COMPRARÉ UN ESPOSO.

... A la mañana siguiente, Maritza se encuentra con Dalia, está de inmediato le pregunta que sucedió. Mari le explica que estuvo en un hotel y ahí la encontraron. No sabe cómo. Dalia tiene una leve sospecha.

— ¿Mi hermano te hizo daño?

— No. Me mandó a dormir y luego se acostó a mi lado.

— ¿Es verdad que tú padre te estaba ofreciendo cómo amante? — Maritza asiente. — Maldito desgraciado.

— No te enojes.

— ¿Cómo puedo no enojarme? Dime, ¿con quién te vendió?

— Con tu hermano.

— Antes de mi hermano.

— Nadie.

— ¿Me estás diciendo la verdad? — Maritza asiente. — ¿Estás segura?

— Si. Pero si no me crees puedes preguntarle a Elíseo, el sabe que...

— Okay, Okay, no quiero detalles. — Interrumpe Dalia.

— Es que preguntaste.

— No deberías ser tan indiscreta.

— Lo siento.

— Te voy a preguntar algo más.

— ¿Qué?

— ¿No quieres ni un poquito a tu esposo? — Maritza niega con la cabeza. — ¿Por qué?

— Por qué el siempre dice que soy su propiedad, no me deja salir, no me deja estudiar, y por muchas cosas que prefiero no decirte.

— ¿Y si el cambiarás todo eso? ¿lo querrías?

— No creó que el cambié.

— ¿Quieres escaparte?

— No puedo. El dobló la seguridad en la casa. — Dalia niega con la cabeza, su hermano no podría ser más idiota.

... Esa misma tarde ella lo llama al estudio. Eliseo llega cansado. Pero de todos modos va a ver qué quiere.

— Hola.

— Ese hola me suena a qué quieres algo. ¿Qué es?

— Deja que Maritza vaya a la universidad.

— No.

— Por favor.

— No. Y es mi última palabra.

— Ella quiere estudia. Dale gusto.

— Qué estudie en línea.

— No es lo mismo.

— No va a salir de esta casa.

— ¿Por qué te portas así? Cada día te pareces más a papá. Creó que eres peor, el por lo menos dejaba que mamá trabajará.

— Y mira como le pago ella, lo abandono. Y se las llevo a ti y Elisa.

— Ella tenía sus motivos. Seguramente eran los mismos que tiene Maritza.

— Ya Dalia, te estás pasando de la raya. Y creó que ya soporte mucho. Te vas de la casa.

— No puedes correrme. Te recuerdo que le prometiste a mamá cuidar de mí y Elisa.

— Esa promesa no incluía tenerte en mi casa eternamente.

— ¿Y a dónde piensas mandarme?

— Te vas a un internado.

— No puedes hacerme eso.

— Si puedo. Puedo por qué soy tu hermano. Y por qué te lo buscaste, ayudaste a mi esposa a escapar, no conforme con eso, le diste tus joyas.

— Yo no sé las di. Quizás me las tomo prestadas.

— Te conozco, no tiene caso que me mientas.

— El valor de esas joyas no se compara a lo que tendrías que darle si se divorcian.

— No tendría que darle nada. Ella firmó un contrato, el día que no separemos se va con las manos vacías.

— ¿Cómo pudiste?

— Basta. No voy a discutir. Haz tus maletas. En dos días te vas. No voy a dejar que arruines mi matrimonio.

— Eres tú el que arruina las cosas. Tú la tratas mal.

— No quiero tú opinión en esto. Compré a Maritza, ella es mi esposa.

— Y ya a pedido que la dejes libre. Ella está dispuesta a trabajar para... — Eliseo avienta un vaso de vidrio al piso.

— Vete.

— Espero nunca encontrarme a un hombre cómo los que hay en mi familia. Lo único que saben hacer es comprar esposas. Espero un día te arrepientas de lo que estas haciendo, no me gustaría que repitieras la historia de papá y mamá. — Dalia sale del estudio y sube a preparar su maleta. Dos días después se despide de Elisa y Maritza.

— Te voy a extrañar.

— Yo también hermanita. — Dalia abraza a Elisa. — Cuídate mucho. No hagas muchas travesuras.

— Lo intentaré.

— Dalia lo siento. Por mi culpa tu hermano te corrió. — Dice Maritza en señas.

— No es culpa tuya. Cuidate mucho. — Ella asiente. Dalia le da su maleta a Ignacio y camina a la salida.

— Te dejaré en el aeropuerto. — Le dice Eliseo.

— No. Yo puedo irme sola. — Dalia le habla con coraje. — No te molestes en visitarme. Usa ese tiempo para mejorar tú horrible relación.