Luego de ser brutalmente asesinada, Hilary Winston despierta en un cuerpo diferente y en una época distinta. Siendo la madre de un Imperio y la esposa de un Emperador que no la ama.
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Demián Mehmet.
Bostezo y mis ojos se cierran unos segundos, creo que podré dormirme, cabeceo y vuelvo a abrir mis ojos. Mantengo mi vista fija en Amalia, me siento cansado, pero debo mantenerme firme.
Se queja un poco y el sueño que sentía se me quita, me acerco a ella esperando a que chille o me dé indicaciones, pero solo se mueve. Parpadeo aliviado de que no es una emergencia. Se queda completamente quieta y me asusto un poco.
—¿Estará respirando? —murmuro, me inclino hacia ella—. ¿Cómo sé si sigue viva? —acerco mi dedo a su nariz y siento un cálido aliento, sonrío somnoliento—. Sigue viva —bostezo y al final me quedo dormido.
—Deberías comer algo —alguien habla, ¿cuándo me quede dormido? Me estiro y siento dolor en cada parte de mi cuerpo, dormir en una silla es una posición horrible.
Me quejo levemente y busco con la mirada a Amalia que antes de dormir estaba enfrente de mí y ahora ya no lo esta. Escucho su risa, me giro para verla sentada en una silla riendo de algo que le dice la señora Bell.
—Oh, su Majestad esta despierto —me levanto y camino hasta ella, tomo su rostro entre mis manos.
—¿Sigues viva?
—¿Querías que muriera?
—Te estabas muriendo del dolor ayer —le recuerdo, me sorprendió mucho su rostro de sufrimiento, que le diera fiebre e incluso llego a vomitar, por eso me quede en vela para cuidarla, o bueno lo intente, ya no soy lo que era antes.
—Bueno, los calambres persisten, pero no son como ayer. Los puedo tolerar —suelto su cara y mejor la cargo, la levanto de la silla causando que exclame asustada—. ¿Qué demonios?
—Una paciente no debería moverse de su cama —la regaño, la dejo en la acostada de la cama y su rostro tiene una expresión de asco—. ¿Te da asco que te toque?
—No, es que me sentí como una manguera abierta —mi ceño se frunce, se remueve en un escalofrío y controla su expresión, no entiendo la mayoría de sus palabras—. Majestad, no debe ser tan cariñoso conmigo. Me podría enamorar de usted —no sé qué expresión estoy haciendo, pero causo su risa—. Ya, lo siento. Me divirtió tu expresión de asco —se carcajea, veo a Bell esperando que ella entienda algo de lo que le pasa a la Emperatriz, pero se ve preocupada por la salud mental de Amalia.
Llevo mi mano a su frente y se siente más caliente de lo usual, sin embargo, la Emperatriz se acomodada en la cama y se arropa.
—¿Soy yo o hace mucho frío? —le castañean los dientes y de un momento a otro se desmaya. Veo a Bell preocupado.
—¿Es normal que se desmaye de esa manera? —no responde, solo va al baño, lo más seguro para buscar lo necesario e intentar bajar su temperatura. Tomo su mano, sus dedos están fríos, es algo curioso.
Estoy algo confundido, la quiero muerta... sin embargo, hace mucho tiempo que no soñaba con Karen, casi estaba a punto de olvidarla, si no fuera por esa noche.
Me quedo con ella y limpio su sudor, cambio la toalla que lleva en la frente. Me quedo a solas con ella, Bell casi no puede entrar.
—¿Majestad? —dejo de leer para verla, se ve somnolienta—. ¿Lo he molestado mucho?
—Lo que siempre haces —respondo, intenta reírse, pero se detiene a la mitad por un quejido—. ¿Te duele demasiado? —asiente, cierra sus ojos con fuerza y se retuerce.
—¿Siempre me ha dolido así? —me pregunta en un susurro, me quedo en silencio, cuando parece que sus dolores han disminuido, se voltea para verme, esperando una respuesta.
—No lo sé —confieso. Cuando me contaban de Amalia, si se enfermaba, no me interesaba, enseguida pedí que no me dieran informes innecesarios de la Emperatriz, porque no me importaba. Ahora me siento algo incómodo, ella ha estado sufriendo esto sola, antes tenía a su madre, cuando entró al palacio, quedó sola. Tomo la taza de té que me entregaron hace poco, sigue caliente. La toma y me sonríe levemente. Bebe un poco antes de escupirlo y dejar la taza en el mueble más cercano—. ¿Qué pasa? ¿Tenía veneno? —pregunto preocupado, alguien esta intentado matarla, yo no di esa orden. Ya no tengo planes de matarla.
—Es canela —me mira enojada, mi ceño se frunce—. ¡La canela corta el flujo de la sangre! —grita, no creo que este enojada, más bien, parece que grita del dolor mientras habla.
—No lo sabía, de todos modos, ¿no es mejor que se corte el flujo? —yo que ella ya hubiera buscado un método rápido para que dejará de dolor, y si los dolores vienen con la sangre, mejor. Me fulmina con la mirada.
—Usted no parece entender nada, es un idiota —parpadeo sorprendido por su agresión verbal.
—¿Cómo me llamaste? —me toma del cuello de mi ropa y me acerca a ella, se ve muy enojada.
—Lo llame idiota, grabalo en tu maldita cabeza vacía y llena de mierda, ¡eres un idiota! ¡Entiendo que me odies pero llegar a estos extremos! ¡No sangró por placer! ¡Lo hago por mi bien! ¡Detener el sangrado luego de meses de no haberlo hecho, solo me va a empeorar a la larga a mí! ¡Ahora entiendo porque en esta época era más difícil que se tuvieran muchos hijos! —grita, creo que esta exagerando un poco. Por lo que leí, las mujeres suelen exagerar todo y enojarse por todo en estos días, veo que no se equivocaron.
Sus ojos se llenan de lágrimas y yo retrocedo nervioso, ¿ahora qué demonios...?
—No lo entiendes, quiero tener hijos —cubre su rostro con sus manos mientras solloza, su cuerpo tiembla—. Es horrible este lugar, uso trapos para el sangrado, lo odio, es asqueroso y extraño, antes solo usaba una copa menstrual, era tan sencilla y me sentía cómoda. Ahora se siente como si cargará con un pañal —se queja, a penas puedo oír bien lo que dice, me acerco sin saber muy bien que espera que haga, pero si alguien llora debes consolar a esa personas, así que acaricio su cabeza de manera torpe, levanta su rostro tomándome por sorpresa—. Tú no lo entiendes, eres un maldito hombre, no te sangra el pene —parpadeo varias veces, miro a todos lados esperando que nadie la haya escuchado, pero solo estamos nosotros dos.
—Amalia, no puedes decir algo como eso, es vulgar —la reprendo.
—¿Decir algo como qué? ¿Pene? —por su tono de voz, entiendo que otra vez va a gritar—. ¡Pene! ¡Eso es lo que te cuelga entre las piernas! ¡Un pene y dos huevos! —tapo su boca y ella sigue intentando gritar, respiro hondo avergonzado, ella nunca fue así antes. De un momento a otro siento su lengua pasar por mi palma y me alejo instintivamente. Si es verdad lo que dicen todos de que ella esta contagiada de algo, me acaba de contagiar, veo mi mano asqueado y ella vuelve a gritar—. ¡No me intentes censurar! ¡Por eso es que todos aquí son unos idiotas! ¡Nadie progresa porque censuran todo! ¡Un niño debe saber que tiene un pene! ¡Una niña debe de saber que tiene una vagina! —estoy horrorizado, deja de gritar para volver a sollozar—. ¿Por qué no fui hombre?
Ya no intento detenerla. Pasa un largo rato, gritando y maldiciendo para pasar a llorar y reírse, se ha vuelto loca. Cuando termina de cruzar por todas esas emociones inestables, se queda callada y acostada, se ve somnolienta.
—Lo siento —murmura con la voz ronca de tanto gritar—. Nunca en mi vida había sentido tanto dolor... creo... —suspira y me sonríe—. ¿Usted es así de amable con la número uno? —por la número uno sé que se refiere a Amapola.
—¿Con Izett? —quiero confirmar, ella asiente—. No. Ella desaparece en esos días.
—¿Por qué no quiere que sangre? —mi ceño se frunce.
—Yo no...
—Usted se lo dijo —se ve cansada y pálida—. Se lo dijo a Amalia... que odiaba que sangrará, así que ella intentó dejar de hacerlo, pero no es como que haya un botón para detenerlo, por eso recurrió a métodos extremos para casi arruinar su cuerpo —que hable en tercera persona, no me confunde lo suficiente para no entender lo que dice.
—¿Has recordado algo? —niega lentamente con su cabeza.
—Me lo dijo Bell —sus ojos se llenan de lágrimas—. Sangrar no es malo... es un proceso natural del cuerpo de la mujer. Aunque da algo de asco, no es dañino.
—¿Cómo lo sabes? —su mano va a la mía y me da un apretón.
—Porque soy mujer y no hay persona que sepa tanto de un cuerpo ajeno como la misma persona, este es mi cuerpo ahora —mi ceño se frunce, deja de verme para ver el techo—. Debería cuidar más a la número uno...
—¿Por qué? ¿No te molesta?
—Será ella quien se quede a su lado hasta el día en que alguno de los dos muera —ladeo mi cabeza.
—Tú también lo estarás.
—Nos vamos a divorciar, Majestad.
—No lo sabes —se ríe entre dientes.
—Antes de irme, dejaré a una excelente Emperatriz a su lado, para que no note que me he ido —gira su cabeza para verme y me guiña un ojo.
—¿Por qué quieres irte?
—Siento que he vivido para nada. Cuando creí tenerlo todo, lo perdí. Ahora quiero volver a conseguir ese todo.
—¿Qué es ese todo?
—Una familia.
—Tienes a tus padres, me tienes a mí —por alguna razón me siento desesperado porque entienda que debe quedarse aquí.
—Tengo a dos padres y un hermano que ni siquiera conozco o recuerdo. Tengo un esposo que no me ama y pudo haberme matado —siento perder algo de sangre.
—¿De qué hablas? ¿Cómo que pude haberte matado? Emperatriz, no diga algo como eso.
—Lo sé, lo he sabido desde que llegue aquí. Esperabas que muriera con ese veneno, tal vez tú no me lo diste a beber, pero deseaste haberlo hecho...
—Emperatriz...
—No te culpo, ni te odio. Debiste tener algún motivo. No hay que atarnos, Majestad. No hay que vivir odiando y temiendo del otro, con la guardia en alto y construyendo murallas tan enormes difíciles de alcanzar entre nosotros, no quiero vivir para odiar... —bosteza, no lo sabe, no sabe que fui yo el que orquesto todo, y por ahora, no quiero que lo sepa.
—¿Quieres el divorcio? —asiente—. ¿Para irte con ese hombre? ¿James? —me ve confundida y sonríe levemente.
—James... él ya no está, íbamos a casarnos, pero... por mi culpa... —su labio inferior sobre sale en un puchero.
—¿Cómo es él?
—Como era él —me corrige, ¿acaso esta muerto? Si es así, ¿qué debería hacer ahora? O tal vez, ella miente, hay otra manera de morir para los demás—. Él era grandioso. Una persona amable, llena de vida, energía y buenas vibras. Era lo que necesitaba en mi triste vida, James era luz —suspira—. Eso es lo que digo, porque estoy enamorada. ¿Usted piensa lo mismo de la número uno?
—¿Qué?
—¿Ama mucho a la número uno? —pregunta al borde de quedarse dormida, proceso su pregunta y antes de poder contestarle, se queda dormida.
—No. No la amo —confieso, aunque ahora es inútil porque ella no escucha.
Todo este tiempo he fingido amar a Amapola, para herir a la Emperatriz, pero ahora... ella no busca mi amor, ¿realmente cambio?
-
—Me gustan las cosas agrias, el limón es algo que amo —dice Amalia mientras come, sonrío divertido por todo lo que he estado escuchando de ella—. ¿Y a ti? ¿Qué te gusta? —llevamos siete días encerrados, hablando de diferentes cosas, me he divertido, lo debo admitir.
—No lo sé, no me había puesto a pensar —ella no parece feliz con mi tosca respuesta, lo ignora y vuelve a hablar emocionada.
—En África, hay lugares maravillosos, fui una vez, aunque quisiera volver a hacerlo —¿África? Creo que he escuchado el nombre, aunque no estoy muy seguro.
—¿Qué hay ahí? —le pregunto interesado por su respuesta.
Me da una amplia respuesta, sobre las maravillas que ella vio en África, su rostro se ilumina, parece saber mucho.
Luego del tema de otros lugares extranjeros, comienza a hablarme sobre la herbolaria, esta emocionada de su jardín y los avances que ha llevado, los rosales, sus tulipanes y otras más plantas que no recuerdo el nombre.
—Y entonces, el señor... —se interrumpe cuando nota algo, espero curioso por lo que iba a contar—. Majestad... —murmura, me ve asustada, se pone de pie y corre hasta el baño, la sigo de inmediato, pero cierra la puerta detrás de ella.
—¿Amalia? Amalia, ¿qué pasa? —toco la puerta preocupado, ¿será que esta sangrando más? Durante estos siete días el sangrado ha sido constante y abundante, aunque en inicio me costaba hablar de eso, aún sigo creyendo que es extraño, pero es más sencillo hablar con ella y preguntarle algunas cosas, no se molesta o incómoda, no es tímida o cerrado, es abierta a los temas y me explica con cuidado. Toco otra vez insistiendo.
Paso unos minutos detrás de la puerta hasta que se abre bruscamente, retrocedo unos pasos y veo a Amalia que sale con una sonrisa.
—Se acabo —mi ceño se frunce—. ¡He dejado de sangrar! —exclama emocionada—. Aunque he terminado sin ningún problema, aún debo tener cuidado y cuidarme, el sangrado debe ser cada veintiocho días, debo hacerlo —habla consigo misma, me ve sonriente—. ¡Nuestro encierro ha terminado! —mi ceño se frunce y ella se aproxima hasta la puerta, llega demasiado rápido para mi gusto, abre las puertas tomando por sorpresa a los sirvientes—. He terminado mi cuarentena, señores. Es hora de volver —exclama, la señora Bell y sus doncellas suspiran aliviadas.
—Estábamos tan preocupadas por usted, Mama —la más jóvenes de ellas, la que cojea un poco, abraza a Amalia—. Estando sola, sin nosotras, que tan mal lo ha estado pasando —no estuvo sola, estuvo conmigo. Yo cuide de ella, ellas no.
—Oh, mis niñas. He vuelto —abraza a las dos más jóvenes y veo una sonrisa sincera en el rostro de Lourdes. Cuando nota mi mirada, la doncella agacha la mirada y borra su sonrisa.
—Preparáremos su habitación para que este cómoda, Majestad —le avisa, Amalia asiente y sonríe.
—Bueno, es hora de irnos —dice satisfecha. Antes de marcharse, se gira para verme y sonríe—. Gracias por todo, Majestad... —la interrumpo.
—Demián —ladea su cabeza—. Llámame Demián. Somos esposos, ¿no es así? —le recuerdo lo que me dijo en un inicio, sonríe y asiente.
—Gracias por todo, Demián —me guiña un ojo.
—No hay de que, Amalia —se despide con ese movimiento extraño de la mano y se marcha. Por algún motivo, la habitación se me hace demasiado grande y vacía.
Notita: Volví, falsa alarma, no me ausentaré... por ahora...
que sucedió? tiene que ponerle nombre de colores a los palacios? no sé supone que era arquitecto y muy buena! además de una madurez sobresaliente (tienes más de 30 años por dios) y de repente es Boba y ridícula, que mal, para tantos capítulos mejor lo dejo aquí! aaaa por cierto
cómo es que su mejor amigo de repente está del lado del emperador? resulta que fingió en la oficina o que rollo? pinche giro de trama más sin fundamento...