Eros y Lyra descubren que están unidos por el lazo más poderoso: son compañeros destinados. Sin embargo, las heridas del pasado convierten ese vínculo en una lucha constante para Lyra, quien intenta resistirse a lo inevitable. Pero el llamado del destino es más fuerte, y poco a poco, la atracción entre ambos comienza a derribar las barreras que los separan.
La cercanía se intensifica cuando Eros y Lyra emprenden un viaje en busca de respuestas sobre los inquietantes cambios que ella experimenta. En el camino, descubrirán que el mundo está tejido de secretos oscuros: brujas que juegan con el destino, vampiros que ocultan verdades prohibidas y Doppelgängers que amenazan con cambiarlo todo.
Te invito a caminar bajo la misma luna con Eros y Lyra en busca de respuestas.
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Capítulo 22
Lyra
—¿Qué creen ustedes? —les pregunto, incapaz de callar más mis pensamientos.
—Yo creo que la chica que vieron en la manada Luna Roja es esa tal Amara —responde Jules con firmeza.
—Yo también lo pienso, pero… Ayla dijo que esa chica se parecía mucho a Lyra. ¿Cómo es posible? —pregunta Lizzie, frunciendo el ceño.
—Yo tampoco entiendo nada —respondo en un susurro, con el estómago hecho un nudo.
—¿Y si hubieras estado en tu casa? —continúa Jules, su voz cargada de preocupación—. ¿Crees que el vampiro te habría llevado?
La pregunta me tensa de inmediato.
—No lo sabemos con certeza, pero lo dudo —interviene Lizzie rápidamente—. Somos lobos, una mordida nuestra y acabaríamos con esos chupa sangre.
A pesar de sus palabras, el miedo no me abandona.
Me acomodo bajo las sábanas, entre Jules y Lizzie, pero la incomodidad es insoportable. Sus respiraciones empiezan a volverse más tranquilas, como si el sueño las hubiese alcanzado al fin, mientras yo sigo con los ojos abiertos mirando la oscuridad.
Cada crujido de la madera, cada sombra en la pared, me hace saltar. Siento que en cualquier momento alguien va a entrar por la ventana y arrastrarme lejos.
No puedo seguir así…
Con cuidado, me levanto sin hacer ruido. Camino descalza por el pasillo iluminado tenuemente por la luz de la luna que se cuela por las ventanas. Mi corazón late tan fuerte que temo que alguien lo escuche.
Me detengo frente a la puerta de Eros. Mi mano tiembla antes de llamar suavemente.
La puerta se abre casi de inmediato, como si él me hubiera estado esperando. Sus ojos dorados me recorren de arriba abajo y su expresión se suaviza.
—Sabía que vendrías —murmura en voz baja.
Bajo la mirada, sintiéndome vulnerable.
—No puedo dormir… no me siento segura.
Él no dice nada al principio, solo se hace a un lado para dejarme entrar. La habitación huele a bosque y a su esencia, lo que me hace sentir extrañamente protegida.
—Ven aquí, nena —susurra, abriendo sus brazos.
Y sin pensarlo dos veces, corro hacia él, dejando que su calor y su fuerza me envuelvan, como si solo allí, en ese instante, pudiera estar a salvo del mundo entero.
Me acomodo en su pecho, sintiendo el fuerte y constante latido de su corazón. Ese sonido, rítmico y firme, poco a poco comienza a arrullar mis nervios.
Eros me envuelve con sus brazos, como si quisiera aislarme del mundo entero. Sus manos recorren mi espalda con caricias lentas, calmando cada temblor en mi cuerpo.
—Ya estás a salvo, nena —susurra, inclinando el rostro para besar mi frente—. Aquí nadie puede tocarte.
Cierro los ojos, respirando su aroma a bosque y a tierra húmeda. Con él todo se siente distinto, menos aterrador.
—Lo digo en serio, Lyra. No voy a dejar que nada ni nadie te arranque de mi lado. —añade con una convicción que me estremece.
Levanto un poco la cabeza para mirarlo. La intensidad en sus ojos me obliga a creerle, aunque una parte de mí aún tiemble de miedo.
—Contigo me siento segura… —murmuro con voz baja, casi avergonzada de confesarlo.
Eros sonríe apenas, una curva suave en sus labios que rara vez muestra, y me aprieta contra él como si fuera lo más valioso que tiene.
—Entonces quédate aquí esta noche —dice con firmeza—. No pienso dejarte sola, ni siquiera por un segundo.
Me acomodo más cerca, dejando que el calor de su cuerpo me envuelva. Mis párpados comienzan a pesar, y justo antes de que el sueño me venza, lo escucho susurrar en mi mente:
“Eres mía, Lyra. Y siempre estarás segura conmigo.”
La luz suave del amanecer se cuela por la ventana, iluminando la habitación con tonos dorados. Abro lentamente los ojos, sintiendo el peso cálido de un brazo rodeando mi cintura.
Tardo unos segundos en recordar dónde estoy. El aroma inconfundible de Eros me envuelve, su pecho sube y baja con calma contra mi espalda. Me acurruco un poco más, dejando que esa sensación de seguridad me envuelva por completo.
—Buenos días, nena —murmura con voz ronca y somnolienta, haciéndome saber que lleva despierto un rato.
Me sonrojo al darme cuenta de lo cerca que estamos, de lo natural que se siente estar así.
—No quería despertarte —añade, deslizando su mano con suavidad sobre mi vientre—. Te veías tan tranquila.
—Hace mucho que no duermo tan bien… —confieso en un susurro. Aunque eso suena ridículo ya que dure inconscientemente casi tres días.
Eros sonríe contra mi cabello y aprieta un poco más su abrazo.
—Entonces dormirás siempre conmigo. Es mi deber que descanses en paz.
No respondo de inmediato, pero una calidez extraña me invade el pecho. Nunca me había sentido tan protegida, tan en casa, como ahora mismo.
Levanto la mirada y lo encuentro observándome con esos ojos intensos que parecen leer cada rincón de mi alma. Su mano sube lentamente hasta mi mejilla, acariciándola con ternura.
—Eres preciosa al despertar —dice, y su sinceridad me deja sin aire.
El momento es tan íntimo que por un instante olvido todo: los vampiros, el peligro, incluso la misteriosa Amara. Solo existe Eros y el modo en que me mira, como si yo fuera su mundo entero