LA CAMA DE MI JEFE

...SEGUNDA PARTE...

..."Los recuerdos de un amor fallido"...

No tengo noción del tiempo, pero, mi mente me trae recuerdos intensos.

Lo único que sé es que estoy desnudo. Tengo los ojos vendados, estoy de pie, el suelo es frío y mis latidos son acelerados. ¿Qué me va a suceder? ¿Por qué tengo que estar así?

Escucho que la puerta se abre y se cierra. El silencio de la habitación se rompe a causa de sus pasos y quiero ocultarme. ¡Sí tan solo pudiera ocultarme! ¿Y adonde podría irme?

Tengo los ojos vendados y un grillete rodea mi tobillo derecho.

—¿Cómo estás? —Su voz se me hace conocida.

El aroma a tabaco aparece en mis pulmones y siento que sus manos comienzan a tocarme.

—¿Quién eres? —Me ánimo a preguntarle.

Él es un hombre autoritario, de eso no tengo duda.

—Soy tu jefe. ¿Te olvidaste de mí?

—Tu voz se me hace conocida y pienso que tal vez… ¿de verdad eres el hombre que me mantiene aquí por qué desea algo de mí?

Siento que el humo rebota en mi cara, el aroma es fuerte y siento unas ganas inmensas de poder liberarme. Su boca se plasma en mi cuello, siento la humedad de su lengua y entonces...

—Soy el hombre que es dueño de ti. ¡Haré que nunca te olvides de mí! —Sus manos se deslizan hasta mi cadera y juegan con las curvas de mi trasero—. ¡Te pusiste más bueno! Eso me gusta.

Soy yo quien olfatea su pecho porque su cercanía es obligatoria, siento su aroma muy fuerte y mis latidos son tempestad. ¡Esto me aterra un poco! ¿Querrá tocarme de forma más profunda?

—Puedes soltarme, ¡por favor!

Se ríe. Sus dedos acarician mi piel.

—No. Aún no. Quiero disfrutarte así.

Sus manos se esfuman de mi cuerpo, su respiración desaparece y durante algunos segundos, sentí que recuperaba mi soledad. ¡Pero me equivoqué! El aroma era fuerte, extraño y hasta feo. Mis pulmones se llenaron de ese aroma y mi cuerpo se consumió de forma completa, una euforia que me hizo sentir un deseo intenso de querer...

Sus manos aparecieron en mi cuerpo y su boca estaba en mi cuello. ¡Mis sensaciones se intensificaron!

—Me siento caliente —logró decirle.

—¿Puedo besarte?

Y ante esas sensaciones y las cadenas, lo único que se me ocurrió decir fue:

—¡Bésame!

Sus manos me aprietan a su cuerpo, no puedo tocar su rostro y él está disfrutando de mi boca. ¡Estoy cediendo ante él! No puedo controlar lo que quiero y entonces, el aroma vuelve a aparecer. Él toca mi oscuridad. Hace que la cadena rodee su cuello y al entrar en mí, puedo sentir que estoy aferrado a algo seguro: un instante desconocido para mí.

¡Yo soy el aperitivo favorito de un hombre como Marco! Mis sensaciones son nuevas y algo en el fondo de mi ser siente rico.

—¿Te lastime? —Se anima a preguntarme.

Pero en ese momento, con mi cuerpo recién explorado y las sensaciones retorcidas saliendo de mí, no sé explicar si él me hizo daño. ¡No entendía nada! El aroma ya no estaba y la euforia había desaparecido con él. ¿Qué debía responder?

—No lo sé.

—¿No sabes?

—Me hiciste cosas raras, yo no, ¿por qué? —mi poca inocencia aún estaba tratando de brillar.

Siento sus manos en mi nuca. Parece que sus dedos juegan con la cinta de mi venda y después de varios intentos, logro ver luz. ¡Todo está borroso!

—Eres mío Naím. Me gustas demasiado y por eso acabo de lograr tenerte.

—Pero soy un muchacho y tú eres un hombre. ¡Eso está mal!

Se ríe. Comienzo a percibir con claridad, mis pupilas se enfocan en sus ojos y veo su sonrisa amplia. ¡Un año paso desde que nos conocimos!

—Me gustan los hombres, en específico, me gustan como tú. Delgados, con buen culo, tiernos y hermosos. ¡Tú eres perfecto para mí!

Se agacha, introduce una llave en el grillete y este se abre. Me quita la cadena de las muñecas y entonces, me carga. Su cuerpo desnudo combina con el mío, aterrizamos en la cama.

—No puedo...

—Acuéstate en mi pecho —ordena él.

Sus manos se posicionan en mis muñecas, me atrae a él y con inseguridad en mi ser, accedo lentamente a lo que me pide. Acuesto mi mejilla en su pecho y los latidos de su corazón son secretos para mí.

—¿Cómo está mi familia?

—Ellos están bien.

—¿Puedo verlos?

—No. Ellos se olvidaron de ti, recuerda que estuvieron dispuestos a venderte.

—Ellos no me vendieron, tus hombres me raptaron.

Se ríe ligeramente.

—¿Puedo ir con mi familia?

—No puedes.

—Ya pasó un año desde que me secuestraste.

—Y pasarán más años, pero tú nunca podrás volver con tu familia.

—¿Por qué no puedo verlos? Ellos son...

—Tú eres de mi propiedad, me perteneces. ¡Olvídate de ellos!

Siento como sus dedos acarician mi brazo. ¿Dos hombres acostados en una cama?

—¿Ellos están bien?

—En este momento no hablemos de ellos.

¿Cómo puedo no hablar de mi familia si son parte de mi corazón?

—¿Por qué soy tuyo? —Me atrevo a preguntarle.

—Porque yo te compré y eres mío para poder darme placer.

—¿Para darte placer?

—Sí. ¡Me gusta mucho tu cuerpo!

—¿Soy un esclavo?

—No.

—¿Y por qué las cadenas?

—Son para darle intensidad a nuestros encuentros. ¡Soy un hombre intenso!

—¿Me vas a pegar?

—Y lo vas a disfrutar.

Entonces me da miedo lo que me dijo y mi reacción es levantarme de su pecho. Hago contacto visual con él y a toda velocidad, bajo de la cama. ¡Me echo a correr! Abro la puerta de la habitación y no hay nada que me impida escapar.

Salgo de la habitación, corro a toda velocidad por el pasillo y logro llegar a las escaleras, siento mi respiración muy agitada, busco la puerta principal y cuando estoy por abrirla, un hombre me detiene.

Me avienta una sábana, no puedo ver nada. Me carga, forcejeo con él y quiero llorar.

—¡Excelente! Gracias por recuperarlo para mí.

Intercambian mi cuerpo. Imagino que es Marco quien me carga esta vez. Sus manos se aferran a mi culo

—¿Por qué huiste?

—¡Déjame ir!

—Tendré que castigarte.

—¡No! ¡Por favor!

Escucho que la puerta se cierra, me tumba en la cama, lucho por quitarme la sábana de la cara y su rostro está muy cerca de mí. Me abre las piernas, se mete entre mi cuerpo y comienza a besarme.