Aunque Dolía, Me Quedé

El silencio en el aula se sintió más denso que nunca. Después de todo lo que había pasado, después de todos los intentos por mantener las cosas a flote, ahí estaba yo, sentado, sintiéndome más solo que nunca en medio de una multitud.

Miré a Joel desde mi asiento. Él hablaba con los demás, como si nada pasara, como si todo estuviera en orden. Y, sin embargo, algo dentro de mí se rompía cada vez que lo veía reír con ellos, ser el Joel que yo anhelaba, pero que nunca me mostraba a mí de la misma forma.

( Para conectar más con esta escena, recomiendo escuchar “Eres” de Café Tacvba. Quizás, con la música de fondo, puedan sentir lo que yo sentía en ese instante. La sensación de ser invisible, de amar en silencio, de esperar algo que nunca llegaba).

Los días siguientes pasaron en un vaivén de emociones. Por un lado, estaba el cansancio, el agotamiento de seguir esperando algo que no llegaba. Por otro, estaba la necesidad, la urgencia de aferrarme a los pocos momentos en los que sentía que Joel aún se preocupaba por mí.

Pero esos momentos eran cada vez más escasos.

Yo lo veía en los pasillos, riéndose con Fernanda, con otros compañeros. Si me veía, solo me saludaba con la cabeza, con una cortesía fría, distante. A veces, ni eso. Me pregunté en qué momento habíamos llegado a esto. En qué momento pasamos de mensajes largos y bromas tontas a una indiferencia hiriente.

Un día, después de clases, decidí esperar afuera del salón. Vi a Joel salir y llamé su nombre.

—¿Puedo hablar contigo un momento? —pregunté, intentando sonar sereno.

Él se detuvo, miró a su alrededor, como si buscara una excusa para no quedarse. Finalmente, asintió.

—Sí, dime.

Respiré hondo.

—Solo quería saber qué pasa. Siento que últimamente todo se ha vuelto... raro entre nosotros.

Él desvió la mirada.

—No sé a qué te refieres —respondió con indiferencia.

—Claro que lo sabes. Apenas me hablas, apenas me miras. Con los demás sigues igual, pero conmigo... es como si yo ya no importara.

Joel suspiró, cruzó los brazos y finalmente me miró a los ojos.

—No es eso. Solo... no sé. Supongo que las cosas cambian. No podemos estar siempre igual.

Esa respuesta me dolió más de lo que esperaba. Me quedé en silencio por un momento, sintiendo cómo mi garganta se cerraba.

—¿Las cosas cambian? ¿Solo así? ¿Sin explicación? —mi voz tembló .

—No es sin explicación, solo que... No sé qué esperas de mí —dijo con un tono que me hirió más de lo que debía.

—Esperaba que siguieras siendo mi amigo —susurré.

Joel no respondió de inmediato. Solo se quedó ahí, mirándome con una expresión que no supe descifrar. Finalmente, se encogió de hombros.

—Lo soy. Solo que a veces no todo es como queremos que sea.

Y con eso, se fue.

Me quedé ahí, sintiendo cómo mi corazón latía con fuerza, no de emoción, sino de dolor. Lo que más quería en este mundo, lo que más había cuidado, parecía desmoronarse ante mis ojos, y lo peor era que Joel ni siquiera parecía notarlo.

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Esa noche, tumbado en mi cama, volví a escuchar “Eres”. Cada palabra de la canción me recordaba lo que sentía por Joel, lo mucho que había significado para mí, lo mucho que aún significaba, aunque él no lo supiera.

Lo que más quiero en este mundo, eso eres.

Cerré los ojos y recordé los buenos momentos. Las veces que nos quedábamos hablando hasta tarde, cuando parecía que realmente le importaba lo que yo decía. Las veces que me había hecho reír cuando más lo necesitaba.

Pero esos momentos parecían cada vez más lejanos.

Tal vez puedo mentirte sin razón.

Porque la verdad era que, aunque dijera que estaba bien, no lo estaba. Aunque fingiera que su indiferencia no me afectaba, me estaba rompiendo por dentro.

¿En qué momento me convertí en alguien a quien era fácil ignorar?

Soy el que quererte quiere como nadie, soy.

Y quizás, ese había sido mi error. Querer demasiado a alguien que nunca me quiso de la misma forma.

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Los días siguientes intenté evitarlo. Si él no hacía esfuerzo por hablarme, yo tampoco lo haría. No porque quisiera alejarme, sino porque necesitaba protegerme a mí mismo.

Pero eso no significaba que no doliera.

Un día, mientras estaba en el patio, vi a Joel con sus amigos. Estaban riendo, como siempre. Y, como siempre, yo era un espectador externo, un extraño en su mundo.

Fernanda se me acercó y me dio un codazo suave.

—¿Vas a seguir así? —preguntó.

—¿Así cómo? —murmuré.

—Como si no te importara. Como si no te estuvieras muriendo por dentro —respondió, sin rodeos.

Sonreí, pero era una sonrisa vacía.

—Tal vez porque me estoy muriendo por dentro.

Ella suspiró.

—Mira, no voy a decirte que lo olvides, porque sé que no es tan fácil. Pero también sé que seguir aferrado a algo que no te hace bien tampoco es la respuesta.

—¿Y qué hago entonces? —pregunté, con la voz cargada de frustración.

Fernanda me miró con una expresión que no supe interpretar del todo. Finalmente, sonrió de lado y dijo:

—Empieza a quererte a ti mismo tanto como lo quieres a él.

Esas palabras se quedaron en mi mente mucho tiempo después de que ella se fuera.

Eres lo que a mi vida le hace falta si no vienes.

Pero, ¿y si era yo quien debía llenar ese vacío en vez de esperar a que alguien más lo hiciera?

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Esa noche, volví a escuchar la canción. Pero esta vez, en vez de pensar en Joel, pensé en mí. En todo lo que había dado, en todo lo que había esperado recibir.

Quizás, era momento de empezar a darme a mí mismo lo que siempre había esperado de los demás.

Aquí estoy a tu lado Y espero aquí sentado hasta el final.

No más.

Ya no esperaría más. No por alguien que nunca había esperado por mí.

Y así, con esa determinación, decidí que, aunque doliera, aunque me rompiera por dentro, era momento de seguir adelante.

Por primera vez, pensé en un futuro donde Joel no era el centro de todo.

Y aunque doliera, supe que era lo correcto.