Cristell obtiene una pasantía en una empresa de renombre. ¡Una oportunidad única! Sobre todo porque el CEO le da un puesto demasiado cercano a su corazón y así, ella descubre que su jefe se encuentra enamorado de una secretaria dulce. ¿Quién es esa señorita afortunada?
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EL SOL
—¿Cómo te fue el fin de semana? —Pregunta Alma—. ¿Saliste con tu novio?
El fin de semana me encantó, aunque hubo situaciones negativas, creo que eso me permitió ver que de verdad me importa Massimo.
—Sí. ¡Me fue muy bien! Salimos de paseo y fue divertido.
—¡Qué bueno por ti! Yo quiero un novio.
Estamos esperando a que Javier nos entregue nuestras bebidas.
—¿Y por qué no buscas uno? —Me atrevo a indagar.
—Creo que no soy capaz de gustarle a los hombres.
—¿Por qué dices eso? Tú eres bella, tu sonrisa es bonita y bueno, a veces eres un poco intensa pero creo que eso no debería ser un problema para que puedas salir con alguien.
Se ríe, parece ruborizarse un poco.
—Bueno, es que en realidad... la última vez que tuve novio las cosas terminaron mal y me da miedo que me vuelvan a romper el corazón.
—El amor también requiere valor para arriesgar el corazón, el que no arriesga no vive.
—¡Qué frase tan fuerte! Me gusta.
—Si quieres un novio, se valiente y busca a alguien. ¡Sé segura de ti misma! Piensa en todos tus atributos y sonríe sin miedo al éxito —mis palabras están llenas de poder, me siento segura.
Javier comienza a aplaudir y cuando cruzamos miradas, me sonríe con amplitud.
—¡Sin miedo al éxito! —Exclama él.
—Está bien. Lo voy a intentar —dice Alma—. Iré a ver a Joaquín, le diré que vayamos a cenar esta noche.
Se levanta con un vaso de café en la mano y sonríe para deslumbrar más que el sol.
—¿Le gusta Joaquín? —Me pregunta Javier.
—¡No lo sé! Puede que sí, lo averiguaremos después.
—¿Cómo te fue el fin de semana?
—Muy bien, un primo mío pidió la mano de su novia y hubo fiesta.
—¿Qué tal estuvo la fiesta?
—¡Muy bonita! Todo estuvo bien —a excepción de lo que hizo Rubén y de lo mal que trató a Massimo.
—Que bueno que te divertiste.
—¿Y a ti cómo te fue?
—Estuve ocupado, a mi banda y a mí nos contrataron para tocar en un restaurante bar. La pasé muy bien.
—¿Estás en una banda?
—Sí. Soy el vocalista.
—¡Qué padre!
—Un día te invitaré para que nos veas tocar
—Va. Me parece bien —tomo el vaso de café y el vaso de té, tengo que ir a mi escritorio—. ¡Nos vemos más tarde! Gracias por el café.
Me pongo de pie y doy media vuelta, su cuerpo se impacta con el vaso de café. La bebida le ensucia la camisa blanca y se queja un poco.
—¡Lo siento! —Pido disculpas.
—Deberías tener más cuidado —sugiere Daniel—. Tengo todo el traje manchado.
¿Por qué me pasa esto?
—Te pagaré la tintorería —me ofrezco.
Enfoca sus ojos en mí, me mira con fijeza y sus labios se dibujan en una sonrisa que no lo logro entender.
—¡No te preocupes! Es solo café —sus palabras me suenan, es como si antes ya hubiéramos vivido esta escena.
—Yo... —Mi celular empieza a timbrar—... tengo que irme, nos vemos más tarde.
Comienzo a caminar en dirección a mi escritorio, me animo a responder la llamada.
—¿Quién habla? —Pregunto.
—¿Cristell Corona? —Es una voz masculina.
—Ella habla.
—¿Qué se siente tener un novio sidoso? —Su pregunta me congela. Como si el tiempo se detuviera y mi corazón se endureciera a causa de sus palabras.
—¿Quién eres?
—Te estoy observando —y finaliza la llamada.
Me animo a retomar mi camino, me obligo a tener calma, pero mi mente es un caos. ¿Quién se atreve a molestarme?
...🫦🫦🫦...
Es la hora del almuerzo y tras cerrar la puerta de su oficina, no puedo evitar sonreír. ¡Me mira con ilusión!
—¿Tienes hambre?
—Sí.
—Comamos juntos. Te compre una cemita —pongo el bolso de la comida sobre la mesa.
Él se levanta de su silla, deja su escritorio atrás y se acerca a la sala. Toma asiento frente a mí.
—¿De qué es el agua?
—De nuez.
—¿De nuez?
—Sí. Me causó curiosidad saber a qué sabe y pues la compré.
Damos gracias por los alimentos y cada quien disfruta de su cemita. Ambas son de milanesa de pollo, el sabor de los chipotles es muy exquisito. ¡Me encanta!
—¿Cómo te sientes? —Me gusta saber sobre su sentir.
—Bien. La mañana se pasó rápido.
—Se va volando el tiempo.
—Sí, lo bueno que tú vuelas a mi lado.
Reímos, me gusta cuando se le ocurren cosas así.
—Recibí una llamada desconocida —le hago saber.
—¿Pasó algo? —Se alarma enseguida.
—Alguien me observa y parece no estar feliz de que tú y yo seamos novios.
—¿Rubén?
—No lo sé. No me dijo su nombre y su voz no me sonó conocida.
Me mira con preocupación, se acerca a mi lado.
—No quiero que se metan contigo. ¡Ha pasado la línea!
—¡Tranquilo! En el mundo siempre van a existir personas que no estén contentas con nuestra felicidad y es válido. No tengo miedo. ¿Por qué debería negar que eres seropositivo y que salgo contigo? Si esas personas ya lo saben y quieren usarlo para hacerte daño, no lo permitiré.
Soy yo quien toma su mano para acariciarla. ¡Me gusta! Sus dedos son grandes, hay vellos en el dorso y con cariño el alza mi mano y planta un beso.
—¡Eres más fuerte que yo! No sé porque a veces me siento inseguro de mí mismo.
¿Un hombre admitiendo eso? ¡Todos los corazones son frágiles en algún punto de la vida!
—Yo quiero que te sientas seguro. La gente quiere jugar con tu situación y depende de ti cuanto poder les vas a dar para que puedan dañarte —le regaló una mirada pispireta—. ¿Y si me invitas a cenar?