma noche, mientras recogía sus cosas, Héctor apareció en su escritorio. Su rostro era impenetrable, pero su voz tenía un matiz de algo que Adrián no podía identificar.

—¿Ya te vas?

Adrián asintió, evitando su mirada.

—No tengo opción.

Héctor permaneció en silencio por un momento antes de sacar una tarjeta de su bolsillo y dejarla sobre el escritorio de Adrián.

—Este es el contacto de un cliente con el que la agencia trabaja. Necesitan a alguien para liderar un proyecto de diseño. Les he hablado de ti.

Adrián levantó la vista, sorprendido.

—¿Por qué haces esto?

Héctor lo miró directamente, sus ojos reflejando una mezcla de emociones.

—Porque, a pesar de todo, sé lo que vales. Y no voy a permitir que este lugar te destruya.

Adrián sintió un nudo en la garganta, incapaz de encontrar las palabras adecuadas. Héctor no esperó una respuesta; simplemente le dio una última mirada antes de irse.

Dos días después, Adrián asistió a la reunión con el cliente recomendado por Héctor. Era una pequeña empresa de tecnología con grandes aspiraciones, y después de una breve entrevista, le ofrecieron el puesto. Aunque no era lo que había imaginado, era una nueva oportunidad para empezar de nuevo.

En su primer día, mientras organizaba su escritorio en la nueva oficina, recibió un mensaje inesperado de Héctor:

"Espero que este sea el comienzo de algo mejor para ti. Si necesitas algo, sabes dónde encontrarme."

Adrián leyó el mensaje varias veces, preguntándose si ese era el final de su historia con Héctor… o el principio de algo completamente diferente.