Soy Gabriela y está es mi Historia:
"El nudo en mi garganta se hace cada vez más fuerte. Dejar a mi familia es una herida que nunca sanará por completo, pero la esperanza de un futuro mejor me impulsa hacia adelante. El Nuevo Mundo me ofrece un lienzo en blanco, una oportunidad para reinventarme. Sin embargo, el miedo a lo desconocido me acecha. ¿Podré adaptarme a una nueva cultura, construir una nueva vida? Y ¿qué lugar habrá en mi corazón para el amor cuando Edward, con su mundo de éxito y poder, se cruce en mi camino?"
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Capitulo XXIII Peligro
Gabriela ve a su alrededor y está orgullosa y feliz por cómo quedó el apartamento. Le faltan muebles, pero tiene lo esencial. Las dos habitaciones quedaron lindas. Fue un poco duro hacerlo sola porque Beatriz tenía que continuar en su trabajo, pero a ella no le importó. Edward la ayudó a pintar su habitación; ese día fue maravilloso. Lo vio sin el traje formal y hablaron tanto de la vida. Él es un hombre interesante e inteligente, tiene muchos estudios y es grato hablar con él.
La saca de su pensamiento el timbre. ¿Quién será? Ve el reloj: son las 9:00 de la mañana. Qué extraño. Al abrir la puerta, allí estaba parado él con su imponente 1.86 de altura en ese traje. Este hombre dice “peligro” en grande. La mente de Gabriela dice “peligro”.
Gabriela: ¿Qué haces aquí?
Edward: ¿Qué recibimiento es ese?
Gabriela: Solo me sorprendes.
Edward: Te traje desayuno.
Gabriela: ¿Y tu trabajo?
Edward: No pude concentrarme, quería verte.
Se acerca, la toma por la cintura y la besa. Gabriela siente sensaciones fuertes. ¿Qué es esto que este hombre me produce? Está extasiada con su olor. Edward la empuja hacia adentro, coloca el desayuno en la mesa de entrada sin parar de besarla. Al tenerla cerca, pierde la compostura, cierra la puerta y sigue besándola.
Edward: Me vuelves loco, Gabriela. Tengo la necesidad de verte cada segundo, no me puedo concentrar.
Gabriela (pensando en voz alta sin percatarse): Y tú eres un peligro.
Edward (separándose de ella): ¿Un peligro?
Gabriela (dándose cuenta de que habló en voz alta): (Ríen ambos)
Gabriela y Edward se sientan en la barra de la cocina para desayunar.
Gabriela: Vamos a desayunar.
Gabriela (probando la comida): Está delicioso, y el café, divino.
Edward: Me alegra que te guste. Puedo traértelo a diario.
Gabriela: Edward, ¿sabías que me fascina cocinar?
Edward: Tengo que probar tus comidas.
Gabriela: Cuando quieras.
Ambos sonríen y continúan disfrutando del desayuno. La conversación fluye con naturalidad, y Gabriela se siente cada vez más cómoda con Edward.
Después de conversar durante una hora, la atmósfera empieza a cambiar. Están sentados en el sofá, uno al lado del otro. Edward la mira fijamente y le dice:
Edward: Gabriela, ¿qué me pasa contigo? Mi corazón está que se sale. Me has hechizado.
La toma suavemente por el cuello y comienza a besarla. En la fogosidad del beso, la coloca en su regazo. Los besos se intensifican el le suelta el cabello le cae por la espalda.
Edward: Que hermosa eres Gabriela.
Edward, con la voz entrecortada, dice: Gabriela, no voy a poder parar.
Pero Gabriela no puede dejar de besarlo, de sentirlo, de tocar su pecho. Su razón está luchando, pero es más débil que lo que están sintiendo.
Edward repite: Gabriela, no voy a poder parar.
Sin embargo, sigue besándola, incapaz de resistir la atracción que siente. Gabriela, perdida en el momento, se deja llevar por las emociones, sintiendo que cada beso la acerca más a él.
Edward no puede más y la toma en su brazos y se dirige al habitación la deposita en la cama