Faltan once minutos para la media noche, Alejandra con el teléfono en mano espera ansiosamente que pasen esos sesenta segundos que la separan del "Hola" de su confidente desconocido. Con él puede ser ella misma, sin la máscara de estoica que desde su infancia se colocó.
Franco está en su habitación, ya ha escrito su acostumbrado Hola y cuenta regresivamente los 25 segundos para pulsar enviar. Él es un ser sensible sin saberlo, su oculta pasión por las artes lo llevó a ella, a esa mujer de la que no conoce ni su nombre, ni su rostro, ni su edad, pero que lo sensibiliza al extremo de sentir sus caricias en el alma.
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Siete
—Amiga sálvame, necesito que esta noche me acompañes— dice Belkis de manera apresura en cuanto abre la puerta.
—¿Dónde se supone que te tengo que acompañar?— pregunta Alejandra caminando junto a la mujer hacia la sala.
—Tengo que cubrir hoy una inauguración y necesito de tus conocimientos — comienza a explicar la amiga en tono suplicante —es un café galería y tú sabes que yo de arte no se mucho, además hay unos artistas invitados de los que no se nada y tengo que redactar como tres cuartillas. Por favor ¿si?— concluye Belkis juntando sus manos y haciendo caras de niña triste.
Belkis es periodista y hace poco entró a trabajar en un medio impreso; como parte de la inducción, ese periódico rota a sus nuevos comunicadores por distintas fuentes informativas, aunque tengan especialización en una área en específico, esta vez a ella le tocó Arte y Espectaculos.
La tarde ha pasado entre café con galletas y Alejandra explicándole a su amiga sobre las expresiones artisticas de cada uno de los tres posibles exponentes así como de las distintas corrientes en las que trabaja cada uno.
Son las 7:³⁰ post meridiem cuando Alejandra comienza a arreglarse, la verdad es que para ser mujer puede tener el récord de ser la más rápida, en cinco minutos puede estar lista para salir, únicamente necesita su ropa, polvo facial, máscara de pestañas, peinar sus cejas, un labial, pasar el cepillo por su cabello y listo...
Al llegar al lugar, varias personas se encuentran esperando a que corten la cinta y den por inaugurado el local, Alejandra identifica a dos artistas y comienza a instruir a su amiga al respecto, de pronto su mirada se cruza con la de un hombre de pantalón y suéter negros quedando en silencio, Belkis sigue la dirección en la que mira su amigo y se sorprende al ver a dos magníficos especímenes masculinos.
—Tú escoge que yo agarro el otro— dice Belkis sacándola del trance. En ese momento se da cuenta de que Franco está acompañando al fotógrafo Reinaldo Leiva.
Finalmente, el listón fue cortado dando por inaugurado el establecimiento.
Mientras Belkis hace su trabajo Alejandra recorre la sala de exposiciones deteniéndose en cada obra.
—No pensé encontrarte aquí— le habla Franco acercándose a ella y ofreciéndole una de las dos copas de vino que trae en sus manos.
A partir de ese momento, tácitamente se convirtieron en el acompañante del otro, a medida que recorren la sala las palabras van fluyendo, ambos se sienten cómodos, hablan como nunca lo hicieron con nadie y secretamente, cada uno por su lado, siente que son Bragi y Galatea2943.
Belkis ha terminado su trabajo y camina hacia su amiga, pero es interceptada por el fotógrafo Leiva.
—Quiero contarte una historia— dice Reinaldo llamando la atención la chica y señalando a sus amigos — Esa pareja que ves ahí, nacieron para estar juntas.
—¿Cómo lo sabe?
—Hace más o menos un año estaba en el Museo Metropolitano, ella estaba frente a la estatua de Pigmalión y Galatea, su expresión llamó demasiado mi atención; entonces capturé el momento, puedo decir que por mucho fue la mejor imagen de esa colección y la imprimí en gran formato— pausa el relato para tomar de su copa — me tocó exponer en Toronto e invité a mi amigo, él se mostró muy interesado en todas las fotografías, pero cuando estuvo frente a la gigantografía de tu amiga frente a la escultura de Rodin, se enamoró y hasta ahí tuve mi colección completa.
—Pero ¿Por qué dice usted que nacieron para estar juntos?— inquiere Belkis.
—Hace tres meses, el vino a Nueva York y tropezaron de frente, me citó en el mismo café en el que la vió, la buscaba con la mirada, ya me tenía nervioso, cuando lo cuestioné me confesó que por primera vez había visto una mujer que con su mirada podía desnudarle el alma, así que amiga mía, usted y yo vamos a hacer hoy de celestinos...
Alejandra siente su teléfono vibrar y lee que le ha llegado un mensaje de Belkis, la busca con la mirada y no la ve, al mismo tiempo Franco revisa su móvil y una sonrisa se forma en su rostro "Me voy con una amiga, suerte con tu Galatea."
—¿Qué sucede?— pregunta Franco al ver a Alejandra buscando a alguien entre las personas presentes.
—Mi amiga me dejó botada— contesta guardando su celular.
—Bueno, somos dos abandonados, mi amigo también se fue así que nos haremos compañía — Alejandra sólo asiente con su dedo índice, se siente bien por primera vez y lo piensa disfrutar.
Unos minutos después, la pareja se retira del lugar, entran a un café poco concurrido y se sientan a charlar, las horas pasan mientras cada uno hace un inventario secreto de cada gesto, cada palabra, cada mirada; hasta que Alejandra dirige la mirada al reloj que se encuentra en una pared lateral y ve que son las 2 de la madrugada.
Ella le indica a su acompañante que están cerca de su residencia, por lo que deciden caminar. El frío de la madrugada hace que Alejandra se estremezca, Franco se deshace de su abrigo y lo coloca sobre los hombros de la chica.
Frente al edificio se despiden sin muchas ganas, una vez más sus miradas se encuentran. la del chico alterna entre sus ojos y sus labios, sin pensarlo, toma entre sus manos su rostro y la besa, un beso tímido, pero que inmediatamente fue correspondido, entonces los brazos de él rodearon su cintura y ella enredó los suyos en el cuello del hombre. Una danza en perfectas sincronía que dejó al separarse dos corazones agitados.