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¿Y Si Me Quedo?

¿Y Si Me Quedo?

Status: Terminada
Genre:Romance / Yaoi / Doctor / Maltrato Emocional / Atracción entre enemigos / Completas
Popularitas:14
Nilai: 5
nombre de autor: Raylla Mary

Thiago siempre fue lo opuesto a la perfección que sus padres exigían: tímido, demasiado sensible, roto por dentro. Hijo rechazado de dos renombrados médicos de Australia, creció a la sombra de la indiferencia, salvado únicamente por el amor incondicional de su hermano mayor, Theo. Fue gracias a él que, a los dieciocho años, Thiago consiguió su primer trabajo como técnico de enfermería en el hospital perteneciente a su familia, un detalle que él se esfuerza por ocultar.

Pero nada podría prepararlo para el impacto de conocer al doctor Dominic Vasconcellos. Frío, calculador y brillante, el neurocirujano de treinta años parece despreciar a Thiago desde la primera mirada, creyendo que no es más que otro chico intentando llamar la atención en los pasillos del hospital. Lo que Dominic no sabe es que Thiago es el hermano menor de su mejor amigo y heredero del propio hospital en el que trabajan.
Mientras Dominic intenta mantener la distancia, Thiago, con su sonrisa dulce y corazón herido, se acerca cada vez más.

NovelToon tiene autorización de Raylla Mary para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 15

Un Lugar Solo Mío

El día del alta llegó como quien no quiere la cosa.

Sin fiesta. Sin globos. Sin certezas.

Pero con un cielo claro allá afuera — y un silencio leve en el corazón de Thiago.

La habitación ahora parecía demasiado pequeña. La sábana arreglada, los frascos vacíos, las flores marchitas en la esquina. Cada detalle gritaba que era hora de irse.

Dominic apareció temprano. Usaba jeans oscuros y una blusa negra de mangas dobladas. En el rostro, la misma mirada calma de quien sostiene el mundo entero sin temblar.

— ¿Todo listo? — preguntó, deteniéndose en la puerta.

Thiago estaba sentado en el borde de la cama, la sudadera del hospital aún en el cuerpo, las manos apretando las rodillas.

Theo estaba al lado, nervioso. Ropa doblada en una mochila azul.

— Estoy listo... creo — dijo Thiago, con una sonrisa pequeña.

Dominic se acercó.

— La médica autorizó el alta. Pero con reposo, sin agitación, sin estrés. Y, claro… sin volver a casa de tus padres.

Theo levantó el rostro, atento.

— ¿Y dónde se va a quedar?

Dominic respiró hondo.

— Conmigo. Allí, sus padres no entran. Allí, nadie lo toca. Ni con palabras.

El silencio cayó como un rayo.

Theo frunció el ceño.

— ¿Contigo?

— Sí. Ya conversé con el abogado. Estoy legalmente autorizado a recibir a Thiago. Ya no es menor de edad. Él puede elegir.

Y si él quiere, va a tener una habitación solo para él, un baño con cerrojo y la llave en la mano.

Va a tener paz.

Thiago tragó saliva.

El pecho subía y bajaba despacio, como si aún dudara que aquello fuera real.

Theo pasó la mano por el cabello, inquieto.

— No estoy diciendo que no confío en ti, Dominic… Pero… él acaba de salir del hospital. Todavía está frágil. No sé si es demasiado pronto para alejarlo de mí.

Dominic asintió.

— Entiendo. De verdad. Pero si él continúa aquí, los padres de ustedes van a seguir rondando. Van a seguir intentando acercarse.

Y lo que él más necesita ahora es tener límites seguros.

No paredes. Límites. Con libertad.

Theo miró a su hermano.

Thiago tenía los ojos llorosos, pero había algo allí que él no veía hacía mucho tiempo: voluntad.

— ¿Quieres irte? — preguntó Theo, en voz baja.

Thiago lo miró.

Después miró a Dominic.

Y entonces asintió, despacio.

— Quiero. Pero... solo si prometes que vas a visitarme. Todos los días. Aunque sea por cinco minutos.

Theo sonrió, emocionado.

— Te vas a arrepentir de pedir eso. Voy a pegarme como una sombra. Llevo pizza, cobija e incluso regaños, si es necesario.

Thiago soltó una risa débil.

Por primera vez en días, una risa real.

Dominic se agachó, tomando la mochila.

— Vamos. El coche está esperando.

Cuando salieron del hospital, el viento golpeó el rostro de Thiago como una caricia.

El mundo aún era grande, aún era aterrador.

Pero ahora él tenía a alguien guiándolo, y otro esperándolo todos los días.

Y eso… ya era más de lo que jamás había tenido.

Dominic abrió la puerta del coche para él y, al cerrar, dijo con firmeza:

— Bienvenido a tu nuevo comienzo.

El camino hasta el apartamento fue hecho en silencio.

Un silencio diferente a los otros. No era tenso, ni sofocante. Era… suspendido. Como si todos los sentimientos estuvieran esperando permiso para existir.

Thiago miraba por la ventana. Las calles pasaban despacio. Personas iban y venían, vidas normales, rutinas banales. Él se sentía fuera del tiempo. Fuera del mundo.

Dominic conducía con calma. A veces, lo miraba de reojo, pero no decía nada. Él sabía. Thiago aún estaba intentando entender si aquello era real.

Cuando llegaron al edificio, Dominic abrió la puerta del coche y extendió la mano.

Thiago vaciló por un segundo. Pero la tomó. Los dedos fríos envolvieron los suyos con suavidad. No era lástima. Era presencia.

El ascensor subió hasta el sexto piso. El sonido metálico de las puertas abriéndose cortó el silencio. Dominic caminó adelante, se detuvo frente a una puerta gris oscuro y la abrió.

— Listo. Puedes entrar.

Thiago se quedó parado en el umbral por un momento.

Entonces dio un paso.

Después otro.

La sala era amplia, clara, con ventanas grandes y cortinas beige. Había una estantería con libros, una planta en la esquina y un sofá gris claro con una manta doblada cuidadosamente. Todo era limpio, sereno. Sin excesos. Sin gritos. Sin fantasmas.

— Es... bonito — dijo, sin saber exactamente qué decir.

Dominic sonrió.

— Ven, te voy a mostrar tu habitación.

El pasillo tenía paredes blancas y cuadros con fotografías en blanco y negro. Nada invasivo. Nada pesado. Era como si la casa hubiera sido pensada para no lastimar a nadie.

La habitación era pequeña, pero acogedora. Una cama de matrimonio con sábanas azules, una lámpara de luz amarillenta, un escritorio y una ventana con vista a árboles.

En la esquina, una cómoda con algunas ropas dobladas — Dominic había adivinado las tallas. Y al lado de la puerta, una nota pegada:

“Aquí es seguro. Respira.”

Thiago no se contuvo.

Las lágrimas vinieron, sin aviso.

No era desesperación.

Era alivio.

— Dominic… — intentó decir, pero la voz falló.

Dominic solo se acercó y tocó levemente su hombro.

— No tienes que agradecer por existir, Thiago. Ni por ser acogido.

Aquí, solo tienes que ser tú. A tu tiempo.

Más tarde, ya acostado, después de un baño caliente, Thiago encaraba el techo de la nueva habitación. La lámpara estaba encendida. La sábana olía a suavizante. La puerta estaba cerrada — y con llave, por él.

Dominic había dejado un vaso de agua, un remedio para el dolor y un timbre al lado de la cama.

— Si me necesitas, a cualquier hora, solo tienes que apretar — dijo antes de salir.

Sin invadir. Sin presionar.

Thiago cerró los ojos.

La cabeza aún dolía un poco.

Pero… por primera vez en mucho tiempo, él durmió con la sensación de que tal vez, solo tal vez, había espacio en el mundo para él.

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