Irina: ¡Esta Villana No Se Dejará Matar!

Al terminar la ceremonia, el director anunció el fin del evento y que al día siguiente comenzarían las clases. En el momento en que Irina se levantó para irse, fue inmediatamente rodeada por un grupo de estudiantes, principalmente de primer año, sus ojos brillando de curiosidad y admiración.

"¡Irina! ¿De verdad empezaste a los cuatro años?", "¿Cómo es tener tanto poder?", "¡Tu cabello es tan lindo!"

Irina, en lugar de mostrarse arrogante o distante, usó su arma secreta: el humor y la sencillez.

"Bueno,a los cuatro años lo que más quería era un pastel, pero mi papá me dio una espada de madera. La vida es injusta", dijo con un dramático suspiro que provocó risas. "¿El poder? Es útil para alcanzar los libros en el estante más alto. Y el cabello... sí, es genial para esconder canas prematuras por el estrés."

Sus respuestas, llenas de carisma y autodesprecio simpático, hicieron que todos rieran. La imagen de la diosa distante se derrumbó, revelando a una chica sorprendentemente accesible y divertida. Instantáneamente, se ganó la simpatía de muchos. Veían que, a pesar de su poder abrumador, era "una de ellos".

Mientras Irina era el centro de atención, Liz se quedó al margen, observando con una punzada de tristeza. Hace solo una hora, su nivel 5 le había valido aplausos. Ahora, parecía insignificante comparado con el torbellino blanco que era Irina. Nadie se acercaba a ella. Se sentía invisible.

Al darse la vuelta para marcharse, distraída por sus pensamientos, tropezó con un bulto y cayó hacia adelante.

"¡Ay!Lo siento, lo siento mucho!", dijo rápidamente, ruborizada.

Unas manos firmes la sostuvieron por los hombros, evitando que cayera.

"Tranquila,no pasó nada."

La voz era serena y familiar. Liz alzó la vista y se encontró con los ojos grises y serios del príncipe Alexander. Él la miró, y luego echó un vistazo al grupo bullicioso alrededor de Irina. Vio la expresión solitaria de Liz y algo en su rostro de caballero se ablandó.

"Pareces... abrumada", dijo, con una suavidad inusual. "El primer día puede ser mucho. ¿Quieres que te acompañe a encontrar tu dormitorio? Los pasillos son un laberinto."

Liz, con los ojos agrandados por la sorpresa y el agradecimiento, asintió con timidez. "S-sí, por favor, Su Alteza."

Alexander le ofreció el brazo con cortesía y se alejaron juntos, formando una imagen de cuento de hadas: el príncipe serio y la plebeya dulce.

Elías, que había estado observando a Irina desde la distancia con una sonrisa tierna, vio la escena. Un destello de... algo... cruzó sus ojos, pero lo ahogó rápidamente. Él no estaba en posición de decir nada. Su situación era diferente.

Mientras se alejaba con un suspiro, una mano con uñas pintadas de rojo agarró su brazo con firmeza.

"¡Elías!¿Huyendo sin despedirte?"

Era Aneli, una chica de su año con un llamativo cabello rojo oscuro y una confianza que rayaba en la arrogancia. Cuando Elías llegó a la academia, perdido y extrañando a Irina, Aneli lo había perseguido con una determinación feroz. Un día, sin saber muy bien cómo, se encontró etiquetado como su "novio". Era una relación cómoda, superficial, que ayudaba a ahogar el eco de las cartas que ya no llegaban.

"Aneli. No, solo... pensando", dijo él, forceando una sonrisa.

"Deja de pensar tanto y ven conmigo", lo jaló, riendo. "¡Tienes que contarme todo sobre esa chica monstruo de tu reino vecino!"

Elías permitió que lo guiaran, lanzando una última mirada hacia donde Irina seguía rodeada de gente. Un peso incómodo se instaló en su pecho. Las cosas ya no eran tan simples. Su "bruja bondadosa" había llegado, y con ella, un remolino de emociones que amenazaba con desbaratar la vida tranquila que había construido lejos de ella.

Mientras compartía bromas y anécdotas (edulcoradas, por supuesto) con el grupo de estudiantes, la mente de Irina trabajaba a toda velocidad. Cada risa que soltaba, cada pregunta que respondía con amabilidad, era un ladrillo en un muro defensivo.

«Si el príncipe y la heroína deciden que soy una amenaza y se unen contra mí, no será tan fácil derribarme si tengo a medio curso de mi lado», pensaba, sonriendo mientras le pasaba un caramelo a un chico tímido de su clase. «La percepción es un campo de batalla. Y hoy, lo estoy ganando.»

No era falsedad pura; disfrutaba de la interacción, de la normalidad que nunca tuvo. Pero detrás de esa chica "linda y divertida" que todos veían, había una general táctico asegurando sus flancos. Se aseguró de recordar nombres, de hacer que cada persona se sintiera vista. Para el final de la tarde, no era solo la prodigio poderosa; era "Irina, la buena onda".

En una banca tranquila en los jardines de la academia, una escena muy diferente tenía lugar. Liz, con los ojos brillando de emoción y nerviosismo, le contaba a Alexander su historia.

"...y como los plebeyos no podemos usar magia, fue una sorpresa para todos cuando mi toque sanó la pata herida de un cachorro. La Iglesia de la Luz me encontró y dijo que era un milagro, la primera plebeya con magia, y menos de luz... ¡Por eso me patrocinaron para venir aquí! Es un sueño."

Había conmovedora. Era la clásica historia de la Cenicienta mágica. Alexander asentía con cortesía, haciendo los ruidos de aprobación adecuados en los momentos correctos. "Es un honor merecido", dijo, con la voz correcta pero plana.

Pero detrás de sus ojos grises, su mente estaba a kilómetros de distancia. Mientras Liz hablaba de milagros y sueños, él solo podía ver una explosión de luz blanca cegadora y una figura serena de cabello blanco que no parecía afectada por haber reescrito las leyes de la magia conocida.

«¿99? ¿Cómo es posible?», daba vueltas en su cabeza. «Esa no es la misma niña torpe que se tropezaba con su espada de madera. Es... algo más. Algo completamente distinto.»

Recordó la última vez que la vio antes de que él partiese a la academia, ya más distante, más segura de sí misma. Y ahora esto. Una punzada de algo—¿preocupación? ¿Frustración? ¿Admiración?—lo recorrió. Se sentía... fuera de lugar. Como si el mundo de Liz, tan simple y puro, fuera un refugio aburrido comparado con el torbellino complejo y fascinante que era Irina.

Liz, perceptiva, notó su distanciamiento. Su sonrisa se desvaneció un poco.

"Su Alteza...¿está bien?"

Alexander parpadeó, sacudiéndose de sus pensamientos.

"Sí.Perdona. Solo estoy... procesando el primer día." Le ofreció una sonrisa pequeña y formal. "Tu historia es verdaderamente inspiradora, Liz."

Era un cierre educado. Un fin a la conversación. Se levantó, hizo una pequeña inclinación de cabeza y se marchó, dejando a Liz en la banca, sintiendo que, a pesar de la amabilidad del príncipe, una barrera invisible se alzaba entre ellos.

Mientras tanto, el sonido de las risas de Irina y su nuevo grupo de amigos llegaba desde el otro extremo del jardín. Dos polos opuestos se estaban formando en la academia: la luz solitaria y humilde de Liz, y el brillo deslumbrante y social de Irina. Y el príncipe Alexander se encontraba atrapado en el medio, con su corazón y su mente tirando en una dirección que el protocolo y la "historia" tal vez no aprobaran.