Juzgar a los personajes de una novela barata fue tan fácil, esto es Karma. Ahora soy la chica ridícula que se aferra al protagonista sólo para ser despreciada, ni en broma, afortunadamente la trama no empieza. Me salgo del guión, palabra de honor.
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Gabriel Castell
El día que llegaron a Haro, Gabriel estaba emocionado. Hacía cinco meses que no veía el cielo de su reino. El disparo emocional, sin embargo, fue controlado inmediatamente, pocos sabían su procedencia, era la condición que su padre el Rey le había impuesto y él aceptó.
Tantos recuerdos acudieron a su mente y había dolor no lo negaba, pero su vida aquí siempre fue maravillosa hasta ese día. Se obligó a sonreír brillantemente con el corazón apretado por dentro. Siguió a sus compañeros en automático y no salió de ahí, hasta que tuvo que ponerse las pilas entre Saulo y Rafael, por suerte este último se había marchado por su cuenta.
Gabriel tenía miedo de ser rechazado por sus nuevos amigos. Temía revelar su oscuro secreto. Al llegar a Delta Adhara no pretendía hacer amigos, solo buscaba escapar, pero había sucedido y eran tan importantes para él, que si los perdía, temía no superarlo. Ellos sin saberlo habían sido su ancla a la realidad, en otras palabras le habían devuelto las ganas de vivir. Eran tan vibrantes e hicieron resonar su apagada alma.
Gabriel era el príncipe de la corona del Reino Abner y su verdadero nombre era Gabriel di Ángelo Castell. Creció como todo príncipe con lo mejor de lo mejor, era mimado y querido por sus padres e incluso por las concubinas de su padre. Tenía catorce hermanas, él era el único varón.
Cuando Gabriel tenía nueve años conoció a Claudio, era el hijo de un barón del Reino, designado para ser su compañero de juegos y posteriormente su escolta y guardia personal, una vez crecieran. Bien, hasta ahí todo correcto. Donde se habían torcido las cosas...
Gabriel aceptó con alegría a su nuevo compañero, era una novedad hablar con un chico igual que él. Su corta vida la había pasado rodeado de mujeres. Tanto era así que de un solo vistazo era capaz de identificar, qué tela era mejor para un vestido, qué color acentuaba más según la piel, cuál era el mejor tratamiento para un pelo brillante y unas uñas perfectas en fin, Gabriel había sido educado con delicadeza.
Por lo que no puedo evitar sentirse fascinado por el nuevo amigo. Este era incapaz de distinguir el rojo del rosado, no le importaba menos vestirse con seda que con lana, decía palabras inadecuadas y maldecía en voz alta. Sí, para Gabriel, Claudio fue un mundo nuevo y con el pasar de los años todo su mundo.
De ello se dio cuenta a los catorce, estaban en el campo de entrenamiento, cuando por accidente el instructor hirió a Claudio. Fue un leve rasguño. El anciano quitó inmediatamente la camisa al joven herido para ver el daño ocasionado y darle tratamiento. Gabriel había quedado asustado inicialmente al ver sangrando a su amigo, pero cuando vio su torso desnudo otro sentimiento muy distinto comenzó a formarse. ¿Curiosidad tal vez? 🤔
Había visto el cuerpo desnudo de casi todas las mujeres de su familia, incluyendo el suyo propio y nunca había sentido esa ardiente mezcla entre la vergüenza y el deseo de seguir observando. Su amigo tenía un físico impresionante, ya a sus dieciséis años, pues era mayor que él. Tenía un abdomen plano, marcado con cuadros que invitaban a tocar cada uno, para comprobar que eran tan duros como se veían. Sin embargo un instinto primitivo le advertía que era mejor guardarse para sí esos pensamientos.
A partir de ahí fue un antes y un después en la vida de Gabriel. Era su secreto con sabor a prohibido. Se estremecía con el más ligero roce de Claudio, se alegraba cada mañana al verlo, lo observaba cuando no estaba viendo y en las noches tenía sueños tan húmedos que no sabía qué hacer. ¿Deseaba algo más, necesitaba más, pero no sabía exactamente qué?
Así, pasó el año, para cuando cumplió los quince, Claudio tenía diecisiete. El Rey celebró un magnífico banquete en el palacio por el cumpleaños de su único hijo varón. Esa fatídica noche Gabriel desbordaba una belleza casi irreal, sumado a su delicadeza y gracia sin igual estaba irresistible. Las jóvenes casaderas no dejaban de asechar, había perdido la cuenta de cuántas veces había bailado y solo quería huir de allí.
Hacía rato que no veía a Claudio en el salón y decidió salir a buscarlo, lo encontró en el cuarto que tenía designado en el palacio, desde que fuera allí, como su compañero de juegos. Gabriel nunca había entrado a esa habitación, pues era Claudio quien siempre iba la suya. Su amigo estaba acostado boca abajo en la cama, se percibía un fuerte olor a alcohol en el ambiente. Gabriel observó detenidamente la situación, en el piso dos botellas vacías eran mudo testimonio de la embriaguez del joven.
Cautelosamente, se acercó a y lo tocó suavemente con la yema de sus dedos. Claudio se había virado boca arriba, se quedó mirándolo, pero no dijo nada.
- Te sientes bien. Llamo a un médico?
Cómo Claudio seguía sin decir nada, decidido a buscar ayuda ya Gabriel iba a alejarse cuando Claudio más veloz lo detuvo abrazándolo por la espalda.
- No te vaya Gabi - le había dicho y agregó más bajito aún, casi pegado a su oído - Por favor.
Se quedaron así por un momento, Claudio aferrado a su cuello, pegado a su cuerpo y Gabriel sin saber qué es lo que pasaba a su amigo. Con gentileza y suavemente retiró los brazos que le abrazaban y se giró para quedar de frente.
- Claudio qué tienes por Dios, me estás asustando, alguien te hizo algo, tú solo dime y lo mandó a castigar como quieras.
- Tú, tú me haces daño.
Gabriel se había quedado en shock 🫨, pero qué decía este.
¿- Por qué dices eso?
- De verdad quieres saber?
- Sí.
Claudio cerró rápidamente la diferencia entre ellos, besándolo desesperadamente, como un hombre en el desierto que encontrara agua. Al principio Gabriel estaba asombrado, pero Claudio profundizó el beso y ya no pensó en nada más, cedió el control de su cuerpo ante las nuevas y placenteras emociones.
La mañana siguiente se despertó temprano en la misma cama que Claudio, recordó todos los sucesos y se sintió muy acalorado, pero se quedó observándolo y una sonrisa algo avergonzada llegó a sus labios. No quiso despertarlo, se incorporó como pudo, pues sentía cierto malestar en las caderas, se vistió y salió sigilosamente de esa habitación. No sé arrepentía de lo sucedido, pero no sabía cómo reaccionaría Claudio al despertarse, y sí no se acordaba debido a que el joven estaba tan borracho la noche anterior? Lo mejor sería ver qué sucedía y después actuar en consecuencia.
Claudio no se despertó hasta bien entrada la mañana y cuando lo hizo no encontró a Gabriel a su lado. Estaba un poco preocupado, había tenido una noche muy intensa, una noche que había deseado tantas veces y la había disfrutado. Había hecho a Gabriel varias veces suyo. Se acordaba absolutamente de todo lo que le hizo y una sonrisa afloró a sus labios. Sí Gabriel pensaba que después de esto se le iba a escapar estaba más que equivocado. Gabriel era suyo y se lo haría saber.