Rafaela es una Reina que no acepta un "NO" por respuesta ante su mandato. Heredó el Reino a temprana edad y con puño de acero decidió gobernar cada rincón y a cada uno de sus súbditos. Ante una trampa impuesta por su mano derecha se ve obligada a requerir la ayuda de los Reinos vecinos entre ellos, el próximo Rey de Moon Blanc llamado Adrián.
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Capítulo 9 : Recuerdos del pasado
La Reina solo se quedó en su habitación, sentada en una esquina, si alguien necesitaba unas manos gentiles ahora mismo era la Reina.
Siempre trato de gobernar con mano firme, pero… No puede hacerlo con Adrián a su lado, porque ella sí tenía sentimientos por él… Adrián solo la culpo por la reputación que todo este tiempo todos en el palacio le colocaron y con forme despedía a sus consejeros o sirvientes se fue regando. Aparte, no tenía cómo probar que en verdad ella no fue… Tenía de nuevo toda la baraja mala, todas sus cartas aseguraban una pérdida se mire por donde se mire.
“Esto es lo mismo que hace unos años. —pensando para sí misma. — … Está pasando lo mismo… Desde que mi madre me contó acerca de las rosas, por que jamás serán blancas y el significado de sus colores… Yo quería, tener un jarrón especial con muchos colores de rosas, tenía rosado, anaranjado, rojizo, amarillo… Pero me faltaban blancas… Entre más buscaba rosas blancas… Más en problemas iba a estar…
Era de noche, hacía frío, aún era invierno, yo me retiré a mis aposentos… Pero… El murmullo de afuera no me dejaba dormir, cuando salí para ver lo que sucedía, me topé con una triste realidad, la cual jamás quise ver aún… Mi padre, había conseguido rosas blancas… Supongo que mamá se lo había comentado, yo estaba feliz, tanto que no me fijé que alguien nos siguió de cerca. Solo pude ver cuando mi amado padre tocó el suelo, los pétalos de las flores blancas estaban regados por todo el pasillo, uno que otro manchado de sangre… Mi madre, la Reina desde ese momento, procuro siempre permanecer a mi lado y me protegió de todo aquel que me quiera hacer daño, pero… Al final ella también se fue… Quedé sola…
—
Ya habían pasado varios meses desde que mi padre falleció… Mi madre había caído enferma… y al pasar dos meses… Ella falleció…
La tristeza me inundó, me sentí más que traicionada… Hasta que encontré como defenderme de todos… A todos por igual… Los empecé a tratar como si no valieran nada, por más que sea mi igual en estatus, para mí sólo significaban que serían lo mismo… Alguien podría atacarme… Y no iba a permitir que Belmont caiga en las manos más codiciosas, tuve que encerrarme en mi estudio con miles de papeles, libros, mapas y demás, estudiar día a día todas las posibles repercusiones de mis acciones, hasta que logré estabilizar el reino… A costa de que todos me detesten eso ya no me importaba en absoluto. Debía cumplir con mi misión como la nueva Reina.
Mi ascenso al trono fue inmediato, después de la partida de mi madre, tomé lo que me correspondía, y en alto juré lealtad a mi propio pueblo… “¿Esto era lo que deseaba?”... Ni yo podía responderme esto pues siento que fue ayer cuando todo sucedió… Anna siempre se quedó a mi lado, y siempre que podía me aconsejaba o me consolaba, tal como lo hacía mi madre…
Muchas veces estalle de rabia ante los constantes ataques a las afueras, muchas veces estalle con mis consejeros, muchas veces me vieron perder el control de mis sentimientos… Y ahora… Con Adrián… Es distinto… un año… Me prometo resolver esto… Lo juro… Y divorciarme de el será lo mejor… Siento que solo lo atraigo desgracias… Y su padre tal vez me perdone…”
Los pensamientos que la Reina llegaron a asomarse en su mente, fueron interrumpidos por el mayordomo, quien aún que estaba serio le ofreció una merienda, galletas con chispas de chocolate y leche con miel al gusto. La Reina solo podía verlo fijamente a los ojos, noto que él no la veía con miedo o como si fuera alguien amenazante.
— … ¿Dónde está Anna?... ¿Quién te dijo que podías entrar en mis aposentos?
— … La señorita Anna está ocupada… Y personalmente me pidió traerle su merienda… Aparte de eso, ya va a ser de noche su alteza… ¿No querrá cenar esta noche?... —dijo con mucha calma y serenidad.
— ….
La Reina no supo qué responder y solo tomó la taza elegante que contenía leche y bebió de ahí un ligero sorbo.
— … Dime una cosa… ¿Soy mala?...
El mayordomo suspiro. — Me gustaría mentirle pero no podría hacerlo… Sinceramente usted no es mala… Como su súbdito yo solo cumpliré lo que me ordene…
— … uhm…
— Si usted quiere puedo enviar una carta a sus amistades más cercanas para que puedan darle la respuesta que usted espera….
La Reina negó con la cabeza. — No, en mi escritorio están las cartas de invitación para el baile anual de otoño… Asegúrate personalmente que todos reciban sus invitaciones, no quiero que nadie falte.
El mayordomo asintió y salió de los aposentos de la Reina.
Esa noche no pudo dormir y comía lento, como si tuviera miedo de terminar su merienda.
El palacio se sentía más frío, esta vez, había alguien más encubierto buscando algo en la densa noche, ni los guardias ni nadie se había percatado hasta ahora del intruso.
A la mañana siguiente, la Reina evitaba a Adrián cueste lo que cueste, ya no se veían ni siquiera una sola vez al día para comer o para medianamente hablar. La mano derecha de la Reina, Valen, estaba más a su lado que de costumbre. Eric volvió a su puesto.
Todos hablaban de que hacer antes de que llegue el invierno, todas las opciones se les estaban acabando, y aún que la Reina en secreto intercambio parte de sus joyas, sentía que aún debía mucho.
—... ¿Alguien por favor tiene algo coherente para decirme? … ¿No?... Eso pensé… les doy hasta comienzos del invierno, no quiero más reuniones a no ser que sea de vida o muerte, ¿entendieron?... —exclamó mientras se dirigía a la salida.
Todos quedaron atónitos por la forma en como la reina se expresó, pero nadie sintió ganas de irse, la Reina estaba dolida y no había perdón en esta vida que aliviará su dolor.
Al pasar lo, peros poco a poco la Reina se veía animosa, no al cien por ciento pero era eso o seguir viéndola triste. De las telas que le regaló el padre de Adrián hizo un vestido para el baile, uno que nada ni nadie podría dejar de ver… Por primera vez sintió los deseos más egoístas de que la miren a ella así sea por poco tiempo, pero que lo hagan, que la hagan sentir amada aún bajo una máscara nueva.