Cartas Para Una Princesa

Vitorio elevó la voz..

Vitorio: ¡Arrodíllate!¡Y despídete de tu vida, barón!

El eco de sus palabras se mezcló con los sollozos desesperados de Bella, que gritaba, implorando a su padre. Ernesto tragó saliva. Sus piernas temblaban, pero no por miedo a morir, sino por la angustia de dejarla a ella. Lentamente, obedeció y se arrodilló ante el fuego..

El emperador levantó la espada, las llamas danzaban como lenguas demoníacas en torno al filo.

Vitorio:¡Di tus últimas palabras!

Ernesto alzó la mirada una última vez, buscando a Bella, Su voz, grave y firme, se alzó sobre el rugido del fuego

Ernesto:Te amo, Bella… cuida a nuestro hijo.

Cerró los ojos, resignado, esperando el golpe final. El calor en su cuello aumentó, un silbido ardiente llenó el aire…

Pero la muerte no llegó. En cambio, lo único que sintió fue un brutal impacto en el pecho: la patada del emperador, que lo lanzó hacia atrás contra el suelo de mármol. El golpe lo dejó sin aire, jadeando, mientras el filo incandescente nunca llegó a tocarlo.

Vitorio:¡Maldito insensato! . ¡Te atreviste a deshonrar a una princesa imperial! ¡A MI HIJA!

Bella corrió hacia Ernesto, intentando interponerse, pero el emperador la empujó suavemente a un lado sin apartar su mirada asesina del joven barón, que aún respiraba agitado en el suelo.

Vitorio:¡Levántate!

Ernesto, todavía aturdido por la patada, apoyó las manos en el suelo frío y se puso de pie tambaleándose. Apenas alcanzó a enderezarse cuando un puño.. tan fuerte como hierro lo golpeó directo en el estómago.. El aire se le escapó de golpe, doblándose sobre sí mismo, jadeante, con un sabor metálico en la boca.Bella gritó desesperada, corriendo hacia él, pero su padre la detuvo con un simple movimiento de su brazo.

Vitorio:¡Esto no ha terminado!

Emperatriz: ¡Vitorio Volt! Si matas al padre de tu nieto… ese niño jamás te lo perdonará.

El emperador se congeló por un instante. El silencio en el salón era total. Ernesto apenas respiraba, apoyándose en una rodilla, mientras Bella, con lágrimas en los ojos, miraba a su madre con un destello de esperanza.

El emperador seguía con la espada en alto, el fuego lamiendo el aire, cuando sus ojos se desviaron hacia su hija.

Vitorio:Dime la verdad, Bella ¿Ese hombre te forzó? ¿Te obligó? ¿Te amenazó para conseguir lo que quería?

La princesa, con el rostro enrojecido y las lágrimas brillándole en los ojos, dio un paso adelante, interponiéndose entre la espada y Ernesto, que apenas lograba mantenerse erguido.

Bella:¡No! Me entregué a él por amor. Nadie me obligó.

Vitorio abrió los ojos con sorpresa, pero Bella no titubeó:

Bella:Padre, usted no crió a una hija débil. Me enseñaron a luchar, a protegerme, a no dejar que nadie me doblegue. Si Ernesto hubiera intentado hacerme daño, no estaría vivo frente a usted.

El silencio se volvió pesado. Bella respiró hondo, sus manos temblorosas se apretaron sobre su vientre, y alzó la barbilla con determinación.

Bella:Lo amo, padre. Lo amo de verdad. Le pido que me dé una oportunidad para ser feliz a su lado… aunque no sea el hombre que usted imaginó para mí.

El fuego se apagó al fin en la espada, y con un movimiento brusco el emperador la guardó. Pero antes de apartarse por completo, soltó un último golpe seco contra el pecho de Ernesto, lo suficientemente fuerte para hacerlo jadear, aunque sin la intención de matarlo.

Vitorio:Para que no olvides quién soy yo..

.

Fue la emperatriz Emma quien, con un paso elegante y una serenidad que contrastaba con la violencia del momento, se colocó al lado de su esposo. Su mirada fija en él, firme pero llena de calma.

Emperatriz: Vitorio . . no es a ti a quien corresponde decidir el corazón de tu hija. Ella ya lo decidió.

El emperador permaneció callado, los ojos clavados en Bella, que sostenía la mirada con una determinación que lo desconcertaba. Finalmente, con un bufido cansado, se pasó una mano por la barba y habló con la voz grave que siempre imponía temor.

Emperador: Está bien. . Se van a casar.

Bella dio un paso hacia adelante, incrédula, y Ernesto, aún en el suelo, la miró con los ojos llenos de emoción y alivio.

Vitorio, sin embargo, no había terminado. Su voz cortó el aire como una sentencia. . .

Vitorio:Pero escucha bien, hija mía… y sobre todo tú, hombrecito. . A la primera estupidez que hagas, a la primera que le faltes al respeto o dañes a mi hija… Bella será viuda.

El peso de la amenaza cayó sobre todos como una losa. Ernesto tragó saliva, con el corazón latiendo a toda prisa, pero sin apartar la vista de Bella. Ella, en cambio, se mantuvo firme, llevando la mano de su amado entre las suyas, como si con ese gesto pudiera desafiar incluso al poder del emperador.