No soy una mujer que siga reglas o estereotipos, odio que pretendan gobernarme.
A mis cuarenta y tres años soy la soltera más feliz que existe, no tuve hijos por elección propia. No consideré que para sentirme mujer debería ser madre.
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Aprendí la lección
Flor Inés Villamizar
La cena con el italiano transcurrió, amena. Hacía tantos años que no hablábamos que olvide lo bien que se sentía estar en su compañía.
Recordamos momentos de nuestra vida juntos, lo estupendo que la pasábamos. Tanto así, ¿que no supe en qué momento nuestra relación termino en divorcio? Siempre fui sincera en mi posición de no querer hijos y él lo aceptó.
Es muy cierto que no lo amaba con la misma intensidad que lo hice con René, pero nunca le fallé y daba lo mejor de mí.
Sus reclamos por tener un hijo llegaron y comenzaron asfixiarme y a ellos se juntaron los de su familia. Cada día, durante los últimos tres meses de convivencia, era un reproche. Cuando propuse el divorcio esperaba que entrará en razón. Pero lo aceptó de inmediato.
Esta vez lo hice de frente, no llevada por una prueba o una idea de mi grandiosa amiga.
Si con René fue una prueba a la que Karla me sugirió. Estaba pensando muy seriamente en tener un hijo, se lo comenté a ella. Y también mis miedos de que él me abandonará y quedarme sola con un bebé sin tener ese instinto maternal.
¿Aún no sé por qué firmó el acta de separación? Había cosas que sé que nunca aceptaría y lo hice con toda la intención. Ahora que recuerdo jamás he leído el acuerdo.
La noche término entre carcajadas y al final mi cumpleaños fue inolvidable.
Gaby trae luz a mi vida. Espero al menos que René no se vaya y me permita estar cerca de ella. Aunque si se va puedo trasladar mi sede, no hay nada que me ate a este lugar.
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Estoy cerrando mis ojos cuando comienzo a escuchar la canción de Melendi, La promesa, recuerdo que me la dedico René, el día que me pidió ser su novia. Pensé que mi mente estaba alucinando. Cuando sigo escuchándola froto mis ojos, enciendo la luz, me coloco una bata sobre mi pijama. Miro por la ventana y allí está el hombre que me hizo la promesa de estar a mi lado por siempre.
Bajo corriendo, mi corazón late acelerado y mi razón es nublada por la emoción.
Abro la puerta, él llega a mí, me entrega un ramo de rosas, una botella de champán y chocolates que recibo.
El regalo más hermoso, además de tener al propio intérprete. Son sus besos y sus palabras que abrigan mi corazón y humedecen mi zona íntima.
Saludo a Tom quién también está aquí y le robo un beso a mí cantante preferido.
Los invito a pasar. Aparece Martha quien es la persona que me ayuda con la casa, me recibe los detalles y les ofrece algo de beber. Ellos aceptan mientras René le pide una nueva canción.
Me dedica una canción que no había escuchado. El único habitante de tu piel.
«Y maldigo el roce de piel
Y maldigo a todos los poetas
Y maldigo también las canciones que hablan del amor que dejamos a medias
Ya no aguanto más»
—Ya no aguanto más, te necesito. Quiero iniciar una nueva historia a tu lado —susurra a mi oído con su voz varonil que tanto extraño.
«Lo maldigo todo
Es imposible
Tocar el cielo
Tengo mis alas calcinadas, reducidas a cenizas por tu fuego
Vengo a decirte
Ya sin rodeos
Solo soy un hombre
Tan enamorado que no sabe cómo decirte, mujer»
—Mujer, estoy enamorado de ti desde que te vi por primera vez. Amo tus miradas asesinas, tu prepotencia. Todo de ti.
«Que solo soy un hombre
Que busca ser el único habitante de tu piel
Con la más bella flor del jardín del Edén en la aurora boreal»
—Eres mi Flor, la única que existe en mi jardín, la dueña de mi vida —cada una de sus palabras van desarmando mi coraza.
«Con las piedras preciosas, con el arcoíris, con el Taj-mahal
Te sigo comparando, amor
Pero nada brilla más
Más que tu sonrisa»
—Nunca he encontrado una joya más preciosa que tu. tu terquedad, tu fuerza y arrogancia te hacen exquisita. Si me aceptas prometo nunca volverme a ir — lo escucho hablar y es imposible evitar que mis ojos se humedezcan. Si estoy soñando no quiero despertar. Para mí es una nueva oportunidad la cual no estoy dispuesta a dejar ir.
—Los dejamos, creo que cumplimos con la misión, —se despiden mi cuñado y mi ídolo. Martha también desapareció.
Cerramos la puerta y contra ella él me aprisionó, comenzó a besar mi cuello, soltó mi bata, descubriendo debajo de ella un camisón transparente que dejaba al descubierto mis senos y mostraba mis diminutas bragas.
—Mujer me vas a infartar, —susurra a mi odio. Mientras, introduce sus manos a través de mis bragas delineando mi zona íntima. Acaricio su cabello, mientras él desliza su lengua por mis montañas.
—¡Qué rica estás! — vocifera mientras continúa su recorrido, llegando a mi abertura, corriendo hacia un lado mis bragas, jugando con mi pico y hundiendo sus dedos dentro de mí.
—¡Eres deliciosa! ¡Cómo te extrañaba! —mi respiración comienza a agitarse, mi cuerpo empieza a temblar.
—¡Te necesito y te he extrañado como loca! Le susurro en medio de jadeos.
Él se levanta y aprovecho para devorar sus labios. Le ayudo a retirar su chaqueta, su camisa, y a desabrochar su cinturón.
—¿Estás segura de que quieres estar conmigo? —es una pregunta que sobra.
—¡Te deseo René! Y estoy completamente segura. Él asiente mientras termina de desvestirse.
—¿Prométeme qué siempre darás la oportunidad de hablar, antes de tomar una decisión? —siento angustia en sus palabras y miedo en sus ojos.
—Aprendí la lección y te juró que siempre primero hablaremos —le respondo, no quiero volverlo a perder.—Quiero que te quedes en mi vida —expreso con toda sinceridad, ¿no sé por qué el desvío por un instante su mirada tornándose triste?
—Por favor, promete que nunca me odiaras, —dice mientras, se apropia de mi cuerpo, lame mis montañas haciendo que mi cuerpo reviva. Asiento. Y recorro con mis manos y uñas su espalda. —Te sientes tan rica, tan apretada, mierda, como te he extrañado...
