La vida de Enzo y Lori se cruzó con un lamentable accidente, sin saberlo una amistad cimentada en un secreto los lleva por caminos parecidos. Enzo es la estrella de baloncesto de la escuela, guapo y destinado a la grandeza. Lori, una artista apasionada, la sombra que siempre lo sostiene, la única que conoce la verdad detrás de su arrogancia. El mundo de Lori ha girado en torno a Enzo, alimentando un amor silencioso e incondicional.
Enzo y Lori es una historia sobre la redención, el verdadero significado del amor incondicional y la dolorosa verdad de que, a veces, la persona que más amas es la que más te ciega.
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Disfrazando la felicidad.
Enzo e Irina se mantuvieron al margen, sumidos en la frenética preparación de su boda. Enzo estaba más ocupado que nunca con los detalles del evento, los invitados, las pruebas de menú, absorbiendo toda su atención.
Rara vez se cruzaban con Lori, y cuando sucedía, su interacción se limitaba a ignorarla. Para Enzo, la presencia de Sahir era simplemente la confirmación superficial de que Lori había "superado" su momento de crisis. No notaba la diferencia emocional ni la profundidad de lo que había perdido; solo veía la superficie.
Lori se esforzaba por ser la novia perfecta para Sahir. Disfrutaba de su compañía, valoraba su inteligencia y se sentía segura a su lado. Era una relación sana, estable. Una relación que, objetivamente, debería hacerla feliz.
Y sin embargo...
En el fondo de su corazón, en ese lugar secreto donde guardaba las verdades que no se atrevía a pronunciar, Lori no sentía que Sahir fuera el amor de su vida. No sentía ese fuego, esa locura incontrolable que la había consumido por Enzo. Sahir era el compañero perfecto, el amigo devoto, el refugio seguro. Pero no era la pasión desenfrenada.
Ella lo callaba, temiendo que, si lo admitía, destruiría lo poco de paz que había conseguido reconstruir. Se repetía que el amor no siempre tenía que ser un huracán, que la estabilidad era más importante. Se decía a sí misma que esto era suficiente. Pero en las noches tranquilas, cuando miraba el techo, se preguntaba con dolor si se estaba conformando, si estaba utilizando la nobleza y el afecto de Sahir para sanar una herida que solo el tiempo, y no una nueva relación, podría cerrar por completo.
La relación con Sahir seguía su curso con la suavidad de un arroyo sereno. Era una relación de estudio compartido, de debates intelectuales y de una intimidad que se construía con el silencio y el respeto mutuo. Lori se sentía agradecida por la estabilidad que Sahir le ofrecía. Él era una verdad inquebrantable en un mundo que se había vuelto mentira.
Sin embargo, esa gratitud no borraba la sensación de estar actuando un papel. Se esforzaba por mostrar una felicidad radiante, el disfraz perfecto para ocultar el vacío que a veces la asaltaba. En el fondo, sabía que estaba usando a Sahir como un ancla para no ser arrastrada por el remolino de su propio dolor, y eso la hacía sentir profundamente culpable.
Un sábado por la tarde, Sahir la invitó a un museo de arte moderno en el centro de la ciudad. Era un gesto típico de él: planificado, intelectual y tranquilo.
—Sé que te encanta la pintura, Lori —le había dicho con esa sonrisa suya que siempre parecía preguntar, en lugar de afirmar—. Vi que esta exposición sobre el color primario te interesaría.
Lori acepto; mientras caminaban por los pasillos inmaculados, discutiendo la simbología de un cuadro abstracto, Lori notó la cercanía física que Sahir mantenía, siempre tocando su brazo o rozando su hombro. Era un afecto constante, pero carente de la chispa que ella anhelaba, ese fuego impulsivo que Enzo, incluso en el dolor, le había provocado.
Llegaron a una sala dedicada a los autorretratos. Una pintura, en particular, de una mujer con ojos tristemente expresivos, la atrapó.
—Mira qué intensidad —susurró Sahir, acercándose a ella y analizando la técnica.
—No es solo la técnica, Sahir —respondió Lori en voz baja, sintiendo un nudo en el pecho—. Es la mentira de la sonrisa. Mira la boca, está sonriendo, pero los ojos... los ojos gritan otra cosa. Ella está fingiendo.
Sahir la miró, no al cuadro, sino a ella. —¿Crees que el arte debe ser siempre sincero, Lori? ¿O que a veces tiene que ser un consuelo, una evasión de la realidad?
La pregunta la golpeó directamente. ¿Yo estoy siendo sincera? ¿O estoy usando a Sahir como mi propia evasión? La pintura se convirtió en un espejo cruel que reflejaba la falsedad en su propio rostro.
—Creo que la evasión no dura, Sahir —dijo Lori, apartando la mirada del cuadro.
En ese momento, la calma de la tarde se rompió. Al girar en un pasillo hacia la tienda de regalos, Lori se congeló.
Allí estaban. Enzo e Irina.
No estaban solos; los acompañaba una pareja de ancianos que Lori reconoció inmediatamente como los padres de Enzo. Estaban parados frente a un catálogo de la exposición, riendo de algo que Irina había dicho. Irina, vestida impecablemente, sostenía un costoso bolso y el anillo de compromiso brillaba con un fulgor casi obsceno bajo las luces del museo.
El encuentro fue abrupto y dramático. Los ojos de Enzo y Lori se encontraron a través de la distancia. No hubo hostilidad inmediata, solo una tensión palpable, densa como la pintura al óleo. Enzo se quedó paralizado, su sonrisa se desvaneció, revelando una incomodidad brutal.
Irina fue la primera en recuperarse. Su mirada, fría y calculadora, pasó rápidamente de Lori a Sahir, que la tomaba sutilmente del codo. Luego, dibujó una sonrisa falsa y arrastrada.
—¡Vaya, Lori! Qué sorpresa verte por aquí —dijo Irina, con una voz demasiado dulce y condescendiente—. Veo que... tienes nueva compañía.
Enzo finalmente reaccionó, forzando una cordialidad incómoda. —Sahir, hola. Te conozco de la clase de Historia del Arte, ¿cierto?
—Así es, Enzo. Un placer —Sahir no se inmutó. Su mano se deslizó por la espalda de Lori, una muestra sutil, pero firme, de pertenencia. Lori, sorprendida por su aplomo, sintió un poco de alivio.
—Estamos aquí con los padres de Enzo, viendo ideas para nuestra nueva casa —anunció Irina, elevando el tono para asegurarse de que todos los presentes entendieran su estatus de futura esposa. El drama se instaló en el aire, denso y palpable.
Lori sintió la furia y la impotencia arder, pero recordó el consejo de Ron: —Mantente fuera de su radar. No dejes que te vea como una amenaza. Respiró hondo, tragándose la verdad.
—Qué bien. Nosotros también estábamos viendo la exposición, es fascinante —logró decir Lori, con una voz clara y estable, forzando una sonrisa que esperaba que fuera más convincente que la de la mujer del autorretrato.
Los padres de Enzo, gente amable y ajena al drama subterráneo, saludaron con calidez.
—Qué gusto verte tan bien, Lori —dijo la madre de Enzo, notando el brillo en los ojos de Lori, un brillo que ella asoció erróneamente a Sahir.
Irina apretó el brazo de Enzo, con una posesividad que no pasó desapercibida para Lori.
—Bueno, tortolitos, nosotros tenemos que irnos, tenemos una prueba de pastelería —declaró Irina, arrastrando a Enzo, el cual se despidió con una mirada indescifrable, una mezcla de culpa y alivio por escapar.
Mientras se alejaban, Lori sintió cómo el corazón le golpeaba en el pecho. Las piernas le temblaban.
—Lori, ¿estás bien? Estás pálida —preguntó Sahir, su voz cargada de sincera preocupación.
—Sí, estoy bien —mintió Lori, aferrándose al brazo de Sahir como si fuera su única cuerda de salvamento. El encuentro, aunque breve, le había recordado la cruda realidad: Enzo estaba a punto de casarse con una mentira. Y ella, ahora, estaba en una relación con un hombre maravilloso, pero solo por huir de una verdad dolorosa.
En el taxi de regreso, el silencio entre Lori y Sahir era diferente. Ya no era cómodo, sino tenso, roto.
En su interior, Lori no solo sentía que Sahir no era el amor de su vida; sentía que, al estar con él, estaba siendo tan deshonesta como la pintora del autorretrato, o incluso, a su manera, como la propia Irina. Estaba construyendo su felicidad sobre una base de afecto que no era el amor verdadero. Y el tiempo para desenmascarar la farsa de Irina o la suya propia se agotaba.
ahora sí me quedé sorprendida el amor de Lory siempre fue Ron 👏👏👏👏👏
Lory merecía esa felicidad me encantó la novela 🥰
ese final está buenísimo es inesperado Ron siempre estuvo ahí
que viva el amor verdadero ☺️